Fue el veredicto más rápido en la historia de los juicios por jurado: cómo condenaron a Martín Del Rio por el crimen de sus padres

La sentencia resultó ser la esperada. No obstante, más allá de la gran expectativa de los fiscales, los abogados querellantes y la propia familia del acusado, nadie se relajó hasta el último momento. “Con que uno tenga dudas, ya está”, se decía con preocupación afuera del Tribunal N.º 7 de San Isidro mientras el jurado popular deliberaba su veredicto sobre Martín Del Rio. Para que sea considerado culpable del doble crimen de sus padres, la decisión debía ser unánime. Y, generalmente, ese tipo de acuerdos entre personas que acaban de conocerse y que estuvieron durante días expuestos a testimonios de todas las partes suele complicarse.

Esta vez no fue el caso: el viernes, luego de cinco audiencias y más de 40 horas de pruebas, 20 testigos y alegatos, los 12 integrantes del tribunal ciudadano debatieron su veredicto y llegaron a una definición en solo media hora. Fue un tiempo récord. Según confirmaron fuentes judiciales a Infobae, desde que se implementó este sistema de juzgamiento en la Provincia de Buenos Aires nunca se había registrado una definición tan rápida.

El jurado determinó su postura entre las 19 y las 19:30. Minutos después, uno de ellos (una mujer) entró a la sala de juicio y declaró a Martín Del Rio culpable de los asesinatos de José Enrique Del Río (75) y María Mercedes Alonso (72) ocurridos el 24 de agosto de 2022 en su casa de Vicente López. Inmediatamente, un clima de emoción inundó el lugar. Diego Del Rio, hermano del imputado, se desahogó con un llanto junto a su pareja y un amigo, que lo acompañaron en todo el proceso judicial. Sus abogados, Felix Linfante y Marcelo D’Angelo, celebraron la definición junto a los fiscales Alejandro Musso, Marcela Semeria y Gastón Larramendi, quienes luego también se fundieron en un abrazo con los familiares de las víctimas.

El único que no se inmutó al escuchar la condena fue Martín Del Rio, aunque no pudo evitar ponerse colorado al escuchar a la jueza Coelho confirmar que cumplirá la pena de reclusión perpetua por “doble homicidio simple agravado por el vínculo, por alevosía y por el uso de arma de fuego”. El acusado mantuvo su mirada firme hacia adelante, no transmitió ninguna emoción -como en el resto del juicio, que no lloró ni al ver las fotos de los cadáveres de sus padres- y solo se limitó a hacer una vista panorámica de la sala mientras le ponían las esposas cuando la mayoría ya se había levantado de sus asientos. El mismo paneo general había hecho el primer día.

La condena retrató el fracaso de la estrategia a la que apostaron los abogados de Del Rio, Mónica Chirivín y Gastón Salamón, cuyo cliente solicitó ser juzgado por un jurado popular para intentar convencerlos de su inocencia con su declaración. Sin embargo, su testimonio no fue tan contundente como las pruebas de la Fiscalía y el acusado no pudo esclarecer las principales sospechas que había sobre él.

Tampoco logró refutar la prueba principal en su contra, la del hombre caminante, la cual registró a una persona de iguales características dirigiéndose a la casa donde ocurrió los crímenes y en el rango horario en los que se ejecutaron. Durante el tiempo que demoró el sospechoso de las imágenes en hacer ese trayecto ida y vuelta, el celular de Del Rio se mantuvo sin actividad.

Al momento de contarle al jurado dónde estuvo en ese tiempo, el ahora culpable de los homicidios se contradijo. Su abogada Chirivín, que intentaba guiarlo con las preguntas, se mostró ofuscada al no lograr que Del Rio siga sus recomendaciones: le había pedido que sea breve y conciso para no confundir ni aburrir a los integrantes del jurado. Sin embargo, en su declaración al final de la anteúltima audiencia, su defendido habló durante una hora y media e hizo caso omiso a las interrupciones de la letrada.

La representante legal también propuso otros tres testigos (contra 17 de los fiscales y el particular damnificado) para defender la inocencia del acusado, basada en que no se pudo comprobar la presencia de él en la escena del crimen. No obstante, estos no aportaron datos convincentes para el jurado y tuvo una complicación inesperada con uno de ellos. Se trata del médico Adolfo Mendez, quien tras su declaración, fue cuestionado por la Fiscalía por haber sido condenado por falso testimonio en el juicio por el femicidio de Ángeles Rawson.

