En la primera parte de la entrevista, Matías Ale habló sobre su enfermedad
Matías Alé es reconocido como un actor carismático con un perfil muy marcado de conquistador nato. Es también famoso por su gran sentido del humor. Y mucho más aún por los escándalos que ha generando su vida de rompecorazones.
Sin embargo, se escucha hablar menos sobre los dos episodios que lo marcaron a fuego: su internación en una clínica psiquiátrica y la ayuda personal y solidaria que brindó hace unos años a una niña que padecía cáncer.
El Matías posterior a la internación es un Matías renacido, un individuo que con su testimonio ayuda a visibilizar el sufrimiento y la estigmatización de quienes padecen un episodio o enfermedad semejante. Hace más de tres años tuvo un brote psicótico con delirio místico que lo dejó 45 días internado. De la experiencia tan traumática Alé dice haber salido fortalecido: "Yo me siento una persona resiliente, alguien que salió de una crisis mejor que como entró, un ave Félix", comenta.
No resulta fácil hablar de un tema así, sin embargo el actor lo enfrenta con total calma y profundidad: "Yo estoy agradecido a la vida de que me haya pasado esto. Pude frenar la locura en la que estaba viviendo, persiguiendo siempre una zanahoria que nunca se alcanza. Antes de aquel episodio descuidaba mucho a mi familia y todo era laburo y laburo. Llegó un punto en el que la vida me dijo que había que parar", relata. El descubrimiento de la estigmatización que sufren quienes padecen enfermedades mentales lo hizo reflexionar y hace un tiempo dedica una parte de su vida a hablar sobre el tema y a estimular una mirada distinta sobre "la locura" y el sufrimiento de los afectados y sus seres queridos.
Matías Ale: “Yo me siento una persona resiliente, alguien que salió de una crisis mejor que como entró, un ave Félix”
No es del todo cierto, sin embargo, que aquel Matías persiguiendo la zanahoria inalcanzable no frenara nunca. Si esto fuese así, el actor no hubiera conocido nunca a Paula Martina Espuña, la niña a quien tanto ayudó y que marcara la vida del artista para siempre.
Martina tenía siete años y era fanática de Alé. Sufría de cáncer y ante la pregunta de su padre acerca de "qué cosa la haría feliz" ella no dudó: "Conocer a Matías". Poco tiempo después el sueño estaba cumplido: mediante la gestión de aquel papá el actor se apareció un día por el Hospital de Niños de La Plata e ingresó con un oso de peluche gigante a la habitación de la pequeña.
En la segunda parte se refirió a su faceta solidaria
Desde aquel instante Matías y Martina forjaron tal grado de amistad que ésta comenzó a sentir mucho alivio. La niña logró traspasar todas las esperanzas de vida pronosticadas por sus médicos y estuvo muy cerca de superar la enfermedad: de tener un 95% del cuerpo tomado, pasó a un 15%.
“Mi viejo fue el que me inculcó que siempre se puede ayudar y que hay que vivir por los demás y para los demás”, aseguró Ale
Por aquellos años, tras amputársele una de las piernas a la pequeña, Matías le consiguió una prótesis. Hasta la ayudó a materializar la fantasía de conocer el mar cuando, durante el verano de 2012, arbitró los medios para que ella y su familia se hospedaran unas semanas en Villa Gesell. Cuando Martina tuvo que pelarse por las sesiones de quimio, Alé decidió "hacerle la segunda" y raparse para visitarla.
Vinieron años duros para Martina pero la compañía de Matías siempre era el gran sosiego. Un tiempo después vino el triste desenlace, el cuerpo de la niña no resistió más y sucumbió ante la muerte. "De lo que hice en toda mi vida, el haber estado con Martinita, la leoncita, fue lo que más me nutrió, el episodio de la vida que más cosas me devolvió", dice Matías.
El tránsito por aquella experiencia empujó al actor a pensar en crear una organización solidaria que brinde ayuda a niños con cáncer y sus familias. Él está convencido de que la fama y las redes sociales deben usarse para auxiliar y asistir a los demás, sino no tienen sentido.
Pero aunque el costado solidario de Alé vio la luz tras el episodio de Martina, mucho antes de su fama su padre había plantado una semilla: "Mi viejo fue el que me inculcó que siempre se puede ayudar y que hay que vivir por los demás y para los demás".
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