Tener que imprimir un documento es una tarea cotidiana y una solución que muchos toman es ir a una tienda de barrio, enviar un correo con el documento y pedir que lo impriman. Sin embargo, detrás de esta sencilla labor hay detrás muchos riesgos y nuestra información está en peligro.
Normalmente, los documentos que imprimimos tienen datos personales, como documentos de identidad, direcciones, registro de salud, datos laborales y una larga lista de información que no conviene que esté en manos de otros. Pero el momento de compartirla mediante de correo estamos entregando muchos datos que ya no están en nuestro poder.
Los riesgos de imprimir en tiendas de barrio
Cuando enviamos nuestros archivos por correo electrónico a una papelería para su impresión, estamos confiando en que nuestros datos estarán seguros.
El principal peligro radica en la vulnerabilidad de nuestros datos personales. Desde documentos confidenciales hasta fotografías privadas, cualquier archivo que enviemos podría quedar expuesto a ojos no deseados. La realidad es que, una vez que entregamos nuestros archivos a una papelería, perdemos el control sobre quién puede acceder a ellos y cómo se utilizan.
El hecho de que nuestros documentos se almacenen en el correo electrónico de una papelería plantea una serie de preguntas inquietantes. Quién tiene acceso a esta bandeja de entrada o qué medidas de seguridad se implementan para proteger nuestros archivos.
La falta de transparencia en este proceso deja a los usuarios en una situación de vulnerabilidad, sin saber realmente quién podría estar revisando o incluso copiando sus documentos.
El riesgo no se limita solo a documentos personales. La impresión de entradas de eventos o proyectos confidenciales también puede exponernos a posibles ataques o usos indebidos de nuestra información.
Los códigos de barras de las entradas, por ejemplo, podrían ser fácilmente duplicados y utilizados por personas malintencionadas. Además, entregar proyectos laborales o académicos a una papelería para su impresión podría significar poner en riesgo años de trabajo y esfuerzo.
Cómo hacer protegernos ante esta actividad cotidiana
Si no tenemos una impresora en casa o alguien de confianza que nos haga el favor, no hay otro camino que ir la tienda del barrio e imprimir lo que necesitamos. Por eso es importante tomar medidas de protección y hacer el proceso con el mayor cuidado posible.
Una opción es evitar enviar archivos por correo electrónico a papelerías y, en su lugar, optar por métodos más seguros, como el uso de memorias USB. Al entregar un dispositivo de almacenamiento físico en lugar de enviar archivos por correo electrónico, reducimos el riesgo de que nuestros documentos caigan en manos equivocadas, ya que se realiza la impresión y nos llevaremos el archivo a casa.
Otra alternativa es pedirle a la persona encargada del lugar que borre el archivo de su computador y cerciorarnos de que lo haga. También podemos proteger el archivo con alguna clave y de esa forma les será difícil abrirlo una vez no estemos presentes.
Sin embargo, la solución más efectiva para proteger nuestra privacidad al imprimir documentos es tener una impresora personal en casa o en la oficina. Esto nos brinda un control total sobre el proceso de impresión y evita que tengamos que confiar en terceros con nuestra información sensible. Aunque pueda requerir una inversión inicial, a largo plazo, tener una impresora personal resulta ser la opción más segura y conveniente.
Por qué no responder “sí” en llamadas de números desconocidos
El Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE) de España emitió una alerta crucial en respuesta al notable incremento de estafas telefónicas empleando una técnica fraudulenta conocida como vishing.
Esta modalidad de engaño consiste en que los estafadores, a través de llamadas telefónicas, buscan grabar la voz de las víctimas al inducirlas a responder afirmativamente con un simple “sí”.
Dicha grabación puede ser utilizada posteriormente por los delincuentes para llevar a cabo actividades fraudulentas, como autorizar operaciones financieras o suscribir servicios sin consentimiento de la persona afectada.
Este tipo de fraude se ha visto potenciado por la costumbre arraigada en diversos países, sobre todo de habla hispana, de contestar llamadas con una palabra corta como “¿sí?”, representando así un riesgo significativo para la seguridad personal de cada individuo.