El acompañamiento de los tutores o padres de familia cuando un niño utiliza redes sociales es fundamental para su desarrollo social, seguridad en línea e incluso, integridad física.
Prueba de esa importancia es la decisión legislativa que se adoptó en el estado de California debido a que su gobernador, Ron DeSantis, sancionó una ley que establece que los menores de 14 años no podrán acceder a las redes sociales y jóvenes de 14 y 15 años, solo pueden ingresar a estas plataformas con un permiso por parte de los padres.
Esta medida legislativa evidencia la preocupación en aumento sobre las posibles consecuencias que el uso precoz y sin regulación de las redes sociales puede tener en el bienestar emocional y psicosocial de los jóvenes.
Qué problemas de salud mental existen en los menores
“A algunos expertos les preocupa que los adolescentes se sientan más ansiosos y tengan una menor autoestima debido a las redes sociales y al uso de mensajes de texto”, afirma Rachel Ehmke, exredactora jefe del Child Mind Institute, organización enfocada en la salud mental infantil de Estados Unidos.
Una de las principales raíces de los problemas emocionales que pueden generar las redes sociales en niños son las interacciones virtuales.
Las dinámicas de las interacciones en línea distan considerablemente de las interacciones presenciales, sobre todo en aspectos como la autenticidad y la calidez humana. Sin embargo, para los menores, identificar estas diferencias se vuelve un desafío dada su temprana edad y su escasa experiencia en el ámbito social y emocional.
“En los tiempos antiguos, cuando un niño iba a romper contigo tenía que tener una conversación contigo. O al menos tenía que llamar “, dijo Donna Wick, psicóloga clínica y del desarrollo, quien fue citada en el artículo del instituto estadounidense.
“En estos días, podría desaparecer de tu pantalla, y tú podrías nunca llegar a tener la conversación sobre… ¿qué hice?”, agregó.
Las interacciones presenciales disponen de elementos ausentes en las digitales: el lenguaje corporal y las expresiones faciales.
Asimismo, en las interacciones cara a cara, no existe la posibilidad de meditar extensamente para dar con la respuesta ideal. “No podemos controlar que nuestra apariencia sea precisamente la que deseamos transmitir. Ante un conflicto, debemos aprender a reaccionar de manera inmediata,” señala el instituto de salud mental infantil.
Autoestima en los niños y adolescentes
En redes sociales, el contenido suele estar hiper curado: las personas tienen una apariencia impoluta y sus vidas son perfectas.
Otro gran problema es que suele ser común es que los niños se sientan mal consigo mismos cuando ven a todo el mundo en internet viviendo de la mejor forma.
Frecuentemente, los adolescentes tratan de compensar esta falta compartiendo imágenes que los muestran en una luz perfecta. Sin embargo, cuando su identidad en las redes sociales no refleja sus sentimientos reales, pueden terminar sintiéndose aún más insatisfechos.
Cifras confirman el deterioro en la salud mental
Un estudio llevado a cabo por la Royal Society of Public Health indagó entre adolescentes y jóvenes adultos, de 14 a 24 años, en Gran Bretaña, sobre el impacto de las redes sociales en su bienestar y salud mental.
Los resultados mostraron que plataformas como Snapchat, Facebook, Twitter e Instagram fomentaban el aumento de sentimientos de soledad, ansiedad, depresión y visiones negativas de su imagen corporal.
¿Qué pueden hacer los padres?
Para reducir las consecuencias adversas del uso de redes sociales en los jóvenes, resulta fundamental establecer restricciones y monitorear su actividad en estas plataformas.
Los responsables de su cuidado pueden incentivar que los niños participen en actividades presenciales que refuercen la confianza en sí mismos y las competencias sociales, tales como la práctica deportiva o las artes.
Es esencial promover el diálogo abierto sobre los sentimientos y experiencias en las redes sociales, ofreciendo un espacio seguro para expresar inquietudes o ansiedades.
“Parte de la autoestima saludable es saber cómo decir lo que pensamos y sentimos, incluso cuando no estamos de acuerdo con otras personas, o si se siente como algo emocionalmente arriesgado”, señala Steiner-Adair, psicóloga clínica del Child Mind Institute.