El caso de Gisèle Pelicot, la mujer francesa cuyo marido la drogó durante casi veinte años para que al menos 50 hombres la violen, ocurrió aquí mismo en Lanús. Es exactamente la misma historia.
S., una mujer de ese municipio, fue abusada por una serie de hombres desconocidos durante más de una década, desde 2012 hasta el 5 de abril de 2022, cuando logró denunciar lo que sufrió en una comisaría de la Policía Bonaerense. El acusado, J.B, el encargado de que estas violaciones ocurran, un ex ejecutivo de una empresa de recolección de basura hoy de 48 años, el hombre que disfrutó mientras presenciaba las vejaciones, era su propio marido. Los hombres que cometían esas violaciones pertenecían al circuito swinger del conurbano bonaerense, que la pareja frecuentaba. No solo se trataba de los extraños, a los que la víctima, forzada a golpes, nunca pudo señalar o reconocer: J.B violaba él mismo a su mujer, lo hizo bajo amenazas en su casa. durante el mismo período.
La pareja tuvo dos hijos varones, hoy adolescentes. El padre forzó a uno de ellos a ver un video de su madre teniendo sexo con otro hombre. Las amenazas en la casa, por otra parte, eran una constante. S. y sus hijos declararon que, en momentos de furia, J.B tomaba su arma y disparaba al piso. El ataque que llevó a la denuncia no fue con un arma de fuego. Esa vez, J.B le partió a su mujer un florero por la cabeza. La mujer le pidió las llaves de la casa a su suegro, para poder escapar.
J.B espera sentado en la Unidad N°23 de Florencio Varela. Esperará, tal vez, durante un largo tiempo. No hay mucho margen para discusión: el ex ejecutivo aceptó su culpa en un juicio abreviado, tras una investigación de la fiscal María Soledad Garibaldi.
Así, el Tribunal N°4 de Avellaneda le dio once años de cárcel por diez hechos, con delitos como violación, amenazas, tenencia ilegal de arma, lesiones leves agravadas por el vínculo y por violencia de género, corrupción de menores, coacción, con la letra fría de la ley. La víctima fue querellante en la causa, representada por el abogado Ricardo Canale, que hoy también representa a la familia de la presunta víctima de Leandro Martínez, el ex ejecutivo acusado de abusar de su propia sobrina.
El nombre del acusado no es publicado en esta nota por un motivo inquietante: hacerlo expondría a sus hijos. Las amenazas del condenado a su familia, aseguran fuentes cercanas a la víctima y en los tribunales de Lanús, continuarían hasta hoy desde la cárcel.
El testimonio de S.
J.B conoció a su víctima, según relató la mujer a los investigadores del caso, en 1998, cuando ella era una adolescente y él, un adulto con trabajo estable. Eran vecinos. Poco después, el hombre que la violaría y golpearía y llevaría a que otros la viole, fue su primera vez, en un hotel alojamiento.
“Yo era virgen y nunca había tenido nada con nadie. Accedí con miedo y dudas. Una noche que habíamos salido y fuimos a un hotel, entramos. Al principio estaba lo más bien”, relató S. En el hotel, J,B exigió una prueba de su virginidad.
La víctima dijo:
-Yo era virgen y no sangré.
Ante la falta de sangre, J.B comenzó a insultarla: “Me dijo ‘puta’”. Tiempo después, quedó embarazada. La primera paliza la recibió a los cuatro meses de gestación. Se mudaron luego a la casa de la abuela del hombre, a la que debían cuidar. Allí, las humillaciones eran constantes. “Planchame la camisa”, cosas así. J.B, además, se dedicaba a separarla de su familia, poco a poco, obligándola a que denuncia a su hermana por robo, una mentira, una de tantas. Los otros hombres comenzaron a llegar en 2013. No eran swingers, sino taxiboys, varones que ejercían la prostitución, que publicaban sus anuncios en el sitio Soy Tuyo.
“Me dijo que yo no satisfacía sus fantasías. Me insistió tanto y me pegó tantas veces que accedí para que deje de pegarme. Él ahí fue que empezó a elegir a varios hombres para que estén conmigo”, siguió S: “Me sentí sucia. A partir de ese encuentro, cada 20 días o una vez al mes me hacía tener relaciones con otros hombres. Al tiempo, empezó a insistir con que quería participar. Siempre filmó todas las veces que me hizo tener relaciones sexuales con otras personas”. La embriagaba para esto, con una botella entera de vino con energizante.
Luego, J.B tomó a una amante, con la que S. compartía tiempo, lugares: el ex ejecutivo intentaba que las dos tengan sexo frente a él, sin éxito. Las humillaciones ya habían sido naturalizadas para ese entonces. Irónicamente, el hombre no podía soportar que su mujer tuviera una amiga lesbiana, lo que provocaba más agresiones, la culpaba de sus pérdidas en el casino.
Ya en las discotecas swinger, los hombres del lugar le preguntaban a J.B:
-Che, ¿a tu señora le gustan las mujeres?
-No, pero ya le van a gustar.
“Capaz yo tenía que estar con un viejo para que él pueda estar con la mujer que le gustaba a él. Él, en ese momento, me compraba vino. Me daba alcohol, para que yo esté borracha y pueda encarar”, continuó. S. veía la pileta en uno de los boliches, sentía repugnancia al ver el agua. Así, comenzó el estilo de vida. En una cuenta de Facebook, a nombre de ambos, como estilan las parejas del circuito, el hombre posteaba fotos de S. en ropa interior y anunciaban el boliche que visitarían esa noche. Le compró ropa a tono; minifaldas, shorts, topcitos. Salían a manejar, de madrugada, con el extraño random de turno. J.B filmaba desde el volante, mientras S. le practicaba sexo oral al hombre que habían conocido en el boliche.
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Siempre se filmaba, siempre había videos. “Hay uno puntual mío bailando con otras chicas en una tarima. Yo ese día estaba completamente borracha, no entendía nada. Se ve por mi cara. Ese video se lo mostraba a mis hijos, para querer demostrar que era algo consensuado. Incluso le ha mostrado videos míos a mis hijos con hombres. Todo eso era para querer demostrar que él no era violento conmigo. Le decía a uno de ellos cuando le mostraba eso ‘¿La ves llorando a tu mamá ahí? ¿Está pidiendo por favor con un revolver en la cabeza?’”, relató.
Insólitamente, esa fue la misma estrategia con la que J.B intentó defenderse en el juicio. Aportó él mismo esas filmaciones para tratar de demostrar que todo, básicamente, era un gran acuerdo swinger.
“El relato de S.”, consideró una psicóloga forense que la analizó “es verosímil”, atravesado por la angustia, por la culpa. Los informes victimológicos en la causa determinaron un “alto riesgo de femicidio”, según la condena del Tribunal N°4, con una “clara alteración en el desarrollo sexual normal de los hijos” y las “reiteradas agresiones basadas en la asimetría de poder”
Las supuestas amenazas realizadas por J.B desde la cárcel de Florencio Varela se encuentran bajo investigación.