El argentino que más sabe de Burning Man, el evento en el desierto que eligen los referentes de Silicon Valley

El encuentro, al que asisten más de 70.000 personas cada año, consiste en una ciudad temporaria en Nevada, Estados Unidos. El emprendedor de tecnología, Ignacio Roizman, asistió a 8 ediciones y conversó con Infobae sobre el evento.

"Una ciudad en el desierto. Una cultura de posibilidad. Una red de soñadores y hacedores". Así describen desde la cuenta oficial de Burning Man en Twitter, el espíritu del evento que cada año toma lugar en el desierto de Nevada, Estados Unidos.

No es un festival, aclaran desde la organización. Es una comunidad en una ciudad temporaria denominada Black Rock City, con un "monumento sagrado": The Man. Es un hombre de madera gigante que será quemado al final del encuentro.

Después de una semana, se levantará la ciudad y no quedarán rastros de que allí ha habido vida. Volverá a ser desierto.

Burning Man: una ciudad temporaria en el desierto (Dust to ashes)

Su creador, Larry Harvey, murió el 28 de abril de este año, a los 70 años. Junto a sus socios Harley Dubois, Marian Goodell, Michael Mikel, Will Roger Peterson y Crimson Rose llevaron adelante el encuentro, desde 1998. En 2013, Burning Man se convirtió en una organización sin fines de lucro.

Larry Page y Sergey Brin, creadores de Google, han visitado varias veces, desde 2004, el Burning Man. Otros empresarios tecnológicos como Elon Musk, Jeff Bezos o Mark Zuckerberg también se han sumado. Y hay más. Fundadores de startups y referentes de Silicon Valley forman una lista exquisita de talentos "techie" que asiste al encuentro.

En la Argentina, Ignacio Roizman, emprendedor en tecnología y publicidad digital, es quien más sabe de Burning Man en el país. Es organizador de la pequeña comunidad argentina (cerca de 45 personas) que irá este año al evento, que comienza el 26 de agosto.

Además, Burning Man tiene una red de más de 200 encuentros regionales alrededor del mundo que siguen sus principios (son 10). En la Argentina se realiza bajo el nombre de Fuego Austral, el primer burn regional oficial de Latinoamérica, del cual Roizman es uno de los organizadores.

Durante una entrevista brindada a Infobae, el emprendedor de 42 años explica la filosofía de Burning Man y por qué es tan atractiva para los referentes que trabajan en tecnología e innovación.

Roizman, con su mujer y su hijo, en la edición 2017 de Burning Man

– ¿Cuándo fue la primera vez que escuchó hablar del Burning Man?

– Fue en noviembre del 96. Me llegó una revista Wired, en ese momento estaba trabajando en Microsoft y me mandaron la revista. En la tapa aparecía una estatua de un hombre de madera prendida fuego y un montón de gente abajo que yo no sabía qué estaban haciendo. Cuando vi el artículo, siempre me dieron ganas de ir, pero recién en el 2011 fui por primera vez.

– ¿Cómo es la experiencia de haber asistido ya 8 veces?

– Y, cada vez que vas es distinto. Van cambiando, obviamente, las instalaciones que hay, las propuestas que hay. Siempre es una experiencia muy intensa, muy desestructurada, que te desafía mucho las rutinas. Para mí, es un momento del año donde hago un reset completo. Es una desconexión de todo, los primeros años no había ni un poco de conexión.

Grandes instalaciones en Burning Man (Dust to ashes)

– No hay internet…

– No hay… Ahora, cada año, con las tecnologías mejorándose, muchos elegimos que no haya, y ponemos en modo avión el teléfono. Una semana en modo avión, es sagrado. Sagrado. Creo que una de las partes más importantes de la experiencia es esa desconexión absoluta del mundo externo, que te permite una inmersión en ese momento en lo que estés participando o viviendo con la persona que estés, en el lugar que estés.

– Es una ciudad que se crea en el desierto y después se destruye. ¿Cómo es su infraestructura?

– Bueno, es una ciudad temporaria. Durante una semana es la tercera ciudad del estado de Nevada, con 70.000 personas que van todos los años. El proceso de armado comienza casi un mes antes del inicio del encuentro, donde van grupos que específicamente van a hacer el trazado de la ciudad, y después caen los campamentos. Muchos llegan una semana antes de la apertura de las puertas. Lo que tiene esa ciudad es que es muy descentralizada. O sea, no hay una producción o un gobierno que coordine qué es lo que se arma y lo que no. Todo lo que está ahí está armado por la gente que va a participar a través de los campamentos o de forma individual. Hay hospitales, hay aeropuerto, hay teatros, hay restaurantes, lo que se te pueda ocurrir.

