El 10 de mayo último, Leonardo Damián C. -nacido en 1987, con domicilio en Villa Lugano, padre de un hijo adolescente, ladrón reincidente, adicto a la cocaína y al tramadol, el opioide más barato de la Argentina- fue condenado a ocho años de cárcel en el Tribunal N°24 por violar a una menor de edad a la que conoció en un skatepark de Núñez y convertirla en la cómplice inimputable de sus robos: la víctima tenía 14 años.
La había conocido a fines de 2022 en el skatepark de la calle Quesada en Núñez. Abandonada por su madre, hija de un padre ausente y golpeador, vivía con su abuela. Dejó el colegio secundario en primer año, antes de terminarlo: ni siquiera recordaba el nombre del lugar. Con el tiempo, ella y Leonardo comenzaron un vínculo abusivo: Leonardo, que tiempo antes había salido de una cárcel federal, llego a la joven a través de otra menor de edad, su amiga, otra adicta. Poco después, según la declaración de esa menor, todos ellos hicieron un trío en un hotel alojamiento de Núñez. La abuela de la menor lo contactó para revelarle su verdadera edad. Leonardo Damián afirmó que su víctima trataba a su abuela de mentirosa y que hasta le mostró su DNI digital, donde, supuestamente, podía leerse que era mayor de edad. Leonardo, según su defensor oficial, le creyó.
La menor se fugó de su casa a comienzos de enero de 2023. A fines de ese mes, fue vista junto a Leonardo en un local de ropa deportiva en Mataderos, donde robaron un celular, sin éxito. Terminaron detenidos por la Policía de la Ciudad. Dos meses después, entraron a un supermercado de la calle Álvarez Jonte para intentar llevarse una lijadora orbital. Leonardo había convertido a la chica en su cómplice inimputable para sostener su fuerte hábito de opioides: era capaz de consumir, según él mismo, 40 pastillas por día.
Vivían en hoteles de Liniers. Allí, según su condena, Leonardo abusó al menos tres veces de la menor. La introdujo, también, al consumo del tramadol y a la cocaína.
Finalmente, la menor declaró ante la Justicia, ante psicólogas en un hospital porteño, luego, en Cámara Gesell. En repetidas ocasiones afirmó que aceptaba la relación, que su vínculo era consentido. Las psicólogas que la analizaron en el hospital Elizalde luego de su paso por el Instituto de Menores Inchausti dijeron lo contrario, que esa relación sexual jamás podría ser consentida. La figura aplicada por el juez Marcelo Alvero fue la de estupro, el abuso marcado por el aprovechamiento de la inmadurez de la víctima.
Esa declaración en cámara Gesell, en donde llamaba a Leonardo “mi novio”, fue clave para definir esa figura penal. A continuación, un extracto:
“Ahora estoy en el hospital. Nada, yo me había escapado de mi casa y estaba viviendo con una pareja, hasta que caí al Inchausti. Después ya no tuve más relación con esa persona. Ahora quiero volver con mi abuela”, comenzó.
Luego, explicó los motivos de su fuga:
“No me gustaba el trato en mi casa porque en mi casa a los golpes se aprende, así piensa mi papá. Una vez él me pegó muy fuerte. Tenía, no sé, como diez, nueve años y me dejo el ojo morado. Me tuve que ir a vivir un año con mi mamá”.
Habló del condenado. Recordó su nombre de pila, también su edad, 36 años. Sin embargo, la menor no conocía su apellido. “Yo le dije que tenía 18″, reconoció.
-¿Leonardo era tu pareja?, preguntó una de las psicólogas.
-Eh, no sé si se podría llamar pareja. Era como un novio, ¿me entendés? Así, noviecito, pero fue más porque no quería estar en mi casa... Me separé de mi familia, de mis amigos, estaba básicamente como que dominada. Él sí consumía cocaína, pero yo no lo hacía habitualmente, lo hice un par de veces para seguirle el ritmo. Lo que yo sí consumía era tramadol.
Finalmente, habló de los abusos:
“Tuvimos relaciones”, reconoció: “No no pasaron muchas porque yo no quería, por el tema de la edad, fueron tres veces más o menos”. Sin embargo, aclaró, tajante: “Yo no estaba obligada a nada, eso pongámoslo en claro”.
“Yo estaba con él porque quería, sentía cosas por él. Yo no quería tener intimidades con él, se lo expresé y lo tomó perfectamente bien. Me entendió. Estuvimos tres veces porque lo permití, porque lo quise”.
Finalmente, dijo: “Me empecé a dar cuenta de todas las cosas. Pero en ese tiempo, sinceramente estaba feliz. De alguna manera, él me hacía feliz”.
“Me hacía bien”.