Jugó en San Lorenzo, Estudiantes y Talleres, fue compañero de Javier Milei, le enseñó reiki a Palermo, y tras el retiro se recibió de abogado
Manuel Santos Aguilar vivió varias vidas: de aquella promesa que no quedó en River por su contextura física (de ahí le quedó su apodo, Sopa) a jugar en Sudáfrica y diversificar sus actividades más allá del fútbol