Ayer por la tarde, los fiscales Mariano Enrique de Guzmán, Alejandra Mangano y Marcelo Colombo -estos dos últimos cabezas de la PROTEX- pidieron a la jueza federal Cristina Pozzer Penzo que procese de una vez por todas a los acusados de la sustracción y ocultamiento de Loan Danilo Peña. El pedido fue realizado para que, finalmente, Pozzer Penzo resuelva las situaciones procesales de los acusados, que continúan detenidos en diversas cárceles federales meses después de sus indagatorias, para que la causa vuelva a tomar impulso y los ocho detenidos, tal vez, rompan cinco meses más tarde el círculo de silencio y digan qué pasó y por qué.
La magistrada podrá tomarse su tiempo para decidir. Básicamente, no hay plazo para ello, con Loan desaparecido desde el 13 de junio de este año, en un expediente donde se aplicaron todos los recursos periciales y policiales del Estado, donde detectives de elite de la PFA rompieron hasta las piedras del cementerio de la localidad correntina de 9 de Julio. A Loan lo buscaron hasta en las tumbas. Hubo drones, buzos, baqueanos a caballo, abogados querellantes, políticos, recompensas millonarias ofrecidas por el Gobierno o por particulares, horas y horas de conversaciones analizadas, triangulaciones de llamadas, una de las mayores tareas investigativas de la historia reciente.
Todo esto y nada:
Loan Danilo Peña, el chico que un mediodía almorzaba con su abuela, su familia y sus amigos y de repente ya no estuvo es un misterio argentino en stand by.
Antonio Benítez, Laudelina Peña, Daniel “Fierrito” Ramírez, Mónica Millapi, María Victoria Caillava y Carlos Guido Pérez, acusados del delito de sustracción y ocultamiento, junto al comisario Walter Maciel, acusado de encubrimiento, siguen sin decir nada que lleve al chico o a su cadáver. Con el análisis de los horarios, la geolocalización de los teléfonos, los fiscales consideran que la línea general de sus versiones -la ya clásica “me di vuelta y ya no estaba”- no son creíbles.
¿Qué pasó, entonces? ¿Lo mataron a propósito? ¿O fue un accidente? Para los fiscales, según confirman altas fuentes del expediente a Infobae, dado el elaboradísimo nivel de encubrimiento con el que se encontraron, es mucho más probable lo primero que lo segundo, mucho más probable un asesinato. Entonces, en el grado de encubrimiento hay una posible respuesta. Guzmán. Mangano y Colombo creen que si hubiese sido algo totalmente accidental, los acusados no habrían adoptado una postura tan activa para tapar lo que pasó, como si se callaran deliberadamente aprovechando la falta de información de la Justicia.
Las llamadas son una clave de la historia, una de tantas.
El pedido de procesamiento de los fiscales dice:
“Loan es víctima de un suceso entre las 13:52 y las 14:25. En este escenario, se registraron dos llamadas sumamente sospechosas:
“- A las 14:09 horas. Daniel Ramírez, encontrándose en el naranjal, llama a su hermana Mabel Ramírez, y conversan durante más de ocho minutos”
“- Inmediatamente después de las 14:24 horas. Antonio Benítez llama a Laudelina Peña y hablan por más de nueve minutos. Es importante destacar aquí que al momento de recibir esa comunicación, y a partir de la reconstrucción de los testimonios, Laudelina estaba con Caillava, aislada del resto de los comensales que quedaron en la casa de Catalina.”
El calor de los llamados subió de inmediato:
Un gráfico obtenido del análisis de sectorización elaborado por la DAJUDECO, que ilustra esta nota y es parte de la causa, demuestra la actividad de los celulares del marino Pérez y Victoria Caillava en el rango horario abarcado entre las 14:50 y las 15:35 horas, con once llamadas distintas.
Caillava, precisamente, llama a la Policía de Corrientes a las 15:37, tras la última charla con su marido. Las pericias de la Policía Federal a las manchas rojizas en la Ford Ranger de Pérez fueron inconclusivas: no pudieron confirmar que fuesen de la sangre de Loan, tampoco lo descartaron.
La Policía de Corrientes, insólitamente, llegó cerca de las 18 de aquel 13 de junio. Y así comenzó todo. De cien testigos que declararon, ninguno habló de un rastro de Loan: solo Laudelina, acusada de plantar el botín de Loan en el barro, mientras le dejaban agua en el campo al chico supuestamente perdido.
Antonio Benítez, marido de Laudelina, es otro fuertemente complicado:
“Benítez fue la última persona adulta que estuvo con el niño, que exhibió contradicciones cuando se refirió a los momentos en que habría dejado de verlo, en un caso cuando le pasó una naranja pelada y en otro mientras estaba con los sobrinos de Ramírez y Millapi, como así también inconsistencias respecto al motivo de la duración de la primera llamada que mantuvo con Laudelina, con posterioridad a la desaparición del menor de edad”, razonaron los fiscales
“Fue también Benítez quien, al poco tiempo del suceso, se retiró de las inmediaciones del naranjal y regresó a la casa de Catalina alrededor de las 18.00 horas, sin remera puesta y visiblemente agitado o acalorado”, siguieron. La remera que vestía en el almuerzo de la abuela Catalina nunca se encontró, tampoco el cuchillo para pelar naranjas.