– ¿Cómo son los perfiles de las personas que asisten?

– Hay de todo: gente de todos los países, principalmente de Estados Unidos, de San Francisco, pero hay gente de todo el mundo, de Latinoamérica, de Europa, de Asia. Nosotros un año colaboramos con gente de China y de Canadá en un proyecto, de Rusia hay un montón, de Lituania… Es una comunidad global, y de todas las edades. Hay hasta chicos, de meses, yo fui con mi hijo bebé el año pasado. Hay gente de setenta años o más.

El pequeño hijo de Roizman en la edición 2017 de Burning Man

– Muchos referentes de Silicon Valley deciden ir cada año o fueron varias veces. ¿Cuáles podrían ser sus búsquedas?

Hay una analogía, que tiene mucho que ver con la tecnología, con el emprendedurismo. En Burning Man está todo por hacer. Es un contexto que es casi como una zona autónoma, sin reglas. Todo eso cumple con las leyes locales, pero hay un montón de reglas típicas en una ciudad, si uno quiere construir algo, que no están. Esto permite explorar, permite construir, permite cruzar límites que, por ahí, en un contexto habitual, no cruzarías. La gente que va y que participa está abierta a ser parte de esa exploración y esa propuesta.

– Hace algunos años Tristan Harris, un ex empleado de Google, contaba que abandonó su trabajo como diseñador de software en la compañía, luego asistió a Burning Man y a su regreso, decidió crear Time well spent, un proyecto que busca humanizar la tecnología, a través del buen uso del tiempo. ¿Qué es lo que pasa en la mente de estos referentes cuando van a Burning Man?

– Mucho tiene que ver con pasar mucho tiempo adelante de una computadora, y, tal vez, no poder hacer tangible lo que uno hace, ¿no? Cuando he ido a a Burning Man, he participado de muchos proyectos donde había una construcción física y donde uno ponía el cuerpo para construir, y donde usábamos grúas, maderas, clavadoras neumáticas… Por un lado pasa por ahí. También es un contexto donde hay mucha gente de tecnología, y es un contexto muy amigable para relacionarse. La gente está muy abierta a interactuar con otros. Muchas veces, los que trabajamos en tecnología somos bastante tímidos para interactuar o entablar una conversación con alguien. Y ahí es como un safe place, un lugar seguro donde sabés que con cualquier persona que te sientes a charlar, hacer un chiste, o algo, va a ser bien recibido.

– ¿Dónde y cómo viven las personas que asisten a Burning Man?

– Hay de todo, desde campamentos con casas rodantes de rock stars, con gente que los atiende -es algo que están tratando puntualmente de eliminar-, hasta gente que duerme donde cae cuando tiene sueño. El clima es muy hóstil; creo que muchos estamos acostumbrados a estar sentados detrás de un escritorio, con aire acondicionado, con la cocina llena de snacks y bebidas para probar. Ir ahí es un desafío que, de alguna forma, nos provoca. Nos gusta bastante.

– ¿Qué sucede con el agua, los alimentos y el dinero en el Burning Man?

– El agua hay que llevársela, los alimentos también. Solamente se puede comprar hielo y café, el café es una especie de capricho irónico. Hay una especie de café central donde venden café espresso. Venden mate también. Y después hay hielo, por un tema de seguridad, para que la gente que lleva comida tenga una forma de mantenerla. Y hay algo que se llama "economía del regalo", no hay trueque tampoco. Lo que la gente lleva allá, lo que los campamentos comparten, son cosas que ellos eligen regalarte.

– ¿Es un espacio para el networking?

– Networking no hay. Es raro que hables de trabajo con alguien ahí. Es raro que le preguntes a alguien qué hace. La pregunta va más por "¿quién sos?", o "¿de dónde venís?", o "¿qué hacés acá?", o "¿con quiénes estás?". Yo me he enterado de proyectos de gente que viajó con nosotros y después, cuando volvimos, comenzar a hablar de qué hacía cada uno. No es explícita la regla pero implícitamente todos están buscando hablar de otra cosa, conectarse con la persona que tenes enfrente de otra forma, sobre todo porque no hay estereotipos. O sea, es raro que alguien esté vestido como su profesión, digamos.

Creatividad en Burning Man (Dust to ashes)

– ¿Qué tipos de proyectos se crean allí?

– Los proyectos que se crean son increíbles. Por ejemplo, este año hay un grupo que finalmente logró llevar un Jumbo entero. Fueron llevando la cabina del piloto hace dos años, y este año llevaron la otra mitad del avión. O proyectos como "El templo", que se construye todos los años y es la instalación más grande, que lo empiezan a construir en enero y febrero. Son meses y meses de trabajo de voluntarios, con aportes de dinero de un montón de gente también.

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