"En este preciso instante, la mitad de las personas del mundo están conectadas a Google, Microsoft, Facebook, Apple y Amazon. En los últimos años, las plataformas tecnológicas se convirtieron en las empresas más ricas del planeta sin usar la violencia. Su poder se consolidó gracias a los millones de usuario como nosotros que les confían su atención y datos a través de teléfonos móviles y algoritmos".
El texto pertenece a Los dueños de internet, un libro escrito por Natalia Zuazo, que es licenciada en Ciencias Políticas y magíster en Periodismo. Allí, la autora analiza en detalle cómo fueron construyendo poder los gigantes tecnológicos a lo largo de los años. Pone la lupa sobre algunos conceptos que se suelen usar para legitimar el avance de estas compañías e invita a reflexionar sobre la necesidad de politizar la tecnología para lograr una distribución más equitativa de los beneficios que vienen de la mano de la economía digital.
-¿Por quién está formado "el club de los cinco"?
-Yo los llamo "el club de los cinco", algunos los llaman GAFAM, o de distintas maneras. Yo parto de una idea, que es que cada una de estas compañías, las plataformas tecnológicas, son a la vez productoras de sus propios mercados. Google domina el mercado de la big data pero a la vez es quien más capacidad predictiva tiene de nuestros consumos a futuro. Lo que hoy Google tiene de datos y la eficiencia de su tecnología ha hecho que se apropie de ese mercado porque tiene un producto muy bueno y a la vez un gran poder. Facebook se adueñó del mercado de las noticias y también genera roces con otros actores anteriores como es el periodismo, las compañías de comunicaciones y con la política, porque tiene un rol muy importante en cómo la gente se informa hoy en día. Microsoft tiene un rol muy importante en educación. Se ha posicionado como el gran líder de tecnología educativa, lo cual a veces hace que tome decisiones sobre política educativa y esas decisiones dejen de tomarlas quienes deben tomarlas, que son los funcionarios encargados de hacer la política. Empieza a pasar eso, que al ser tan importantes, la política terceriza en las empresas de tecnología las decisiones y los países dejan de ser dueños de esas decisiones. En el caso de Uber pasa lo mismo, lo tomo como un caso de una empresa que va a todos los países a ofrecer lo mismo, es una empresa de tecnología que se queda con los recursos, que se queda con el 25%, 30% de todos los viajes y sin embargo se vende para afuera como una economía colaborativa, sin embargo lo que yo cuento en ese capítulo es que utilizan recursos de bienes públicos en una ciudad, no pagan impuestos, cómo vamos a trabajar con esas contradicciones y cómo así se apropian de un mercado que quizás debería estar más distribuido.
-La idea de que con internet o estos negocios crece la democracia y las posibilidades de generar emprendimientos y de que haya una distribución de riqueza, ¿para usted no es cierto?
-Recurro a mi rol de politóloga, es decir, la democracia en realidad es un sistema de consenso que lleva mucho tiempo y lleva trabajo, lo acabamos de ver con la media sanción de la ley de legalización del aborto: fue un proceso que llevó muchas negociaciones, y que genera conflicto y que hay que negociar. La tecnología no es diferente. Y la democracia no necesariamente progresa porque haya tecnología en el medio. De hecho en la votación por el aborto, un diputado usó una plataforma tecnológica pero finalmente votó en contra de lo que decía esa plataforma. O sea que la tecnología no tiene nada que ver con la democracia per se. Y lo que yo digo, hacia el final del libro, es que lo que está pasando ahora en las iniciativas más innovadoras respecto de la tecnología en Barcelona o en Rosario son procesos que llevan mucho tiempo. Digo que la tecnología esté involucrada en la toma de decisiones, que pueda ayudar y que se pueda hacer política con la tecnología, pero que eso no nos evita un proceso de toma de decisiones que es largo, porque si hay intereses en conflicto va a haber que negociarlos. Y muchas veces, la tecnología parece que hace magia y resuelve esos conflictos y en realidad siguen estando y lo que hay que hacer es negociar.
