En el mundo, hay 253 millones de personas con discapacidad visual, según datos de fines de 2017 de la Organización Mundial de la Salud (OMS). De ese total, 36 millones tienen ceguera y 217 millones, discapacidad visual en diferentes niveles, de moderada a grave, también llamada "baja visión". Este último grupo incluye personas que, aun con ayudas ópticas (como anteojos o lentes de contacto), no pueden acceder a la lectoescritura.
Además, solo un 10% de los títulos impresos con tinta se encuentran disponibles en sistema Braille. Se estima que, del total de personas con discapacidad visual, solo el 15% está capacitado para entender ese sistema de lectura y escritura táctil. Por esa razón, la lectura auditiva es el medio principal para acceder a libros impresos, por ejemplo.
En este marco, la tecnología es clave para mejorar la calidad de vida de las personas con discapacidad visual. La tiflotecnología (tiflo significa 'ciego' en griego) investiga y desarrolla soluciones para estos usuarios.
En 1993, el argentino Rubén Battipede, ante la necesidad de un amigo que, a los 60 años, había perdido casi totalmente la visión, investigó qué dispositivos existían en el mundo para mejorar su calidad de vida.
"En esa investigación surgió la primera máquina de lectura parlante llamada Open Book. Consiste en una PC, un escáner y un software con OCR (sigla en inglés que significa 'reconocedor óptico de caracteres')", explica Battipede a Infobae.
Esto lo inspiró a seguir investigando. Poco tiempo después, importó una primera partida y agregó otros productos de escritura Braille y de magnificación de imágenes, hasta llegar hoy a 50 dispositivos.
Battipede, creador de la empresa Tecno Ayudas, señala: "El 0,3% o 0,4% de la población, tanto en la Argentina como en el mundo, es ciega y el 2,4%, con baja visión. Los gastos de I+D (investigación y desarrollo) de las tiflotecnologías son distintos a productos masivos".
A diferencia de un smartphone o una impresora, los productos tiflotecnológicos se venden a menos del 3% de la población a nivel mundial. "Entonces los gastos de I+D deben prorratearse entre muy pocas unidades", agrega.
En la Argentina la ley 24901 protege a personas con discapacidad. "Las obras sociales y las empresas de medicina prepaga deben proveer elementos tiflotecnológicos a toda persona que disponga de un certificado de discapacidad vigente. En muchos casos no se cumple esta ley, para ello es posible requerir judicialmente un recurso de amparo", señala Battipede.
El problema a nivel global es que el 90% de las personas con discapacidad visual vive en países de ingresos bajos, según la OMS, que está elaborando un Informe Mundial sobre la Visión que dará a conocer este año.
Además, los dispositivos de tiflotecnologías suelen tener precios elevados. Sin embargo, el 28% de las personas que padecen discapacidad visual moderada y grave están en edad de trabajar.
No se trata de un complemento más para vivir, sino de un dispositivo que puede ser esencial para una persona con discapacidad visual. Infobae destaca 5 tiflotecnologías que pueden mejorar la calidad de vida de estos usuarios.
De Israel a la Argentina: Orcam MyEye 2.0
Es uno de los productos más innovadores a nivel global, disponible en la Argentina. Se trata de un dispositivo portátil con una cámara y un pequeño altavoz, a simple vista. Se fija de forma magnética a la patilla de un anteojo.
De 12 x 5 cm, pesa 22 gramos, y sirve de asistente inteligente. Puede leer en voz sintetizada y de forma instantánea textos impresos o digitales. Solo es necesario dirigir la vista hacia el objetivo o señalarlo con el dedo. Tiene una batería recargable, que dura hasta 2 horas. Su precio es USD 6.000.
La segunda versión (2.0) de este dispositivo de la empresa israelí OrCam Technologies Limited no tiene cables, tampoco conexiones Bluetooth o wifi. Habla inglés y español, y puede leer libros, etiquetas, billetes o nombres de calles. También detecta colores e identifica hasta 150 diferentes productos envasados y hasta 100 rostros, que nombrará al momento de observar.
Mónica Aguero, licenciada en Psicología, tiene 64 años, vive en Rosario y trabaja desde su casa. "Tengo baja visión, todavía soy bastante independiente. Mi problema es maculopatía miópica, llamada también 'ceguera virtual'. Soy una ferviente lectora y mi tipo de maculopatía tiene una consecuencia terrible: no podés leer", explica a Infobae Aguero.
Esta situación la llevó a averiguar qué tecnologías disponibles en la Argentina podían ayudarla a, principalmente, leer libros. "Así, llegué a OrCam 2.0, me permite también leer carteles. Me gusta mucho viajar sola y no puedo ver en qué calle estoy, un mapa. Y el dispositivo me permite leer una calle", asegura la psicóloga.
Por su parte, Milagros Soria vive en La Rioja, tiene 19 años y es ciega desde su nacimiento. A través de una espontánea campaña de financiamiento colectivo, pudo recaudar $120.000 para comprar el dispositivo.
