Cuál es la temperatura ideal para ahorrar energía al usar el aire acondicionado

En los calurosos meses de verano, el aire acondicionado es el dispositivo ideal para mantener espacios cerrados como hogares y oficinas en un ambiente fresco. No obstante, cómo cualquier electrodoméstico su uso diario puede disparar el consumo de energía y como consecuencia aumentar la tarifa mensual.

Frente a la necesidad de contrarrestar las altas temperaturas, pero no tener que pagar más dinero cada mes, un aspecto clave a tener en cuenta para equilibrar el confort térmico y la eficiencia energética es establecer la temperatura adecuada del aire acondicionado.

A continuación, presentamos un análisis de cómo configurar el termostato del dispositivo para mitigar incrementos en el consumo, y qué otros trucos pueden servir como fuentes de un ambiente fresco sin gastos exagerados.

El confort térmico es un concepto que se refiere a la percepción de comodidad en un entorno dado, influenciado por factores como la temperatura, la humedad, la velocidad del aire y la ropa que llevamos.

La mayoría de las personas se sienten cómodas en un rango de temperatura que oscila entre 22 y 25 grados Celsius, dependiendo de la actividad física que realicen y de la humedad relativa del ambiente.

Cuando se trata de ahorro energético, la regla general es que cuanto mayor sea la diferencia entre la temperatura exterior y la temperatura que fijamos en el aire acondicionado, mayor será el consumo de energía.

Es decir, si en el exterior hace 35 grados y se configura el aire acondicionado a 20 grados, el sistema trabajará mucho más para mantener esa diferencia de temperatura, lo que incrementará el gasto energético.

Diversas instituciones y expertos en eficiencia energética, como el Departamento de Energía de Estados Unidos y la Agencia Internacional de la Energía, recomiendan establecer la temperatura del aire acondicionado en 24 o 25 grados Celsius cuando se está en casa.

Asimismo, cuando no se sale de casa, es recomendable subir la temperatura a unos 28 grados o, incluso, apagar el aire acondicionado si el entorno lo permite. Esta práctica asegura que el sistema no esté funcionando innecesariamente y ayuda a reducir el consumo de energía.

El ahorro de energía al ajustar la temperatura del aire acondicionado puede ser significativo. Por cada grado Celsius que se sube al termostato, se puede ahorrar entre un 3% y un 5% en los costos de enfriamiento.

Esto significa que mantener el aire acondicionado a 24 grados en lugar de 20 grados podría reducir considerablemente el consumo de energía, lo que se reflejaría en una factura de electricidad más baja al final del mes.

Para ahorrar energía durante el verano, además de establecer la temperatura ideal, existen otras estrategias que pueden contribuir a mejorar la eficiencia energética del aire acondicionado:

• Mantenimiento regular: un aire acondicionado limpio funcionará de manera más eficiente. Es importante limpiar o cambiar los filtros regularmente y asegurarse de que las bobinas del condensador y del evaporador estén libres de polvo y suciedad.
• Uso de ventiladores: los ventiladores de techo o portátiles pueden complementar el aire acondicionado al mejorar la circulación del aire.
• Aislamiento del hogar: un buen aislamiento en techos, paredes y ventanas ayuda a mantener el aire fresco dentro y el calor afuera, reduciendo la necesidad de que el aire acondicionado trabaje más de lo necesario.
• Uso de termostatos programables o inteligentes: estos dispositivos permiten ajustar la temperatura del aire acondicionado de forma automática según nuestras rutinas diarias, evitando el funcionamiento innecesario del sistema cuando no estamos en casa.
• Cierre de cortinas y persianas: mantener las cortinas y persianas cerradas durante las horas más calurosas del día puede reducir la ganancia de calor solar, disminuyendo la carga de trabajo del aire acondicionado.

Más allá del ahorro en la factura de electricidad, utilizar el aire acondicionado de manera eficiente también ofrece varios beneficios ambientales.

La generación de electricidad para alimentar sus sistemas, especialmente en países donde la energía proviene mayoritariamente de combustibles fósiles, contribuye a la emisión de gases de efecto invernadero. Al reducir el consumo de energía, no solo se ahorra dinero, sino que además, se disminuye la huella de carbono.