En 1995 Susana Esmoris era una empresaria exitosa y tenía un hermano con HIV internado en el Hospital Muñiz. En una de sus visitas habituales a quien, además, era su mano derecha en su fábrica de muebles y equipamientos, conoció a un niño de nueve años cuya madre también padecía el virus.
Esa mamá le pidió ayuda para poder atender al menor y ella no lo dudó: se hizo cargo del tema, en lo que sería la acción que cambiaría su vida para siempre.
"Yo me sentía una mujer de negocios que había triunfado, tenía 40 obreros en mi fábrica, vivíamos con mi marido en una casa grande. Y la vida me puso ante una circunstancia que me llevó a comprometerme. Sentí que me tenía que llevar a ese chico y así lo hice", rememora.
Para afrontar los gastos de la Fundación Camino Abierto, sus creadores abrieron en ese mismo lugar un restaurante. Allí, los chicos colaboran con distintas tareas
Ese sería solo el primer paso, pues a poco de ello abandonó su vida acomodada y abrió su corazón a un camino regado de solidaridad. La primera osadía de Susana fue imaginar una obra que cambiara el destino de muchos chicos más que no tenían familia. La segunda fue sumar a su propia familia en todo aquello.
La tarea inicial consistió en encontrar un lugar más grande para que se pudiese garantizar la calidad de vida de los nuevos niños que irían apareciendo. Pensaron en un espacio en contacto con la naturaleza y lo encontraron en Carlos Keen. "Yo siempre en mi negocio me dejé llevar por la intuición. Cuando vi este lugar sentí que tenía que ser acá; un pueblito chico, sin peligros, los chicos podrían salir al pueblo, jugar a la pelota", señala.
Sin embargo aún faltaba algo importante por resolver: el predio contaba con tres hectáreas y su precio era muy alto. Susana actuó como empresaria: confió en el proyecto y se hipotecó para comprarlo. Así nació Camino Abierto, un emprendimiento solidario que al principio cobijaba a unos pocos niños pero que luego fue recibiendo a muchos chicos que derivaban los juzgados de menores.
En un principio hospedaba a pocos niños pero luego fue recibiendo a muchos chicos que derivaban de los juzgados de menores
Para poder solventar los costos decidieron abrir un restaurante en el que terminaron colaborando figuras muy conocidas en el universo de la gastronomía local: "Creamos el primer restaurante del pueblo. Y allí empezaron a venir chefs como Martiniano Molina, Narda Lepes o Dolli Irigoyen. Todos para colaborar y enseñarle algo a los chicos", aclara.
Los pilares en los que se asentó esta historia maravillosa fueron los que quisieron ayudar, la familia de Susana y, por supuesto, los niños, que le dieron un nuevo sentido a la vida de todos.
Los años pasaron y muchas cosas cambiaron. La pérdida de Hugo, esposo y compañero de ruta de Susana desde los 15 años, fue un golpe duro. También aquellos que eran niños en los 90 hoy ya son hombres y mujeres que pudieron abrirse camino gracias al cariño que recibieron en este lugar.
La Fundación Camino Abierto y el restaurante Los Girasoles funcionan en Julio Roca s/N°, Carlos Keen (a 13 kilómetros de Luján)
Y sí, las transformaciones se sucedieron. Camino Abierto hace tiempo que ya no recibe niños. En cambio, su granja orgánica y la vida solidaria de su restaurante continúan en su marcha exitosa. Miles de comensales y visitantes llegan hasta aquí durante todo el año pues han oído hablar de su oferta gastronómica.
Y una vez allí todos terminan conociendo por dentro una maravillosa historia de niños sin hogar y de gente llena de amor como Susana, la empresaria exitosa que un día dejó todo por los demás porque, como dice ella: "Ser solidario es poder ver que el otro también sos vos. Que un chico puede ser tu hijo. Que un par puede ser tu hermano. Que un anciano puede ser tu padre", sentencia con convicción.
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