En la Argentina se desperdician 16 millones de toneladas de comida al año, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Esto significa que, en promedio, cada habitante tira anualmente alrededor de 38 kilos de alimento.
Según el Ministerio de Agroindustria, ese desecho representa un poco menos del 13 por ciento de la producción total de alimentos de todo el país. Esto, en parte, permite explicar por qué un país que produce tanta comida tiene índices de pobreza que rondan el 30 por ciento.
Por suerte, en la Argentina existen organizaciones solidarias que se han lanzado a combatir fuertemente el flagelo del hambre aprovechando la situación que nace a partir del desperdicio. Algunas de ellas son los bancos de alimentos, organizaciones que clasifican y almacenan productos donados por empresas productoras de comida -como supermercados o productores agropecuarios- para luego clasificarlos y distribuirlos entre la población más vulnerable.
En Argentina se desperdician 16 millones de toneladas de comida al año. Por cada habitante se tiran anualmente alrededor de 38 kilos de alimentos
"Los bancos de alimentos existieron siempre pero se hicieron muy fuertes a partir de la crisis del 2001. Y se consolidaron mucho más a partir del 2003, año en que nació la Red de Bancos de Alimentos", explica su directora ejecutiva, Natascha Hinsch.
Hinsch informa que "solo el año pasado la red que dirige logró rescatar y distribuir más de 9 millones de kilos de comida que alimentaron a unas 330 mil personas". Por lo general se trata de donaciones de productos que perdieron valor comercial por distintos motivos pero que se encuentran en buen estado. Puede ser un error de packaging, una etiqueta mal impresa o sencillamente que está pronto a vencerse y las empresas deciden donarlas.
Un elemento fundamental que brinda eficacia a toda esta compleja y solidaria actividad es el voluntariado. Sin él sería imposible llegar con alimentos rescatados y clasificados a las 950 instituciones como merenderos, centros de rehabilitación y comedores comunitarios.
Los alimentos rescatados y clasificados son destinados a 950 instituciones como merenderos, centros de rehabilitación y comedores comunitarios
Marisa Giraldez, directora general del Banco de Alimentos, lo explica detalladamente: "El corazón de toda esta organización está en el espacio de clasificación, esto es el lugar en el que se verifican los alimentos, las fechas de vencimiento y los envases de los no perecederos. Todas las personas que se ven aquí son voluntarios, gente que dona su tiempo con mucha generosidad y profesionalismo".
Manolo es un voluntario que decidió hace tres años ponerse al servicio de los demás. "Nunca había hecho mucho por los otros y lo sentí como una necesidad. Estaba por jubilarme y no sabía cómo hacer mi aporte, pero un día descubrí un aviso del Banco de Alimentos que buscaba voluntarios y aquí estoy", señala Manolo.
La red cuenta con voluntarios individuales, que son los que regularmente colaboran una o dos veces a la semana. Por otra parte hay voluntarios escolares, que son los chicos mayores de 12 años que vienen acompañados por un equipo de docentes, y también existe un voluntariado corporativo que funciona a partir de la adhesión de una empresa que se suma con sus empleados. Giraldez informa que "durante el año pasado, en todo el Banco de Alimentos, pasaron más de cinco mil voluntarios".
El año pasado, el Banco de Alimentos recibió la ayuda de más de 5.000 voluntarios
Tati es una voluntaria corporativa. Trabaja en una empresa de tecnología que decidió donar horas y compromiso a esta tarea. "Nosotros dentro de la compañía nos manejamos con mucha libertad. Cada cierto tiempo nos comunicamos por un correo que llega a todos los empleados y nos convocamos para venir todo un día. La empresa es muy grande, así que muchos compañeros de trabajo nos hemos conocido acá clasificando alimento", explica.
Un recorrido por el Banco de Alimentos da muestras claras de que en la Argentina hay muchos problemas pero también mucho amor y solidaridad.
Uno de los lemas más emotivos del Banco de Alimentos es "antes de jugar tenemos que comer". En un país con tantos niños padeciendo hambre es todo un llamado a la solidaridad. La de las empresas que pueden donar sus alimentos en buen estado y la de los voluntarios que quieran acercarse a regalar parte de su tiempo.