Franco Saulle, de 19 años, dedicado al trading de criptomonedas según él mismo, fue ejecutado de un tiro en el ojo derecho frente a la casa de sus padres en la calle Pablo Podestá en Burzaco el jueves pasado. “¡Franco, Franco!”, gritó su padre, Ariel, al oír el disparo y escuchar el auto de los asesinos acelerar. La Policía Bonaerense encontraría a Ariel horas después en la clínica Espora, en estado de shock, mientras esperaba alguna noticia de su hijo, ya moribundo. Franco perdería la vida horas después.
La duda de los investigadores, con una causa a cargo de la UFI N°2 de Almirante Brown es obvia: ¿fue un robo? ¿O un ajuste de cuentas? Los asesinos no robaron nada. El padre de Franco, que se dedica a la administración de edificios y al negocio inmobiliario, entregó a la Bonaerense las llaves del Peugeot 208 de su hijo en la clínica; lo encontraron sin patente, con las balizas encendidas, junto a un local de comidas rápidas. Curiosamente, la Policía, al llegar a la escena del crimen, encontró un par de zapatillas marca Vans junto a las manchas de sangre de Franco.
Si fue un asesinato sicario, ¿quién encargó su muerte, en un crimen al estilo rosarino? ¿Y por que? El lugar del hecho no es un dato menor. En los códigos del hampa, matar a una víctima frente a la casa de su familia es un signo de odio, de desprecio, de vuelto cobrado con creces. Si hubo un mensaje para dar, ciertamente se hizo oír.
Mientras tanto, el Instagram de Franco quedaba como un memento de su vida, con la exhibición típica de los que se venden como traders: fotos frente a un Porsche, en un yate en Brasil, en una sesión de snowboard, abrigado con camperas The North Face, en New York, con una campera Moncler y zapatillas Nike recién salidas de la caja, como posando en un book de modelo, pero del negocio de la exhibición financiera.
En sus stories, Franco hablaba de “la comunidad de trading en la que estamos trabajando” con su supuesta empresa, Cronos. “Vamos a estar operando en vivo”, invitaba.
“Es genial”, lo publicitaba el ex Gran Hermano Tomás Holder. Sus registros comerciales no revelaban ninguna actividad en blanco, ni siquiera una deuda reciente de tarjeta de crédito.
En las redes de su familia, quedaban las viejas fotos también. Con su primera computadora, salidas de caza con su padre en el campo, Franco como un chico.
La Justicia de Lomas de Zamora, por lo pronto, ya identificó a un posible asesino, uno de tres que viajaban en el auto del ataque. También, detuvieron a la cuñada de este hampón, que ocultó el auto tras el crimen en su casa de Glew, confirmaron fuentes policiales y judiciales a Infobae. Era un Peugeot 208, el mismo modelo que el auto de Saulle. El 208 circulaba con un pedido de captura de la Comisaria 10° de Ingeniero Budge: lo habían robado a punta de pistola el día anterior.
El análisis de cámaras del Centro de Monitoreo de Almirante Brown permitió seguir la primera pista de los asesinos. Fueron captados a las 18:47 en Laprida y Antártida Argentina, rumbo a Glew.
Así, llegaron a la casa de la mujer: el 208 estaba allí, tapado con una lona. Ante los detectives de la Bonaerense, aseguró que su cuñado había dejado el auto el día anterior. El auto fue peritado de inmediato. Una huella dactilar de su cuñado, efectivamente, estaba allí. Obtuvieron también datos de dónde dormiría el cuñado, una casa en Villa Rita, también en Lomas de Zamora, propiedad de una tía. Allí fueron. El presunto asesino de Saulle había dejado el lugar dos días antes.
La mujer, acusada de encubrimiento, se negó a declarar.