Steve Jobs, cofundador de Apple, es un icono del perfeccionismo y la atención al detalle, virtudes que lo llevaron a construir uno de los imperios tecnológicos más grandes del mundo. Sin embargo, este mismo rasgo se expandió a su vida personal y situaciones tan cotidianas como la elección de un sofá, se convirtió en un proceso de casi una década.
Desde su infancia, Jobs fue influenciado por la creencia de que los detalles importan, incluso aquellos que no son visiblemente aparentes. De hecho, su padre adoptivo, Paul, le inculcó la importancia de la calidad, una lección que se manifestó en acciones tan simples como la construcción de una cerca de jardín o tan complejas como el diseño de productos para la manzana mordida.
“Un gran carpintero no usará una madera pésima para la parte posterior de un gabinete, aunque nadie lo vaya a ver”, estas palabras repetidas por legendario visionario reflejan la profundidad de esta filosofía que se aplicó en la concepción del primer Mac.
En ese momento, Jobs instó a su equipo a “querer que sea lo más hermoso posible, incluso si está dentro de la caja”, señalando que no solo se trataba de una búsqueda estética, sino también un compromiso con la calidad intrínseca de los productos que desarrollaba.
Cómo fue la larga selección de un sofá por parte de Jobs
Cuando llegó el momento de amueblar su propia casa, Jobs y su esposa Laurene Powell enfrentaron el desafío de elegir un sofá. Este proceso, que para muchos podría ser una tarea relativamente rápida y sencilla, se convirtió en un periodo de deliberación de ocho años para la pareja.
La demora se debió a la búsqueda incansable de un asiento que no solo fuera estéticamente agradable, sino que también encapsulara los valores de diseño y calidad que Jobs consideraba esenciales.
Powell relató cómo “la gente se burlaba de nosotros porque en nuestra casa no podíamos ponernos de acuerdo en elegir un sofá o sillas”, incluso destacó que “durante muchos, muchos años no tuvimos ninguno de los dos, principalmente porque había muchos detalles en los que teníamos que estar de acuerdo”. Tras el largo debate “finalmente lo hicimos, pero creo que tomó unos ocho años”.
A su vez, figuras del periodismo como Kara Swisher destacaron que en entrevistas, Jobs solía estar de pie o apoyado sobre mesas, evidenciando así su singular hábito doméstico de prescindir de un sofá. Una elección de estilo de vida que se alineaba con su preferencia por espacios minimalistas y su creencia de que cada objeto en su entorno debía ser elegido con un propósito y reflexión significativos.
La historia del sofá no es solo una curiosidad sobre un empresario famoso, sino una ventana a la mente de un individuo cuya visión del mundo y atención meticulosa al detalle cambiaron la forma en que interactuamos con la tecnología y concebimos el diseño en nuestro entorno cotidiano.
Jobs también se tomó su tiempo para elegir una lavadora
Jobs dedicó dos semanas de búsqueda antes de seleccionar una lavadora para su hogar, optando finalmente por un modelo de la marca alemana Miele, debido a que reflejaba su filosofía al integrar diseño, funcionalidad y responsabilidad ambiental.
De hecho, la elección de una marca europea estuvo fundamentada por su consumo reducido de agua, durabilidad y el cuidado en el trato de las prendas, alineándose con los valores del visionario tecnológico hacia la sostenibilidad y la eficiencia.
El magnate valoraba productos que, aun siendo inicialmente más costosos, garantizaban una mayor durabilidad y menor impacto ambiental, lo cual es emblemático de una era previa a la actual preocupación global por el ecologismo y la eficiencia energética.