El lunes pasado, B.S, de 27 años, nacido en 1996 en Guancayo, Perú, fue arrestado por la Policía de la Ciudad en la esquina de Lavalle y Libertad, pleno centro porteño. La División Delitos Contra la Integridad Sexual se lo llevó por orden del Tribunal Oral porteño número 29, que lo buscaba por una vieja cuenta pendiente con un pedido de captura a nivel internacional. Así, la fuerza porteña comenzó a rastrearlo. Encontraron un posible domicilio en Valentín Alsina donde dormía, también llegaron al lugar en CABA donde solía moverse.
Decir “cuenta pendiente” es un eufemismo. El 29 de diciembre de 2021, el Tribunal lo había condenado a diez años y seis meses de cárcel por tres hechos de abuso sexual con acceso carnal. La víctima: su vecina, que al momento de los hechos tenía 13 años.
El 22 de febrero de este año, la Sala II de la Cámara de Casación integrada por los jueces Eduardo Sarrabayrousse y Gustavo Bruzzone confirmó la condena en su contra. Sin embargo, durante todo este tiempo, B.S -cuya identidad se mantiene en reserva para no exponer a su víctima- se mantuvo libre: escapó de las autoridades tras su condena. La causa, ciertamente, es de vieja data: se inició en 2016; la causa fue elevada a juicio en marzo de 2017. Los hechos denunciados, tres abusos sexuales, ocurrieron entre julio y agosto del año anterior.
Infobae accedió a documentos judiciales que detallan los ataques que el acusado cometió. La familia de la víctima y B.S usaban un baño compartido en el asentamiento. Allí, en la ducha, el hombre que pasó casi una década libre atacó a su víctima.
Sobre el primer hecho, dice la confirmación de la condena, el acusado “a fin de lograr su cometido, en el mes de junio del año 2015, B.S aprovechó que la menor salió del baño compartido de la vivienda, la tomó del brazo y la metió nuevamente allí. Luego, cerró la puerta y apagó la luz, le tapó la boca a la nombrada”.
Tras abusar de ella, le aseguró que, si lo contaba la “mandaría a matar” a su madre. Volvería a atacarla una semana después, nuevamente cuando salía de la ducha, para repetir la misma amenaza.
El tercer ataque ocurrió no en el baño, sino en el lavadero. Esta vez, el violador cambió el repertorio. Le aseveró a su víctima que también dañaría a su padre. No lo haría él, sino un tío suyo, que estaba a punto de salir de la cárcel, así como amigos que, según declaró la menor violada, “trabajaban en las drogas”.
Luego, B.S intentaría abusar de ella nuevamente, sin éxito. “Me quiso violar la cuarta vez, pero me estaba llevando a su cuarto y yo me atajé con la puerta, y justo el hijo del dueño subía con sus perros a la terraza y entonces ahí me soltó y se metió a su cuarto”, aseguró la víctima en su declaración en cámara Gesell, ocurrida en 2016.
La propia menor le reveló los ataques a su mamá luego de un viaje a Perú, lo que forzó a la familia a dejar la casa tras presentar la denuncia. El acusado, insólitamente, declaró que todo fue consentido, una “bonita amistad” que se convirtió
La defensa oficial del condenado -que pidió la nulidad de la sentencia por “la imposibilidad de interrogar a un testigo”- planteó en los tribunales las sucesivas demoras de la Justicia para que la causa llegue a juicio, con la pandemia del coronavirus de por medio. Su recurso de casación fue finalmente rechazado.