Aún faltaba una hora para conocer la sentencia del tribunal cuando Tito Franklin Escobar Ayllon, el taxista que luego sería condenado por violar a una pasajera, decidió hacer uso de sus últimas palabras antes de escuchar la pena de 12 años y medio de prisión. Desde el banquillo de los acusados, volvió a pedirle disculpas a Manuela Ponz, su víctima. Sin embargo, justificó su accionar al admitir que el ataque fue un error: “Cometí una equivocación, merezco una segunda oportunidad”.
Luego de sus declaraciones, la audiencia pasó a un cuarto intermedio. Y 60 minutos después llegó la respuesta del presidente del TOC N°28 de CABA, quien leyó el veredicto y sentenció a Escobar Ayllon a 12 años y 6 meses en prisión por considerarlo autor penalmente responsable del delito de abuso sexual con acceso carnal.
La pena fue la misma que había solicitado el fiscal general Sandro Abraldes, quien en su alegato afirmó que el imputado actuó siguiendo “un plan criminal claro, con un único objetivo” e indicó que, además, “se mantuvo prófugo durante ocho años para garantizar su impunidad”.
“La falta de consentimiento fue un obstáculo para obtener placer sexual, y este obstáculo fue eliminado mediante el uso de violencia e intimidación. La víctima fue tratada como un simple objeto de satisfacción sexual. Sufrió pesadillas, problemas de salud física y miedo a estar sola, incluso después de convertirse en madre”, resumió el Abraldes sobre el caso.
Y concluyó: “Se aprovechó de su juventud, su situación de vulnerabilidad y el hecho de que estaba sola. Las pruebas en su contra son contundentes, está rodeado por la evidencia”.
Manuela Ponz, por su parte, consideró “justa” la sentencia y expresó su alivio tras conocer el veredicto del tribunal. “Considero que esto es justo, ahora puedo seguir con mi vida. Estoy contenta y aliviada”, señaló.
Luego aprovechó su lugar para darle un consejo a las víctimas de abuso sexual o personas que hayan pasado por situaciones similares a la de ella. “Quiero decirle a cualquier mujer que pase por algo parecido que se anime a denunciar, que lamentablemente la justicia tarda, pero llega”, dijo transmitiendo cierta esperanza.
Las pruebas contra el taxista
Los testimonios expuestos por la querella contra Escobar Ayllon fueron contundentes para demostrar su responsabilidad en el acto ocurrido en abril del año 2015, cuando Manuela Ponz salió de un bar en Colegiales y se subió a su taxi emprender el regreso a su casa.
Según el testimonio de la víctima, ella se quedó dormida arriba del vehículo en medio del viaje. Él estacionó, se pasó al asiento de atrás y, aprovechando su estado, comenzó a violarla. No frenó a pesar de sus gritos. Tras el ataque, la empujó a la calle y escapó. Luego abandonó el auto y se fugó del país.
La abogada de la víctima, Adriana Biera, aportó los testimonios de los vecinos que socorrieron a Ponz, quienes dieron detalle de los minutos después del hecho. Además, agregó los informes médicos que constataron las lesiones físicas compatibles con una agresión sexual reciente, los cuales fueron expuestos como pruebas clave.
También fue fundamental el reconocimiento fotográfico de Escobar Ayllón por parte de la víctima, el hallazgo de sus huellas dactilares en el taxi y las declaraciones del propietario del vehículo, que reforzaron la culpabilidad del acusado.
Acerca del rodado, Manuela había identificado su auto gracias a características particulares, como un masajeador en el asiento del conductor. Esta descripción coincidió con las imágenes capturadas en videos y con el taxi que el agresor había abandonado en la localidad de Sarandí días después.
Con la presentación de estas pruebas, la querella solicitó una condena de 15 años para Escobar Ayllón, incluyendo la prohibición de contacto del acusado con la víctima y su familia, así como su inclusión en el Registro Nacional de Datos Genéticos vinculados a delitos sexuales. Finalmente, se le otorgaron 12 y medio.
Por su parte, el abogado defensor del taxista, Javier Ibarra, solicitó la nulidad del proceso al cuestionar las escuchas telefónicas realizadas durante la investigación, mientras el imputado estaba prófugo y criticar el reconocimiento fotográfico como parte del proceso de identificación.
“La dimensión de este juicio ha tomado un giro más humano, el del perdón. Franklin ha pedido disculpas, lo que podría interpretarse como una confesión planificada. Admitir su responsabilidad es su intento de dar una mínima respuesta a la víctima. Franklin ha mostrado voluntad de colaborar”, argumentó el abogado defensor.