En el barrio todos conocían a Miguel Montefusco (77). Le dedicó los últimos 35 años de su vida, de forma desinteresada, al Club Social y Deportivo Juventud Obrera de Turdera, donde formó a una incontable cantidad de niños y niñas a través del deporte. “Acá no va a dejar de jugar un nene porque no paga la cuota”, era su filosofía, con la que convirtió a la institución en la segunda casa de las familias vecinas. Además de un pilar en la comunidad, fue un destacado periodista, padre, abuelo. Esta semana se convirtió en una víctima de la inseguridad y murió tras pasar 11 días internado por las heridas que le causó un grupo de delincuentes.
A Montefusco le apasionaba el fútbol, pero tenía claro que en la pulseada del deporte infantil siempre el aspecto social debía imponerse ante lo deportivo. Por eso resaltó, durante una entrevista que le hicieron años atrás, que más importante que el hecho de ganar, perder o empatar, es que los chicos sepan cómo afrontar sus éxitos y sus fracasos.
De allí el cariño que le tenía la gente del barrio. En Juventud Obrera fue instructor deportivo y también integrante de la Comisión Directiva. En 2019 el Municipio le entregó el premio “Orgullo de ser de Lomas”, por su dedicación y trayectoria en la formación de los pequeños vecinos de Turdera.
“Con mucha tristeza y dolor despedimos a nuestro querido Miguel Montefusco una excelente persona y formadora siempre predispuesta para y por el club, mandamos nuestras condolencias y apoyo a toda la familia”, escribió la institución en sus redes sociales tras conocerse la noticia. Ese afecto que le tenían se notó en la noche del lunes, cuando cientos de personas se acercaron a darle el último adiós en su sepelio.
El fin de semana ya lo habían despedido en su otro mundo, donde, fiel a su estilo, había dado todo de sí: las páginas del diario El Cronista. Le dedicaron una columna titulada “Los camiones no se van”. Es una frase en alusión a la advertencia que le daba Montefusco a los periodistas y editores, desde su puesto como jefe de cierre. Parte de su trabajo era apurarlos para que entreguen las notas. Si no lo hacían a tiempo, los camiones se iban a la imprenta y dejaban atrás las noticias.
“Su ir y venir constante lo convirtieron en una figura que trascendió los pasillos de El Cronista, diario al que ingresó en 1988 (en la vieja redacción de Alsina, comandada por Raúl Burzaco, creador de Tiempo Argentino). Con los años y las canas, Miguel sumó tareas pero nunca dejó que afectaran la calidez de su trato”, recordó el periodista Raúl González Blanco.
Además, destacó: “Era la persona a la que todos acudían para pedirle un favor, y aunque tuviera que improvisar una solución, la respuesta siempre era la misma: “ya te lo consigo”. Todos los que transitamos esta redacción, tenemos una, diez, cientos de historias compartidas con Miguel. Se retiró en 2012 porque lo marcaba el reloj, pero no sus ganas”.
Los mensajes de comunicadores de distintos medios se acumularon en las redes sociales con el correr de las horas. En todos los casos lo ponderaron como un “compañero intachable”, “de buen corazón”, “un hombre noble”, entre otros calificativos.
El periodista tuvo dos hijos, Agustina y Juan Manuel, y también era abuelo. Su nieto de 12 años estaba con él en la tarde del 22 de octubre, cuando llegaron los ladrones a su casa de la avenida Luis Puig.
Los delincuentes maniataron y encerraron al chico en una habitación. A Montefusco lo golpearon salvajemente mientras le reclamaban dólares, y registraron toda la propiedad en busca de objetos de valor. Los ladrones escaparon con algunos electrodomésticos, dinero en efectivo, ropa y celulares.
Producto de los golpes, la víctima terminó con el rostro desfigurado y fracturas en el cráneo y las costillas. Debía ser sometido a una intervención quirúrgica, pero no se recuperó a tiempo y murió en el centro de salud al que había sido trasladado en grave estado.
La investigación en torno al crimen de Montefusco está a cargo de la UFI N° 19 de Lomas de Zamora. Fuentes del caso le precisaron a este medio que la causa avanza de forma reservada.