Quién es el nuevo filósofo de moda en Silicon Valley que les está enseñando a los ejecutivos a pensar

Se trata de Andrew Taggart. Repudia el pensamiento de diseño, tan de moda en la meca de la tecnología. Dice que esa forma de ver el mundo lleva a la infelicidad

(iStock)

¿Cuál es el significado final? ¿Qué es el éxito? ¿Qué estoy haciendo aquí? Ésas son algunas de las preguntas que forman parte de los talleres que ofrece Andrew Taggart, un filósofo que en el último tiempo fue ganando adeptos en Silicon Valley.

El joven gurú del pensamiento invita a ejecutivos y directivos a analizar su forma de ver el mundo y los negocios que, al fin y al cabo, son gran parte de la vida de quienes forman parte de la meca de la tecnología.

El interés de Silicon Valley por la filosofía no es nuevo. En la Universidad de Stanford se dicta un programa Sistemas Simbólicos que analiza la forma en que humanos y computadoras se comunican.

Andrew Taggart cuestiona el pensamiento de diseño, tan vigente en Silicon Valley

Como parte de esta capacitación se abordan temáticas vinculadas con la lógica, inteligencia artificial, neurociencia y filosofía. Algunos de los que hicieron este curso, que se dicta hace años, son Marissa Mayer, directiva de Yahoo; el fundador de LinkedIn Reid Hoffman y el creador de Instagram, Mike Krieger, entre otros.

No es una visión clásica de la filosofía sino más bien un abordaje práctico. Es que en Silicon Valley las cosas no suceden al azar. Hay formas, procedimientos y estructuras. Y eso también incluye a la filosofía.

El pensamiento de diseño o design thinking es la norma entre los emprendedores. Esto sería, ni más ni menos, que un nuevo término para describir el pensamiento lateral. Se busca analizar cada situación desde perspectivas innovadoras para aprender a ver "los problemas correctos" y luego encontrar una solución.

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Taggart cuestiona esa forma de encarar la vida. Es más, cree que es un sinsentido y, en sus talleres, busca combatir ese tipo de paradigma. El filósofo cree que pensar que la vida es un problema a resolver sólo genera infelicidad.

"Una vez que se adopta esta forma relativamente nueva de pensamiento -problema, desafío, solución, repetición-se empieza a usar en todos lados", destacó Taggart en una nota que publicó Quartz. Y para el pensador la traba para ser feliz es, justamente, pensar de ese modo: buscar problemas para resolver en todos lados.

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Lo que Taggart le está enseñando a la nueva generación de emprendedores techie es que repiensen sus creencias más esenciales como, por ejemplo, el significado del éxito, las motivaciones, la felicidad. Todos conceptos totalmente subjetivos, y de ahí que sea tan importante emprender una búsqueda personal, única y sin tratar de aplicar recetas mágicas.

Así, según el experto, los ejecutivos logran tomar mejores decisiones personales y en el ámbito de los negocios para, eventualmente, lograr estar felices. Ese preciado tesoro del que tanto se habla y que, a veces, cuanto más se busca menos se encuentra. Es que para llegar a esa ansiada plenitud se requiere reflexionar en profundidad, dejar de lado muchos supuestos y verdades impuestas para encontrar la propia verdad.

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Si bien esto puede sonar como ideas de un manual de autoayuda, con conceptos totalmente alejados del mundo práctico de los negocios, cada vez son más los empresarios del universo techie que están emprendiendo este camino. Buscan en filósofos del estilo Taggart una mezcla de psicólogo y asesor espiritual.

El especialista ofrece sesiones que pueden durar varias horas y no tiene un honorario fijo: sus clientes pagan "lo que pueden" (o desean). Ofrece consultorías presenciales y por Skype. Ya cuenta con más de 40 clientes que se atienden por esa vía.

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Lo que propone este especialista no es nuevo, sino clásico: invita purgarse de las ideas preconcebidas para poder elegir las propias, a través del cuestionamiento más sincero. Es la mayéutica socrática en acción: se busca que la persona descubra, por medio de preguntas, su propia verdad.

Se podría decir que es el revival de algo bien retro. Está por verse si sólo se trata de una moda pasajera o si, en plena época Millennial, llegó la hora de cuestionar la obsesión por la felicidad edulcorada.

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