Darío Monges, un asesor político de Salta con vínculos narcos, desapareció el 1 de septiembre de 2022 y apareció muerto dos días después dentro de su camioneta. Había sido, presuntamente, ejecutado por sicarios. Antes de ser asesinado, se reunió en Orán con Cristian “El Gringo” Palavecino y visitó en la cárcel a uno de sus sicarios, Alejandro “Cabezón” Díaz. Para ingresar, se presentó como asesor del por entonces secretario de Seguridad de Salta, Benjamín Cruz. El funcionario fue imputado por el supuesto delito de tráfico de influencias tras los testimonios brindados ante el Tribunal Federal.
Los audios, que reproduce Infobae a continuación, son parte de la prueba ventilada en las últimas semanas, ante el Tribunal Oral Federal de Sala N°1, a cargo del juicio contra los presuntos autores materiales del crimen: Roberto Catalino Bejarano y a sus hijos, Santiago Ismael y Roberto David.
G.C. no encontraba respuesta a la ausencia de Darío Monges, su marido. Totalmente desconcertada, marcó el número de su cuñado, Damián. “¿Cómo estás?”, le preguntó él. “No tan bien”, reconoció ella con la voz quebrada. “No sé nada de tu hermano desde ayer a las 19:30 de la tarde. Yo no sé. No vino a dormir. No llegó. No responde el teléfono. Le escribí a al amigo de él y nada. Los dos tienen un solo tilde”.
Aunque la esposa del asesor político salteño no sabía en ese momento qué era lo que sucedía, algo podía intuir, según se desprende de sus palabras.
Las horas pasaron sin noticias. Cerca de las 13.45, de ese mismo día, el 2 de septiembre de 2022, el teléfono volvió a sonar. “No digas nada todavía, a tu papá ni nada. Pero nos dijo ayer a las 19.30 fue la última vez que estaba con M. y después de ahí me dijo bueno, me voy a tomar algo con ellos y no supe más nada. No contesto nunca más. No está. Mirá la hora que es, todavía no volvió”, le dijo al hermano de Monges.
Ambos intentaron contactarlo durante todo el día. No pudieron. Damián logró comunicarse con la última persona que, según sus referencias, se había reunido con el asesor político. “Me dice M. que ellos estuvieron hasta las 21:00 de la noche en Café del Tiempo y que cuando él se desvió dice que estaba hablando con vos y que M. también te saludó y después ya no... Dijo que te iba a buscar a vos”.
“¿Eso te dijo? Qué raro”, respondió G.C., descolocada. Luego, barajó junto a su cuñado la hipótesis de un viaje inesperado. Idea que la mujer descartó rápidamente.
“Lo que pasa es re friolento y ni siquiera la campera se llevó. No tenía nada en la camioneta. Ya me fijé. Están las dos camperas gruesas acá. No sacó nada de ropa. Tiene una camisita negra puesta. Y la campera negra y nada más. La campera, esa negra finita tiene, ni siquiera una de las gruesas”, sopesó.
Al día siguiente, G.C. atendió una llamada y escuchó la voz de Damián: “Lo han encontrado muerto a Darío”. La esposa de Monges solo pudo responder con un breve y desgarrador: “¿Qué?”. El relato continuó entre las lágrimas de ambos. “Vi una foto, lo encontró un tipo muerto en la Eco Sport y llamó a la comisaría”.
Más adelante, en otra conversación, G.C. reveló a su cuñado que, en plena investigación, alguien había manipulado parte de la prueba. “Ellos logran entrar, más o menos el 5, al teléfono de él, a todas las redes. Y dos semanas después me dicen que los mensajes del 31 y el 1, en todo lo que es redes sociales y Telegram, todo está borrado. Y que no lo pueden recuperar”. “Alguien que se tomó el trabajo de agarrar el teléfono y borrar esos días. Me hace mucho ruido”, concluyó.
“Yo no sé quién está detrás de todo eso ni qué hacía Darío”, cerró el cuñado.
Más adelante, la pareja de la víctima, luego de repasar nombres, sospechas y maniobras, comenzaba a conocer de cerca el mundo en el que se movía su marido. Sus nexos con la policía, la política y el narcotráfico. En ese contexto, menciona en una de las charlas: “Hay una sola cosa cierta. El resto es pura verdura, porque bueno, se está cubriendo a alguien que lo mandó a hacer el trabajo sucio”, dedujo en otra conversación. Luego, se lamentó: “Yo ya no puedo confiar en nadie”.
Las llaves y el celular de Monges nunca aparecieron. Tampoco el arma con la que lo ejecutaron. Hubo, sin embargo, un dato que remarcaron sus familiares: no era un hombre fácil de derribar. Por lo que suponen, fue reducido entre varios hombres. “Darío sabía artes marciales y no le tenía miedo a nadie”, remarcó su hermano al declarar como testigo en el juicio días atrás.
G.C. también declaró, pero pidió total hermetismo y que los medios que cubren las audiencias salgan de la sala. La razón: tiene miedo.
El hallazgo del cuerpo
La radiografía previa a la autopsia reveló que Monges tenía alojados en el cráneo cinco proyectiles calibre 25 que, según las conclusiones del Departamento de Criminalística del CIF, habían sido disparados desde la izquierda. Tres vainas quedaron en la camioneta blanca Ford Eco Sport, que apareció estacionada en una calle de tierra del barrio El Círculo, en la ciudad de Salta, cerca de las 13, del 3 de septiembre de 2022.
Uno de los plomos impactó en el parabrisas del vehículo, del lado del acompañante.
Esos indicios permitieron deducir a los investigadores que la víctima había sido fusilada en esa butaca, pero que, antes de huir, los asesinos colocaron el cuerpo en la del conductor, donde lo encontraron. La sangre sobre uno y no el otro, fue otro elemento que fortaleció esa hipótesis, aunque no encontraron signos de arrastre.
El asiento donde se encontraba tendido el cuerpo hacia un costado, estaba totalmente deslizada hacia atrás y tan fuerte que hizo saltar el tope y, la camisa negra que llevaba Monges estaba desgarrada en un brazo.
Los peritos determinaron que no había signos de defensa y sospechan que el asesor político fue asesinado en otro sitio y conducido hasta el lugar del hallazgo. También calcularon el tiempo de sobre vida: escasos segundos. La presencia de residuos de pólvora y patrones de sangre, les indicó que la camioneta fue la escena del crimen.
En el debate, José Castillo, el criminalista que elaboró el informe, hizo referencia a las principales pruebas que tiene el expediente acerca de la presencia de los Bejarano en el vehículo, cuando la defensora de los tres acusados le consultó “¿qué tipo de rastros se encontraron en volante y palanca de cambio?”.
“Si no recuerdo mal, el mezclado de la víctima con uno de los imputados, Roberto David Bejarano”, respondió Castillo sobre la evidencia obtenida por una pericia de biología molecular. Luego, detalló que “las muestras de las pericias odorológicas dan cuenta de la posición de Roberto Catalino en la parte media del asiento de atrás y de Santiago Ismael en el asiento de atrás del conductor”.
La defensa inquirió más sobre huellas halladas en el exterior del vehículo. Ninguna pertenecía a los Bejarano. Dentro del vehículo, en tanto, no encontraron ningún rastro papiloscópico apto para el cotejo, señal para los investigadores de que los autores del asesinato usaron guantes.
Al mismo tiempo, hallaron de dos perfiles genéticos de personas desconocidas en el pico de una botella de cerveza que estaba tirada en el interior de habitáculo. Ninguna coincidía con los imputados. Lo mismo ocurrió con el manual de la Eco Sport y otros elementos desperdigados a los pies del cadáver.