"Navegando en Facebook, me apareció una promoción que hacían los de OrCam. Lo leí, quedé impresionada. Una persona ciega siempre espera nuevos dispositivos y eso era tremendo. Les dije a mis papás que quería viajar a Buenos Aires para conocer el dispositivo. Viajamos, los probé y no hay palabras que puedan describir lo que sentí al leer. Podía estar sentada leyendo un libro y eso para una persona ciega es hermoso", expresa a Infobae Milagros.
Continúa: "En ese momento valían $90.000 y era un precio inaccesible para mí y mi familia. Se me ocurrió ir a una radio de acá, que se llama Fénix, a contar lo que me pasaba, quería darle difusión. Fui al programa Las cosas son como son, conté de mi vida. Y cuando hablé del dispositivo OrCam, por qué lo necesitaba, hubo un oyente que donó $10.000".
Con esa donación orgánica, surgió la idea. Si 2.000 personas donaban $40, podían llegar a los $80.000 que faltaban para comprar el dispositivo. "En una semana juntamos más de $120.000. Empezó siendo mi sueño y se convirtió en el sueño de toda una provincia", expresa Milagros.
Emocionada, Milagros dice que lo que logra a través del dispositivo israelí es un sueño que creía inalcanzable. "Es explorar el mundo de otra manera, es ver sin ver. En el colegio, de verdad que me solucionaron la vida. Puedo leer como todos mis compañeros en fotocopia. Puedo leer la pantalla de la computadora, del celular, puedo ir al supermercado sin la ayuda de nadie. Son las alas que me faltaban para terminar de ser del todo independiente", finaliza.
Magnificador, una gran lupa
Un magnificador portátil permite básicamente ampliar el tamaño de las letras o imágenes. La Biblioteca Nacional Mariano Moreno cuenta con esta tecnología en su sala de lectura para ciegos.
La sala cuenta con un magnificador de caracteres color (tele-lupa), un lector personal informático y software de lectura de pantalla sonoro. Tiene acceso al catálogo general de la Biblioteca, audición de CD de música, audición de revistas sonoras, consulta de gráficos en relieve y consulta de material tridimensional, entre otras cosas, según explican desde la institución a Infobae.
Mensualmente reciben entre 60 y 100 consultas presenciales, telefónicas o vía email. Entre 20 y 30 usuarios reciben atención personalizada en la sala, llamada Vicente G. Quesada, creada el 22 de septiembre de 1993. Ingresó como sala en la estructura de la Biblioteca Nacional en 1998.
En 2017, desde la Biblioteca Nacional hicieron una campaña a través de la plataforma IdeaMe para recaudar fondos para una nueva máquina para la sala, que no se renovaba desde hacía 20 años. Lo recaudado sirvió para comprar un video magnificador de 19″.
El modelo denominado Panda tiene 3 botones, posee autofoco y es blanco y negro. Existen otros modelos más pequeños y con más tecnología, como el Clover con pantalla de 10.1″ y cámara de 12MP, con enfoque automático.
Este modelo tiene joystick de movimiento, posibilidad de incluir modo de color, de capturar, guardar y reproducir las imágenes, y posee conexión vía HDMI, entre varias especificaciones. Otro modelo es el Snow 7 HD Plus, con varias características en común, por USD 2040 (más IVA).
Máquina de lectura parlante
Un dispositivo integrado de lectura instantánea para ciegos. Eso es Eye Pal Solo, aparato que lee a través de un altavoz todo tipo de publicaciones, como libros, revistas o boletas de servicios.
No requiere el uso de una computadora. Se coloca lo que se desea leer sobre el dispositivo y este hará su trabajo. Se carga directamente al toma corriente. No importa cómo sea la posición de la página a leer, se puede apoyar en cualquier orientación.
Para detener la lectura, el usuario solo debe mover su mano por encima de la página. El dispositivo pesa 3,2 kg y vale USD 3447 (más IVA).
EyeSynth, anteojos para ciegos
Desarrollado en España, en la provincia de Castellón, este dispositivo se presenta en forma de gafas que registran en 3D su alrededor, lo procesan y traducen en sonidos. La idea es que el usuario pueda tener una percepción más acertada de lo que lo rodea.
Este anteojo para ciegos tiene dos cámaras y la información se procesa en un miniordenador incorporado. El sistema se actualiza hasta 60 veces por segundo.
Este tipo de tecnología requiere aprendizaje por parte del usuario, pero lo interesante es que los sonidos son transmitidos a través de conducción ósea, por los huesos de la cabeza.
La idea es que la percepción del entorno sea más acertada. Si una persona pasa cerca del usuario del lado derecho, este sentirá sonidos en su oído derecho.
En el sitio de EyeSynth ya está disponible la preventa de este dispositivo, por 412,40 euros.
Un interesante prototipo: FingerReader
Es un desarrollo del MIT Media Labs y funciona como un wearable, es decir, una tecnología de vestir. Es un anillo que, a través de una cámara, puede leer textos con una voz sintetizada.
Es un prototipo, impreso en 3D, que tiene un software que sigue el movimiento del dedo (la persona debe indicar lo que quiere leer y ahí estaría la dificultad para personas con ceguera). El sistema procesa la información y lee. Si el usuario se desvía de la línea de lectura, el anillo vibra.
FingerReader llevó 3 años de desarrollo de software y aún no tiene precio, aunque planean llevarlo al mercado, con algunas modificaciones.
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