El futbolista Oscar “Junior” Benítez escuchará el próximo jueves 4 de abril el veredicto de la Justicia de Lomas de Zamora y, eventualmente, una condena por los delitos que se le imputan y que lo tienen preso desde enero: violencia, amenazas y uso ilegal de armas contra los padres de Anabelia Caterina Ayala, una chica que entre 2017 y 2023 fue -o creyó que era- su novia y que en la noche de Año Nuevo, mientras la familia brindaba, se quitó la vida.
Anabelia padeció golpes y violencia psicológica de parte de Benítez pero nunca quiso denunciarlo. Lo hicieron sus padres, incorporados por la fuerza de la espiral violenta a escenas de golpes de puño, cuchillazos, exhibiciones de armas y amenazas que, de acuerdo a sus testimonios, protagonizó Benítez contra ellos.
Para el ex delantero de Boca y Lanús, la chica era su objeto y la celaba obsesivamente: no le dejaba tener contacto con otras personas, la vigilaba con videollamadas que duraban el tiempo que estuvieran despiertos o desocupados y todo eso ocurría mientras él trabajaba como futbolista y sostenía la cotidianidad de su familia, su esposa -con quien se conocieron a los 11 años y fueron padres a los 15- y sus cuatro cuatro hijos. Una de ellas, la más grande, padece severos problemas de salud.
La historia de Junior Benítez pudo haber sido la de muchos futbolistas exitosos, pero sobre su personalidad siempre hubo un desequilibrio poderoso entre lo luminoso y lo oscuro, entre la bendición del talento natural y la condena de una mente prácticamente ingobernable. Una vida atravesada, también, por la flecha envenenada de una infancia difícil.
Ya en el fútbol infantil de zona sur lo veían como un prodigio. Era mucho más alto y potente que el resto de los chicos de su categoría, la 93, al punto que se rumoreaba que era dos años más grande y estaba mal anotado, porque de otro modo no se entendía tanta superioridad. Lejos de la personalidad que puede esperarse de un chico estelar, él era callado, introvertido y, por momentos, parecía que el alma se le iba de los partidos y solo quedaba allí su cuerpo.
Todos hablaban de Junior. Y todos en los barrios del sur sabían además que su padre Oscar estaba preso y era cultor de la divinidad pagana San La Muerte, a quien, a diferencia de los católicos, se le pueden pedir favores tanto para el bien como para el mal.
Oscar Junior pudo convivir con eso y a los 19 años debutó en la Primera de Lanús, el club que había detectado su magia blanca en las baldosas de los clubes de barrio. Ya en los primeros entrenamientos con el primer equipo, sus compañeros profesionales y de experiencia notaron su fuerza distintiva. Algunos pensaban que tenía destino de ídolo. Con ingresos fundamentales suyos en partidos clave, Lanús consiguió un título internacional (en 2013) y luego otro local (2016), lo que tentó al Benfica portugués, histórico descubridor de gemas latinoamericanas, que pagó tres millones de dólares por su ficha.
Sin embargo, algo nunca dejó de estar atascado en el alma de Junior. Su estilo de vida desordenado e introvertido (sus compañeros de Lanús se enteraron de casualidad que tenía una hija con problemas cardíacos de nacimiento) no encajaba con las pretensiones super profesionales del club de Lisboa y, tras un préstamo en el Braga portugués, volvió al país, nada menos que al club del que es hincha: Boca Juniors.
La primera vez que se cruzaron Anabelia y Benítez fue por esos años de su regreso al fútbol argentino. En 2017, ella, de por entonces 23 años y también de zona sur, le escribió por Facebook y él respondió, y a la semana se vieron personalmente y ya no pararon: salían a comer, al cine, llevaban una vida de novios. Solo que Junior tenía su casa en la calle René Favaloro, en Luis Guillón, donde además vivían su esposa y sus hijos.
Anabelia estudiaba Administración de empresas y para despachante de aduana, pero a los pocos meses de verse con Benítez la relación se intensificó y ya no hubo más tiempo que para estar con él. O pensando en él. La carrera de Junior en Boca no avanzó. Volvió a Portugal, donde rebotó y fue a parar a Argentinos Juniors. En el club de La Paternal apenas jugó ocho partidos de muy bajo nivel y fue transferido al San Luis, en México.
