La tecnología es una danza de precisión. Construir una pieza de hardware requiere mucho más que tornillos y cables. Cada elemento tiene un lugar y orden para que al final, cuando oprimamos el botón de encendido, todo se ejecute de manera perfecta y podamos acceder a un mundo digital creado por manos humanas.
Armar un computador es una experiencia que para los expertos es una tarea diaria, pero para quienes no tenemos esa vivencia en nuestra rutina es como hacer arte, es construir una obra en la que todo tiene su momento y espacio. Es como darle vida a objetos inertes.
Del desorden a la perfección
Gran parte de mi vida he estado interactuando con computadores. Recuerdo que en mi casa mi mamá trajo el primero por su trabajo y, como muchos, mis primeras interacciones fueron jugando y haciendo tareas. Y dentro de todo lo que sucedía en ese momento al usarlo, había un par de cosas que me causaban mucha curiosidad: cómo la impresora sabía qué letras pintar y cómo estaba ordenada toda la base por dentro para que se viera algo en pantalla.
La primera de ellas nunca la descubrí, aunque hoy ya supongo cómo funciona. Pero de la segunda ya tuve finalmente la respuesta.
AMD nos invitó a vivir una experiencia que parece algo natural en los tiempos de hoy: armar un computador.
Por eso cuando llegamos encontramos todas las piezas sobre la mesa y una base desocupada, que teníamos que llenar de todos esos componentes para hacer que encendiera. Y ahí arrancamos.
Siempre estuve oyendo sobre la placa madre o la motherboard y por fin entendí su significado. Es la base que ordena todo, la que hace posible que sus hijos sepan dónde deben estar y cómo trabajar solos y en conjunto.
Iniciamos instalando el procesador en su ubicación y el peso de ese pequeño chip se sentía en la mano, era evidente que estamos empezando por una pieza fundamental. Luego pasamos a la memoria RAM, la que permite ejecutar los programas y que hoy es un elemento clave en el gaming, el diseño y el desarrollo.
El siguiente paso fue ubicar la memoria de almacenamiento y ahí muchos se empezaron a preguntar dónde estaba el disco duro, el del pasado. Pues esa pieza grande, que pesaba, ya no presente y su lugar lo ocupa una pequeña tarjeta, que mediante chips hace el mismo trabajo y con mayor eficiencia.
Terminamos de montar la placa madre ubicando el ventilador sobre el procesador y quedo lista nuestra primera parte de la obra. El boceto estaba listo para ser pintado.
Pasamos ahora sí a la torre. Quitamos unos cuantos tornillos y llevamos la motherboard a su interior, para seguir apretando unas tuercas y que empezara a tomar forma. En ese punto pensé: ‘no está tan complicado como creía’. Hasta que llegó el momento del desorden.
Lo que debíamos hacer a continuación era ubicar todos los cables que estaban dentro de la torre a la placa madre, muchos de ellos estaban desordenados y la idea era ubicarlos de una manera estética para que el diseño final no fuera un caos, además se corría el riesgo de que algún cable suelto afectara el trabajo de los ventiladores.
Aunque conectar cada uno de los cables a la placa no es una tarea complicada, porque todo tiene un orden y cada cosa está diseñada con tanta precisión que deben encajar perfectamente con los espacios que están destinados. El verdadero problema fue hacer que todos esos cables quedaran ubicados de una manera estética y se vieran bonitos.
Así que hicimos lo que pudimos, conectamos la fuente de poder y entre el caos de más de una decena de cables la obra parecía estar lista.
Después de pintada, empezamos a pulirla. Cerramos la torre volviendo a poner los tornillos, sin que nos sobrara ninguno como suele ser costumbre, y ya solo quedaba presentarla ante el público.
Contactamos la torre a la energía y lo que en algún momento eran componentes sueltos, cables desordenamos y ventiladores sin atornillar, se convirtió en una perfecta obra de arte, pintada con luces RGB que es capaz de abrirnos la puerta a un universo digital de posibilidades y que demuestra que esta es una tarea que cualquiera pueda hacer en su casa.