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-¿Entonces hay un costado político o nosotros debemos añadirle ese costado y permitir que los estados controlen para que se mejoren las condiciones?
-Digo que hay que politizar la tecnología y ¿qué es politizar la tecnología? Es preguntarnos para qué la queremos. En el capítulo de big data yo hablo mucho de los algoritmos y cómo las fórmulas algorítmicas, matemáticas, los códigos de la computación están tomando decisiones para darle un crédito a una persona en un banco, para darle una vacante en la escuela, para un sistema de salud, etc y por ahora esas decisiones son, en general, decisiones llevadas adelante por la eficiencia económica y en realidad tenemos que poder utilizar esa misma tecnología para tomar decisiones con un criterio que sea de beneficio social para los ciudadanos. Hay que lograr un equilibrio entre ese beneficio económico que obviamente va estar, y también decisiones que equilibren el poder entre los ciudadanos. Pongo un ejemplo de la ciudad de Barcelona, que fui allá, hice una investigación, y es que internet además de proveerse por grandes compañías, ellos también están promoviendo compañias de telefonía, de comunicaciones que tienen un criterio más cooperativo, que van más allá del gran mercado y que ofrecen, en ciertos barrios, sistemas más pequeños pero más justos en términos de precio, calidad, de no cortarle el servicio de una a una persona que no puede pagarlo. Esas son negociaciones. Parecen ejemplos pequeños pero hacen la diferencia. No es lo mismo un algoritmo que evita darle un crédito a personas que no lo puede pagar. La pregunta es qué pasa con esa persona que quiere pedir un crédito, no lo puede pagar y también necesitan un crédito y cuyas decisiones de vida van a involucrar cada vez más algoritmos. Lo que yo digo es ojo que estas fórmulas toman decisiones sobre nuestras vidas y muchas veces no lo sabemos.
-¿Habría que entrenar a los algoritmos de forma diferente?
-Sí, digo que hay que entrenar a los algoritmos de forma diferente, que no siempre necesariamente tienen que ser las empresas o los programadores los que tienen que estar en la construcción de esos algoritmos, sino que tienen que estar involucradas otras personas. O que esos mismos programadores tienen que tener más consciencia de que esos algoritmos van a tomar decisiones sobre las vidas de las personas, entonces tienen que llevarlos a tomar decisiones que involucren un interés social o que las personas que contratan a esas fórmulas, algoritmos, empresas para tomar decisiones políticas se tienen que asegurar de que las decisiones sean justas. La tecnología no tiene que llevarnos a más desigualdad digo yo, sino que tienen que servirnos para volver a un sistema que genere más igualdad porque lo que vemos hoy es que hay mucha desigualdad. Y si la gran mayoría de los millonarios del mundo tienen que ver con empresas de tecnología algo tendrán que ver con la desigualdad.
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-Y usted piensa que no son inocentes…
-Por su puesto que no son inocentes. Uno de los casos donde comprobamos la no inocencia de uno de ellos es en el caso de Mark Zuckerberg y Cambridge Analytica. Es interesante que hayamos titulado "fue un escándalo y fue una filtración" cuando en realidad sabíamos que las empresa, que es Facebook, venía compartiendo datos con terceros, con otras empresas, ahora no lo hace más, pero sabíamos que lo venía haciendo hace un tiempo y que las consecuencias podían llegar, por ejemplo, a la manipulación de una campaña política. Tal vez no lo queríamos ver o estábamos un poco fascinados con el poder de Facebook en otras cuestiones, por ser un modelo donde se podía generar un contenido distinto, nuevo y de repente dijimos: "Ahí está pasando algo, estos poderosos o Mark Zuckerberg ya tiene demasiado poder". Porque en realidad es una regla de la política. El poder no es un absoluto, es una relación y en este momento de la relación la tecnología tiene mucho poder y la política perdió el poder entonces, yo creo que ahí lo que está pasando es que tenemos que recuperar un poco el equilibrio en esa relación entre la tecnología y la política.
-Usted describe a Facebook como "el guardián oscuro de la información". Hoy leí un informe que decía que la red social está perdiendo credibilidad como un espacio para informarse con noticias y que los usuarios están volcándose cada vez más a los medios que consideran más confiables. ¿Qué piensa de esta tendencia?