En su alegato, la abogada dijo desconocer el antecedente y se justificó con una llamativa mención a Del Rio: “No tenemos dinero, no tenemos recursos y contratamos lo que podemos. La Fiscalía levanta el teléfono y los testigos vienen. A los testigos nuestros se los llama y no vienen. Nos dijeron, palabras más, palabras menos, que el testigo que trajimos era tan chata como Martín”.

Chirivín, al igual que su socio Salamón, se quejó de que les objetaron la mayoría de las intervenciones y de que la Fiscalía investigó con “una direccionalidad absoluta” hacia su cliente. “Se lo trata de ubicar a Martín en la escena de hecho donde no está y se lo voy a decir todos los días aunque tenga que ir a la Corte de La Haya porque no está y voy a seguir insistiendo en la inocencia de Martín”, aseguró.

De los fiscales también cuestionó que sus testigos alegaron al momento de prestar declaración, dando a entender que el homicida era Del Rio antes del veredicto. Entre los testimonios presentados por la acusación, estuvo Diego Del Rio, hermano del acusado; Cecilia Sánchez, ex pareja; Paola Coquiara, ex amante; Ninfa Aquino, ex empleada de las víctimas y primera detenida del caso cuando se sospechaba de un robo; el ex abogado familiar; y su ex suegro. Todos ellos, junto a una de las dos amigas de Mercedes Alonso, que también se presentaron, reconocieron a Martín en la prueba del hombre caminante.

“Veo al caminante y es él. No tengo ninguna duda. Vi ese video muchas veces, 50 o 60. Esa persona es mi hermano, la conozco hace 50 años. Él camina así, un poquito torcido”, dijo su hermano con contundencia ante el tribunal popular.

Además de ellos, declararon otras nueve personas: un escribano víctima de una falsificación de firmas de Del Rio, el dueño del departamento del Chateau a donde se iban a mudar los padres el día de los homicidios, dos forenses, la agente que se encargó del levantamiento de rastros en la escena del crimen, tres investigadores especializados en ciberdelitos y el ex jefe de la Policía Bonaerense, Daniel Salcedo.

Los investigadores, Alejandro Orlandini, Diego Lugo y Denis Banchero, brindaron una exposición detallada de las pruebas de las cámaras de seguridad (el seguimiento del hombre caminante), de los registros de las antenas de los celulares que permitieron reconstruir la actividad de Del Rio el día del crimen y del análisis de los últimos chats entre las víctimas y su hijo, respectivamente.

A su material se sumó el informe realizado por Salcedo, quien justificó que el encapuchado de los registros fílmicos era Martín Del Rio. Lo hizo a partir de un análisis conocido como “Reconocimiento del Andar Humano” para el que tuvo en cuenta diferentes características biológicas y fenotípicas que lo llevaron a identificarlo.

Entre otras cuestiones, el especialista examinó en detalle el retrato del paso, como la línea de dirección y de cada uno de los pies. Al mismo tiempo, las comparó con la pericia del calzado realizado por la Policía Científica, que evidenció un notorio desgaste en una de las zapatillas del acusado, quien tenía una pequeña renguera en una pierna. “Es altamente probable que la persona que se visualiza en los videos se trata de Martín Del Rio”, concluyó Salcedo en su testimonio.

A partir de la condena a reclusión perpetua, Martín Del Rio permanecerá en el penal en la Unidad 48 de San Martín del Servicio Penitenciario Bonaerense, donde cumple con prisión preventiva hace dos años y tres meses por el hecho. Recién en 33 años y medio, cuando cumpla 35 de prisión efectiva, podrá solicitar la libertad condicional.

En la cárcel recibe pocas visitas: lo va a ver un amigo de él de toda la vida -cuya madre era amiga de la víctima y declaró en el juicio contra el propio Del Río- y una amiga de la infancia, que sigue en contacto. Sus hijos decidieron no verlo más porque, según su mamá, “no le creen nada”. La última que la visitó fue su hija y hace un año. Diego Del Rio, su hermano, lo fue a ver pocas veces, pero ya no va más. Sin embargo, todos los martes le manda una compra de supermercado con comida y cigarrillos que le llega a través de un remis.