Días atrás, Benítez pidió declarar en el juicio y explicó ante el juez Antonio Miguel Balicki, del Tribunal Oral Correccional N°8 de Lomas de Zamora: “Yo le expliqué que yo tenía pareja, tenía hijos, que estaba viviendo con ellos. Ella en ese entonces me dijo que no había problema, que lo nuestro era era vernos, pasar el momento, disfrutar. Cuando llegó el momento de viajar a México, yo le comenté”.
Ambos se estaban enamorando. Él le propuso ir a México, a pesar de que viajaba con su familia y sus hijos. “Le digo ‘mirá, vamos a hacer una cosa, hagamos como que vas de vacaciones, vas 15 días, la pasamos bien, conocemos algunos lugares. Y después de eso no quiso volver más”, relató Benítez.
La versión de la familia de Anabelia es otra. Los Ayala aseguran que Junior no la dejaba salir del hotel (luego se mudó a un departamento) y que le sacó el pasaporte. La violencia ya no era solo verbal o psicológica, sino también física. Anabelia cada tanto le escribía a una prima y le mandaba fotos de los moretones en sus piernas o sus ojos con derrames.
Una mujer que la hospedó en México y que no quiso revelar su identidad contó a Infobae: “Fui testigo del abuso psicológico y físico del futbolista y las atrocidades que él le hacía y el miedo que Ana le tenía, era de esperarse que esta relación no iba por buen camino. Yo le ofrecí mi ayuda, pero él la tenía vigilada y las veces que logró escapar la trajo de regreso”.
Sin embargo, días atrás Benítez intentó instalar su versión en el juicio. “Ella salía en México. Salíamos a hacer paseos, íbamos de safari, íbamos de shopping, íbamos a recitales, viajábamos a todos lados. Yo hacía más cosas, más paseos con ella que con mi familia, porque ella me demandaba mucho. Siempre me pedía y me exigía más de lo común. O sea, yo tenía mis entrenamientos, tenía mis días de partido y ella demandaba mucho tiempo, a lo que yo le le explicaba ‘yo tengo que entrenar, tengo que descansar, tengo una vida, tengo mis hijos’”, relató.
Mi hija se fue con él, a México, con todos los dientes puestos, volvió con un pedacito de diente menos. Se fue con una valija llena de ropa, volvió sin siquiera sus bombachas”, declaró María Cecilia Barrios, la mamá de Anabelia, ante la Justicia previo al juicio.
Luciano, el hermano de Anabelia, también contó el infierno de la joven en México: “Cuando viajó se empezó a notar que ella ya no se comunicaba con nosotros. Yo en aquel momento tenía una novia que hablaba mucho con Anabelia y ella me contó que mi hermana le decía cosas como que se había tenido que escapar con unas pocas monedas para poder hablar con ella. Así, una vez también me escribió a mi Facebook y me pidió que hablara con mi papá para que él le comprara el boleto para volver a Buenos Aires. Nunca me quiso decir por qué se quería volver. Yo intenté decirle que había cosas que no podían ser así pero eso provocaba reacciones en Junior que hacían que mi hermana se alejara de mí”.
Anabelia logró escapar de México, pero al regresar Benítez al país, poco después, porque su carrera en Norteamérica fue otro eslabón decepcionante, volvieron a encontrarse. En seguida Benítez consiguió un contrato en Ecuador y de nuevo Ayala viajó detrás de él.
“En Ecuador, seguía sin hablar con nosotros. Teníamos miedo porque no sabíamos qué estaba pasando. Anabelia le decía a mi novia que la relación era tóxica, que él le decía que no podía vestirse de tal o cual forma, que no podía pintarse de determinada manera las uñas, era muy celoso”, declaró Luciano.
No pasó demasiado para que Benítez recayera en el fútbol argentino. Esta vez la oportunidad se la dio Atlético Tucumán. A sus compañeros les sorprendió la enorme cantidad de tatuajes de calaveras que tenía en su cuerpo. Y el zoológico de animales exóticos que armó en su casa de zona sur con ejemplares traídos de Ecuador.
