Cuando la CIA elogiaba al filósofo Michel Foucault por considerarlo funcional al sistema
Intelectual de culto y lectura obligada en todas las universidades progresistas; hoy se señala que su discurso reivindicativo de minorías marginadas -locos y delincuentes- implicaba un abandono de la clase trabajadora como protagonista y destinataria del cambio social