-Me parece interesante que esté pasando esto por lo que veníamos hablando. Tienen tanto poder y nos acostumbramos tanto a informarnos por ese medio que si de repente nos dicen ese medio no es tan transparente como pensamos, sobre todo cuando no podemos…Yo digo que el punto principal con Facebook es que nos organiza la información pero nosotros no sabemos con qué criterio organiza esa información porque la empresa no lo dice, entonces es difícil confiar. Nosotros, en los medios tradicionales sabíamos cómo estaba organizada una portada, o en los medios digitales sabemos que hay un editor pero ¿cuál es el editor de Facebook? Y Facebook que, al mismo tiempo, dice "soy un intermediario". El gran problema, y me parece que por eso puede estar sucediendo esta retracción de los usuarios e informarse por otros lados, es que si no nos dicen cómo eligen la información por nosotros, nosotros vamos a querer retomar la elección y elegir un poco más, ¿no?. Y con la tecnología, cuando yo estudio estas historias, porque en realidad son historias de empresas y nuestra relación con las empresas, siempre hay un momento en que les damos mucho, en un momento de estar maravillados con lo nuevo y después decimos: "Bueno, ya le di mucho puedo volver a hacer otra cosa o ¿qué más puedo hacer para protegerme?". Hay un ida y vuelta entre la libertad y el miedo, que son otros dos sentimientos que yo creo que siempre están en juego con la tecnología, que son contradictorios, pero que están todo el tiempo, chocando.
-¿Cómo es ese juego entre la libertad y el miedo a las nuevas tecnologías?
-Todas las tecnologías siempre, al principio, generan un miedo, el miedo inicial a lo nuevo: ¿qué va a pasar con esto?, ¿cómo nos va a afectar como sociedad?, ¿nos va a quitar el trabajo?, entonces la rechazamos. Después la aceptamos porque si se masifican es porque efectivamente esas tecnologías nos resuelven problemas, nos hacen más fáciles las cosas, etc. Después, lo que está pasando en este momento es que las aceptamos. Tienen tanta buena llegada, son eficiente y le damos demasiado y entonces ahí nos damos cuenta de que quizás les dimos demasiado y que cuando las usamos también tenemos que comenzar a pensar, ser más conscientes de cómo las usamos. Y ese ida y vuelta está presente en todas las tecnológicas. Y pasa mucho con la automatización y el futuro del trabajo que es un tema del que se escriben pilas de cosas y en realidad es un poco más relativo y gris de los dos extremos entre "la tecnología va a hacer que trabajemos muy poco y tengamos una vida más libre" o "la tecnología nos va a quitar el trabajo". En el medio pasan cosas.
-¿Hay que darle un aspecto moral al algoritmo?
-Sí, hay que agregarle ética a los algoritmos. Es una frase que debe estar en el libro y que yo lo digo todo el tiempo y que lo charlo con la gente que está metida en esto. Si las futuras generaciones que programan no se preguntan por la ética de los algoritmos, en el futuro va a ser un problema.
-¿Estamos más libres o más controlados?
-Las dos cosas al mismo tiempo. Es difícil dar esa respuesta porque es una respuesta que dice que vivimos en contradicción y yo creo una de las cosas que nos muestra la tecnología es que vivimos en contradicción, como en muchos aspectos de nuestra vida, no se escapa de eso. La tecnología, por un lado, nos da más libertad para trabajar en un lugar lejos de nuestra casa si queremos, o no tenemos que acercarnos a un lugar para hablar por teléfono, hay cosas que hoy son distintas Y al mismo tiempo nos controla más de una manera que no percibimos pero que está ocurriendo, por eso yo digo que hablar de esto, contar estas historias, escribir "Los dueños de internet" o el anterior, "La guerra de internet" lo que ayuda es a crear consciencia y la consciencia siempre es algo valioso per se; después cada uno individualmente o socialmente tomaremos decisiones distintas, pero yo siempre digo que la conciencia en estos temas es importante.
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