A Isabel De Simone le dicen "salva vidas". Casi que el mote lo dice todo. Rescata y pone de pie a mujeres que están padeciendo situaciones de muchísima vulnerabilidad: abuso, abandono, violencia de género, hambre e incluso enfermedades.
No es ni médica ni psicóloga ni rescatista pero la salud y la vida de muchas mujeres estuvo y está en sus manos. Su Asociación Civil Niño Jesús fue el refugio de cientos de mujeres que escapaban de la desesperación.
Empezó por darles de comer a madres solas con hijos chicos que padecían hambre. La tarea que se fijó era tan transparente y conmovedora que no tardaron en aparecer psicólogos, maestros, médicos y voluntarios multifunción que ofrecieron su tiempo y su ayuda.
Como en las novelas de la tarde, las historias se parecen mucho unas a otras. Se escriben y se reescriben permanentemente. Natalia es una habitante del Hogar. Vivía a la intemperie con su marido trapito pero la llegada de una beba cambiaría totalmente su perspectiva y se decidió a buscar un lugar mejor. "Es feo estar en la calle, sufrir frío. Para mi marido esa es su casa. Pero con mi beba recién aquí, en el Hogar, pude estar mejor. Dormir bien con ella, estar tranquila", cuenta.
El Hogar Niño Jesús brinda asistencia mujeres víctimas de abuso y violencia de género y a aquellas que sufrieron abandono familiar o pasaron hambre
El Hogar tiene nueva sede en Chacarita porque la construcción en la que funcionaba era muy pequeña y precaria. Todo se fue creando así, como se podía. Siempre faltan cosas por hacer pero nunca falta un plato de comida y una cama para una madre con sus hijos.
Valeria es otra madre que vive aquí. Tras sufrir mucho tiempo violencia familiar decidió divorciarse. En ese instante, comenzó su otra pelea: "contra el padre de mis hijos", según sus propias palabras. Tras vivir aterrada por amenazas y agresiones encontró cobijo aquí. En esta institución -dice- "pudo liberarse del miedo", porque Valeria lo considera "el único lugar en el que él no puede ingresar para insultarme o golpearme".
En el Hogar las mujeres reciben mucho más que comida y una cama. Algunas de ellas se reencuentran con algunas esperanzas perdidas. Hace unos meses, cuando Natalia vivía en la calle, su sueño más cercano era la próxima limosna y algún pedazo de pan. Hoy se anima a plantear otro escenario: "Me gustaría trabajar en limpieza o cuidar chicos y poder vivir con mi beba y mi marido en un lugarcito alquilado", sostiene.
Valeria también encontró un lugar que la ayudó a vislumbrar cosas que no alcanzaba a comprender del todo: por ejemplo que un simple refugio de cuatro paredes podía protegerla mejor que todo un sistema institucional y burocrático llamado justicia.
Psicólogos, maestros, médicos y voluntarios multifunción ofrecen su tiempo y su ayuda a las mujeres que más lo necesitan
"Los jueces no toman conciencia de la magnitud de todo esto. De lo que significa que él esté suelto. Hoy me animé a volver a denunciarlo gracias a que Isabel me impulsó. Y gracias a que aquí no estoy sola, me siento acompañada", dice Valeria conmovida.
Así se escriben las historias en el Hogar que fundó Isabel De Simone. Ya pasaron otras mil y volverán a pasar muchas más. Lo importante es que las mujeres que las protagonizan no lo hagan solas.
Lo primordial es que cuando el hambre, la violencia o la desesperanza se crucen en su camino sepan que aquí pueden encontrar un plato, una cama y un lugar para guarecerse y cobijarse.
Seguí leyendo: