A un año y medio del siniestro vial que le arrebató la vida a Clarisa Zylberman (54) y a Julieta Rovea (43) en el barrio porteño de Floresta, este martes comenzará el juicio oral contra Lucas Alejandro Castro, el conductor que, bajo los efectos del alcohol y la cocaína, impactó a gran velocidad con el vehículo en el que viajaban las víctimas.
El choque ocurrió en la madrugada del 7 de abril del año pasado en la intersección de César Díaz y Chivilcoy, un cruce peligroso que carecía de semáforo. Castro, de 40 años y que trabaja como camionero, manejaba una Ford Kuga a más de 90 kilómetros por hora cuando embistió al otro vehículo en el costado izquierdo, justo en la parte trasera donde viajaban Clarisa y Julieta.
El impacto fue tan violento que ambos autos terminaron sobre la vereda, chocando contra un árbol y el enrejado de una casa.
Clarisa y Julieta murieron en el acto, mientras que el resto de los ocupantes de la Renault Duster fue trasladado al Hospital Álvarez con heridas de distinta gravedad. Entre ellos estaba el hermano de la mayor de las víctimas, quien conducía el auto, su esposa, y la hija de ambos.
Castro también fue hospitalizado: estuvo 39 días internado, hasta el 16 de mayo, fecha en la que lo trasladaron al penal de Ezeiza, donde permanece bajo arresto desde entonces. A lo largo del último año y medio, ha solicitado en varias ocasiones su excarcelación y prisión domiciliaria, pedidos que fueron denegados cada vez.
Horas después del siniestro, se confirmó que había dado positivo de cocaína y manejaba con 0,27 gramos de alcohol por litro de sangre, en un test que se hizo nueve horas después del hecho. También, que no respetó la prioridad de paso.
Tras haberse negado a declarar en primera instancia, el detenido decidió romper el silencio y defenderse. “Ese día salí de mi domicilio a dar una vuelta y, lo que quiero dejar claro ante cualquier persona u organismo, es que de ninguna manera y bajo ningún aspecto pude haber calculado, pensado o meditado que podía terminar de esta manera; me refiero al deceso de alguna persona o al daño de alguien. No se me ocurrió ni fue premeditado. Estoy afectado por el daño que ocasioné a una familia, soy tontamente consciente y también estoy dolido por lo sucedido”, dijo.
En su declaración, contó que en el pasado tuvo un problema de adicción por el que en ese entonces estaba bajo tratamiento, y aseguró que no recuerda haber consumido drogas esa noche.
“Estoy casi seguro de que no ingerí drogas. ¿Por qué digo casi? Porque a partir de lo que me pasó estuve en shock. Cuando a mí me sacaron del auto, no podía creer lo que estaba pasando (...) No podría confirmar al cien por ciento si hubo ingesta o no, hay partes que no recuerdo”, sostuvo.
Al ser consultado sobre la proporción que había consumido por última vez antes del choque y sobre si, a su juicio, eso pudo haber guardado relación con el narcotest positivo, el imputado respondió: “Estoy en recuperación con mi adicción a la cocaína, por lo cual puede haber quedado algo residual en la sangre de lo que consumí”.
Respecto de la ingesta de alcohol, dijo que no fue suficiente para disminuir sus capacidades de manejo. “Tengo claro que el límite es 0,5 y que a mí el alcohol en sangre me dio 0,25 y recuerdo muy bien, porque esto sí lo puedo asegurar, fue un vaso de cerveza lo que consumí, y no puede de ninguna manera ese vaso afectar a mi condición de manejo”, consideró.
El caso fue elevado a juicio en la primera semana de julio de este año. Castro llegó a esta instancia acusado de “homicidio culposo y lesiones leves culposas, agravados en ambos casos por haber sido ocasionados por la conducción imprudente de un vehículo con motor, con nivel de alcoholemia superior a un gramo por litro de sangre y bajo los efectos de estupefacientes, a una velocidad de más de treinta kilómetros por encima de la máxima permitida en el lugar del hecho, con culpa temeraria y por existir más de una víctima fatal y más de una víctima lesionada”.
El debate tendrá su primera audiencia presencial en el Tribunal Oral en lo Criminal y Correccional N°2. Aunque la causa está actualmente caratulada como homicidio culposo agravado, que prevé penas de entre 3 y 6 años de prisión, la querella busca una condena por homicidio simple con dolo eventual, lo que implicaría una pena mucho mayor, de entre 8 y 25 años de cárcel.
“Nos gustaría sentar un precedente para que se juzgue de la manera que corresponde y le caiga al culpable todo el peso de la ley, aunque estos hechos suelen considerarse ‘accidentes’ y no se les da la magnitud que se debería, ya que generan daños irreparables”, expresaron desde la querella, que en el caso de la familia Zylberman estará representada por el abogado Gabriel Becker.
“Nuestro objetivo es que le den la mayor pena posible. Las pruebas son contundentes. Con solo el video es más que suficiente”, dijo por su parte Johanna Furvasser (29), hija de Clarisa Zylberman, en diálogo con Infobae.
Para Johanna, el proceso judicial ha sido tan doloroso como prolongado. Y el hecho de que el juicio comience tan cerca del Día de la Madre agrega una capa extra de tristeza.
“Tratamos de seguir adelante, de buscar justicia e intentar dar un cierre para poder dejar esto atrás”, soltó entre lágrimas, con la voz quebrada. “Sabemos que todos los procesos en la justicia en Argentina suelen ser muy largos, tediosos. Aunque pasó un año y medio, recién ahora se hace el juicio. Por suerte en todo este tiempo él estuvo preso en Ezeiza”, añadió refiriéndose a Castro.
Clarisa Zylberman vivía en Villa General Mitre. Hincha de River Plate y trabajadora incansable, era tesorera en una fábrica textil de etiquetas. Había comenzado a disfrutar de la vida tras años de trabajo arduo y dificultades por problemas de salud. “Mi mamá era una persona súper tranquila, bondadosa, luchadora, valiente, fuerte. Atravesó y venció un cáncer. Laburó mucho toda su vida y recién ahora estaba empezando a disfrutar”, recordó su hija, visiblemente emocionada.
Julieta Rovea, amiga de la familia, también dejó un vacío imposible de llenar. A sus 43 años, era madre de dos hijos, una joven de 21 años y un adolescente de 16. Nacida en Teodelina, Santa Fe, había construido su vida en Buenos Aires, donde se desempeñaba como administrativa en la Secretaría de Extensión Universitaria y Bienestar Estudiantil de la Facultad de Medicina de la UBA. Tras el hecho, desde la Casa de Estudios la despidieron a través de sus redes sociales.
Julieta también tenía dos emprendimientos junto a su hija: vendían perfumes y remeras. Como hobby, le encantaba bailar tango y solía visitar el club Fulgor de Villa Crespo. Su vida, marcada por el arte, el trabajo y su familia, fue truncada cuando faltaban apenas diez cuadras para llegar a su casa en el barrio de Monte Castro.
El dolor de Johanna y de las familias de las víctimas es palpable. Aunque saben que el juicio no les devolverá a sus seres queridos, esperan encontrar justicia y una condena que sirva para futuros casos. “Quizá con suerte en el juicio se pueda sentar precedente para que en estos casos se aumenten las penas. Porque me parece ilógico que le den una condena de cuatro años a una persona que, intencionalmente o no, mata a dos personas actuando de manera irresponsable”, sentenció la joven.
Tras la apertura del martes, las audiencias continuarán los días 24 y 31 de octubre, en formato virtual. Si bien el dolor nunca desaparecerá por completo, el proceso, “salga como salga, también será dar otro paso para poder darle un cierre al tema”, concluyó Johanna.