No imaginó que estaba por morir y le dejó grabado un pedido especial: dos amigos del alma y una misión pendiente
Gonzalo y Virginia se habían hecho amigos de grandes. Disfrutaban de tomar café durante horas, de caminar juntos por la plaza, de hablar y de escucharse. En enero y aunque no estaba enferma, ella le confió lo que más quería en el mundo. Murió tres meses después, de una forma repentina. “Quisiera poder llevarle una flor y decirle ‘Vir, cumplimos’”, se emociona él