Tras el salvaje ritual de iniciación en Córdoba en el que les arrojaron cal viva a 35 soldados de la Brigada de Paracaidistas, este jueves imputaron a tres miembros de alto rango del Ejército Argentino por “abuso de autoridad” y “lesiones leves”. Así lo dispuso el fiscal federal Carlos María Casas Nóblega.
Según el expediente al que pudo acceder Infobae, se trata del teniente coronel Exequiel Poma, el mayor Eduardo Paván y el cabo primero Mario Ortega: junto a otras personas que todavía no fueron identificadas, habrían sido los responsables de arrojar cal viva a los jóvenes recién egresados del curso de formación. Todo ocurrió en el predio conocido como “La Mezquita”, situado frente al Regimiento de Infantería de Paracaidistas N°14 del Ejército Argentino, el pasado 17 de mayo.
Durante este “bautismo”, las víctimas habrían sido obligadas a arrodillarse frente a los instructores “quienes a viva voz les habrían gritado ‘paracaidistas’”, de acuerdo a lo que precisa el texto. Frente a esta circunstancia, los soldados debían responder de inmediato gritando “siempre”, dejando “su boca entreabierta”. En ese momento, los tres imputados, junto a otras personas, “les habrían arrojado cal viva y sidra provocándoles quemaduras externas e internas en la piel, mucosas, vías respiratorias y demás lesiones”.
Tras el hecho -indica el texto- los recién egresados fueron conducidos por los acusados al baño para lavarse la cara y bañarse, provocando un “empeoramiento de los síntomas en virtud de las características de la cal viva”. Ante este cuadro, fueron derivados al Hospital Militar, donde al menos siete soldados fueron internados. Este fue el primer hecho descrito por el fiscal, por el que dispuso la imputación de los tres miembros del Ejército.
Posteriormente, Paván (quien se desempeña como mayor) junto a otro hombre habrían abusado de su autoridad ”amedrentando a las víctimas para inducirlas a declarar hechos que no habrían sido contestes con lo efectivamente sucedido”. Asimismo, el imputado “habría indagado a las víctimas de manera reiterada e intimidatoria hasta obtener la respuesta deseada por ellos” con el fin de evitar que se difunda lo ocurrido. Según precisó la fiscalía, de acreditarse este segundo hecho, pesarían sobre Paván los delitos de “abuso de autoridad” y “falsedad ideológica”.
El tercer y último hecho detallado por el fiscal vuelve a Paván: habría abusado de su autoridad amenazando y coaccionando a los 35 soldados indicando “de manera violenta y autoritaria que no hablen de lo sucedido” porque “mancharían” el nombre del regimiento. “Asimismo, habría amenazado con que si escuchaba hablar a alguien sobre aquella situación les propinaría ‘una cachetada en la cabeza para que no lo haga’”, amplía el expediente. En este caso, recaería sobre el mayor una nueva acusación por “abuso de autoridad militar” y “coacciones”.
“Las víctimas tienen miedo de aparecer”, insistió Jerónimo Argañaraz, el abogado de los denunciantes, en diálogo con este medio. “Toda esta situación es temerosa para ellos”, remarcó. Sin embargo, aseguró que ante la reciente acusación “de alguna manera, se sienten respaldados”. “Sus derechos como víctima puedan continuar en el camino correcto y no en la clandestinidad. Porque si no, son víctimas y tienen que manejarse siempre de manera sigilosa, con miedo”, manifestó.
Además, se refirió al modo en que transitan estos días los jóvenes que representa. “Muchos de ellos siguen yendo a cumplir sus tareas, son trabajadores en blanco. Pero hay varios que se han dado de baja por cuestiones de temor y represalias”, señaló el letrado.
“Uno de ellos me decía que antes, los grados más altos, como los de segundo año, tenían cierto poder sobre los ingresantes y de primer año. Así era la estructura militar. Mientras más antiguo eras, tenías cierto poder, cierta jerarquía sobre los que recién ingresaban. Con el tiempo, por suerte se ha modernizado y ya no es tan así”, amplió Argañaraz.
“Lo que se venía haciendo era tirarles harina y sidra, pese a estar prohibido”, subrayó el abogado sobre las prácticas que se desarrollaban y recordando el polémico caso de Matías Chirino, el soldado de 22 años que murió en Corrientes tras un ritual de iniciación.