“En el vestuario se comentaba que tenía hasta un león. Es devoto de San La Muerte y hace como sacrificios. Acá venía armado y practicaba tiro en el predio de entrenamiento con latitas de gaseosa. Era raro porque es introvertido y parece buen pibe”, contó a este medio alguien que compartió vestuario con él en esa etapa, e incluso relató que Junior terminó peleado con su mejor compañero del plantel porque una noche se abalanzó sobre su mujer.
En esa época Benítez viajaba mucho a Buenos Aires y Anabelia cada tanto iba a verlo jugar a Tucumán. Fue cuando empezaron los problemas con la familia Ayala, que derivaron en la denuncia. Hechos que ya fueron narrados en otras notas de la cobertura de Infobae y que derivaron en una primera detención. Fue acusado del delito “violación de domicilio, amenazas y lesiones leves agravados por el contexto de violencia familiar, resistencia a la autoridad y lesiones leves” por los Ayala y fue condenado en 2022 a seis meses de prisión. El futbolista recuperó la libertad pronto y sin embargo se siguió viendo con Anabelia.
“Junior es una persona muy celosa, en lo normal. Quizás un mensaje de otra persona, de un hombre. Celos o reclamos. Nosotros teníamos libres los celulares, nos revisábamos entre nosotros los teléfonos. Por algo me enteraba las cosas. Al principio de la relación, hablé con la mamá de los hijos de Junior y Junior. Ellos estaban separados. Ella dijo que no le importaba y que nos iba a dejar tranquilos. Eso fue en México. Obviamente, no pasó”, declaró Anabelia.
Noelia Ayelén Santana, la esposa de Benítez, contó a la Justicia que conoció a Anabelia en México. “Ella me dijo que no quería ser maleducada pero que tenía una relación con mi marido. Me cuenta que estaba en México. Junior me dijo que sí, que la había conocido por redes sociales, que ella lo contactó y que había empezado como una amistad. Después bueno, se les fue de la mano a ambos. Cuando fui a Ecuador no pensé que ella iba a ir también, hasta que llegó al departamento. Ahí hablamos en persona. Ella me quería decir que también estaba ahí, en Ecuador”, narró la mujer, que convive con Junior desde los 15 años, cuando quedó embarazada de su primera hija. Ella atendía en una panadería y trabajaba en casas como personal doméstico.
A pesar de una segunda denuncia de los padres de Anabelia, ella nunca quiso colaborar con la investigación. Declaró una sola vez. Junior volvió a ser detenido por orden del juez de Garantías Gabriel Vitale en enero de 2023 y luego se le concedió la prisión domiciliaria. Pero a fines de ese año, los padres volvieron a denunciar que Junior merodeaba la casa y que se había visto con su hija. Como prueba presentaron una toma del video de la cámara de seguridad de la casa (que tuvieron que instalar por las amenazas de él) donde se ve una camioneta que supuestamente le pertenece.
La noche de Año Nuevo, Anabelia no quiso salir de su habitación. No respondió al llamado ni de Luciano ni de sus padres para cenar juntos. Pasadas las 12, golpearon su puerta para invitarla a brindar. Luciano abrió de una patada.
Junto a su madre, vieron a la chica, de 29 años, ya sin vida. Sobre la cama había una tablet encendida y una llamada con Benítez terminada. Pocos días después, un audio atribuido a una prima del futbolista decía que él vio cómo ella se quitó la vida y no avisó. A los días, la Policía se llevó detenido a Junior. En una tercera causa, se lo investiga por una presunta inducción al suicidio. De momento, esta semana se sabrá si es culpable de los delitos que denunciaron los padres de Anabelia.
Días atrás, Junior pidió la palabra ante el juez. Intentó poner la sombra de la sospecha sobre Juan Carlos Ayala, padre de Anabelia, quien lo denunció. Y dijo, sin la chance de que su ex novia lo desmienta, que ella le contó que era víctima de la violencia de su papá.
“Yo no tengo nada contra el señor. No tengo rencor. Por estos hechos yo perdí mi carrera. No tengo ningún rencor. Solamente quiero que las cosas salgan a la luz, que se sepa la verdad y nada más”, dijo Benítez. La verdad se conocerá el próximo jueves.