Se llama Mario Ernesto O'Donnell pero todos le llaman Pacho. Es tan prolífico como multifacético. Se graduó como médico en la Universidad de Buenos Aires y se especializó en psiquiatría y psicoanálisis. Fue uno de los referentes de la escuela grupal argentina, basada en los desarrollos de Sigmund Freud y de Enrique Pichon-Rivière. Después del golpe cívico-militar de 1976, perseguido por sus pensamientos y convicciones, decidió buscar refugio en España.
La vuelta a la democracia en 1983 marcó un cambio fundamental en su vida pública: el presidente Raúl Alfonsín lo designó secretario de Cultura de la ciudad de Buenos Aires y desde allí se lanzó a una tarea pionera en la recuperación de la cultura popular y barrial, con talleres artísticos y espectáculos al aire libre que lograron que muchos argentinos se quitaran el miedo y la mordaza que el terrorismo de Estado había creado.
Fue la época en la que los artistas y pensadores desterrados o prohibidos se reencontraron. Muchos pudieron confirmar que integraban interminables "listas negras". Pacho O'Donnell ayudó tanto a aquellos artistas como a la ciudadanía que despertaba de la pesadilla. Fomentó a todas las manifestaciones artísticas a través de herramientas como el Programa Cultural en Barrios o el Programa Cultural en Sindicatos. A él le debemos logros como la cesión del edificio de la ex tabacalera Piccardo para el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires o la mismísima puesta en marcha de la feria gauchesca de Mataderos.
Cuando fue Secretario de Cultura de la Nación, creó y financió el Instituto Nacional de Teatro, puso en funcionamiento la Biblioteca Nacional y colaboró con la informatización de todas las bibliotecas populares del país.
Pero casi todos lo conocemos por una de sus funciones más renombradas: la de estudioso de la historia argentina. Pacho se dedicó de lleno a su difusión cuando fue director del Departamento de Historia de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales pero también a través de una ardua tarea en los medios masivos de comunicación: sus programas en Canal 7 y en Radio Mitre fueron furor. Luego llegaría Canal Encuentro, señal en la que se encargó de difundir la historia a través de Archivos O'Donnell, un programa de entrevistas a destacadas figuras de la cultura nacional e internacional
En tanto, sus libros se volcaron más hacia al género biográfico: Juana Azurduy, Monteagudo, Juan Manuel de Rosas o el Che integraron parte de su obra y hoy son textos consultados por las nuevas generaciones.
Muchas veces para entrevistar a O'Donnell se apela al recurso de pedirle que dé su mirada de los argentinos desde su formación psicoanalítica. Él sostiene que la sociología puede aportar mucho más pero igual confiesa: "Indudablemente somos un país con muchas aristas y muchos síntomas. Y algunos muy relevantes: en el ADN nuestro está el proceso ´civilizatorio´ de los que ganaron las guerras civiles después de Pavón. En ese período surge la idea expresada por Sarmiento de que la civilización es lo europeo y lo bárbaro es lo criollo".
Este entrecruzamiento de oficios y vocaciones académicas ha dado un resultado sorprendente: por este proceso -dice el historiador- en el ADN de los argentinos "siempre estará presente cierta autodenigración; la idea de que lo bueno es lo ajeno y lo malo lo propio. Y eso nos conduce a ser un país con un sentimiento nacional y patriótico bastante bajo, fundamentalmente en las dirigencias y no tanto en las clases populares" sostiene.
Para O'Donnell las consecuencias de esta autodenigración pueden ser múltiples: "Es un elemento muy perturbador. Hasta creo que eso puede alentar la corrupción. Porque si vos no sentís un amor por tu patria y tu sociedad tus valores éticos también se corrompen", afirma.
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