¿Tenés un elefante en tu habitación y te negás a aceptarlo?
Las situaciones son infinitas, pero la pregunta es la misma: ¿por qué actuamos así? ¿Por qué negamos todos estos elefantes tan íntimamente presentes en nuestras vidas?
¿Hasta cuándo pensás seguir esperando?
Vivimos esperando que la realidad cambie, que nuestros problemas se resuelvan, que el país mejore, que la enfermedad que tenemos desaparezca. Cuando todo eso pase, recién ahí seremos felices. Sin embargo, las cosas no funcionan así
“Estuvimos siete años juntos y seis estuvieron de más”
Nuestros tiempos emocionales suelen ser más largos de los que querríamos
¿Te cuesta reconocer las señales?
El primer paso es tomar consciencia. Así como es imposible curar un cáncer si no sabemos que lo tenemos, nunca podremos resolver un problema que no asumimos. Tengo un elefante en mi habitación
¿Sentís que estás desperdiciando tu vida?
La vida no es redonda. Desborda. No entra en una caja, ni en nuestras ideas acerca de cómo debiera ser. Al final, se resume en un dilema: ¿qué vamos a hacer con lo que nos pasó?
El hombre que tenía grandes sueños pero no quería correr riesgos
Hay una sola cosa que vuelve a un sueño imposible: el miedo a fracasar
El hombre que idealizaba para no ver la realidad
Con frecuencia idealizamos para escaparnos de realidades dolorosas. El tema es que así solo agrandamos los problemas
El hombre que sufrió hasta descubrir sus límites y posibilidades
Sorprendidos por mis buenas condiciones en el piano, varios profesores querían que tocara cosas más complejas. Les dije que no. Me había tomado veinticinco años conocerme un poco a mí mismo y encontrar mi lugar. No quería resignar esa paz por nada del mundo
Abrir las piernas: heridas afectivas que condicionan nuestra vida
El enamoramiento suele confundirnos porque lo distorsiona todo. No vemos a la persona que tenemos enfrente sino a la que necesitamos ver. La que vendrá a completarnos, a sanar nuestras heridas y carencias. Por eso el verdadero amor exige que seamos capaces de ver al otro tal como es
Los hermanos que competían para ser reconocidos por sus padres
Todos competimos para que nos amen. Y no nos alcanza con ser amados, pretendemos ser los únicos amados.