El crimen de Roberto Wolfenson, el hombre ahorcado en su casa del country La Delfina de Pilar, comienza a esclarecerse. En la madrugada del sábado, los fiscales German Camafreitas y Alejandro Musso, con la coordinación del fiscal general John Broyad, detuvieron a la empleada doméstica suplente de la vivienda, acusada del crimen. Se trata de Rosalía Paniagua, a quien en un allanamiento en su casa se le encontró un parlante bluetooth que pertenecía a la víctima. Pero no es la única prueba en su contra. Hay muchas más.
Los investigadores hallaron una serie de cámaras de seguridad que la comprometen por sus actitudes sospechosas. Pero en una en particular se la observa manipulando el celular de la víctima, a pocos minutos del momento en el que se cree que cometió el asesinato.
Según la reconstrucción fiscal, la empleada doméstica participó del crimen que se habría cometido en el mediodía del jueves 22 de febrero. Luego, salió del barrio privado a las 13.53 sin que, curiosamente, nadie le revisara la mochila. En su interior, se sospecha, llevaba el parlante y, al menos, un candelabro de 1 kilo típico de la comunidad judía, valuado en unos $600 mil pesos. Posteriormente, la mujer se toma el colectivo 228F hasta la estación de Derqui. Esto quedó registrado en el movimiento de las antenas.
Una vez en las inmediaciones de la estación, una cámara de seguridad privada la toma hablando con una mujer rubia. Para los investigadores, está tratando de venderle un celular, pero no lo consigue. Se cree que es el teléfono de Wolfenson.
La continuidad de las filmaciones, la muestra a Paniagua ya en la estación Derqui. A las 14.18 ingresa al andén y tiene en su mano izquierda el celular de la víctima. Exactamente a las 14.22 se sienta en uno de los banquitos.
Este último dato horario no es solo un detalle. Según se pudo establecer a través de las antenas, en ese minuto exacto el celular de Wolfenson fue utilizado por última vez. Las antenas ratifican que fue en la estación de Derqui, lo que le da sustento a la acusación.
Una cámara muestra a Paniagua en primer plano. La mujer guarda el celular de Wolfenson en el bolsillo chico de su mochila. Otro dato: su mano izquierda tiene una especie de apósito. “Esto puede ser producto de que participó del forcejeo que finalmente mató a Wolfenson”, dice un investigador.
Una vez que el teléfono de la víctima esta guardado en el bolsillo delantero, la empleada doméstica lo manipula con disimulo. Se cree que pudo haber borrado algunos mensajes. Lo cierto es que, por la actividad registrada en las antenas, el celular es apagado.
Posteriormente, en la misma cámara se observa que Paniagua mete la mano en el bolsillo más grande de su mochila y saca otro teléfono. Ese sería el propio. Ahí envía mensajes escritos y también de voz. Además, mueve su mano derecha y se la mira como si la tuviese lastimada.
Luego de esta secuencia, Paniagua se toma un tren que la deposita en la estación William Morris, para luego ser recogida por su marido.
Las preguntas se generan solas al conocer la información y ver el material fílmico: ¿Por qué nadie revisó a la empleada doméstica cuando salió del country? ¿Por qué tenía el celular de Wolfenson en su poder y lo estaba manipulando? ¿Cómo llegó el parlante marca Thonet & Vender de la víctima a su casa?
En las últimas horas, Paniagua se negó a declarar. Pero la duda que persiste es la misma de ayer, cuando se produjo la detención: ¿Actuó sola?
El caso
La muerte de Roberto fue descubierta el viernes 23 de febrero por la tarde en su casa del barrio cerrado La Delfina. Lo habían golpeado y ahorcado con una tanza o cable hasta matarlo. Su cara presentaba lesiones en pómulos, boca y un corte en la nuca que se produjo por la constricción del elemento que usaron para estrangularlo. Además, sus manos estaban todas cortadas producto de la defensa que opuso.
El ingeniero electrónico, ya jubilado y experto en baterías de litio que trabajaba como ejecutivo para una importante empresa; fue hallado sin vida por un vecino y un guardia de seguridad. Había sido visto por última vez con vida el día anterior, cerca de las 14 de ese jueves.
Wolfenson faltó a su clase de gimnasia de las 19 del jueves, sin dar aviso. Cuando sus amigos le escribieron al teléfono, los mensajes no llegaban. Tampoco atendió ninguna llamada durante el resto de esa misma jornada. Muchos menos el viernes. Otro dato: cuando el cuerpo fue encontrado al día siguiente, estaba vestido con la ropa que tenía puesta el jueves por la mañana.
Todo estos indicios llevan a los fiscales a creer que el homicidio fue el jueves. Sin embargo, la autopsia realizada al cadáver reveló que la data de muerte esta ubicada entre las 13 y las 16 del viernes. Para los investigadores, este dato no es determinante, ya que no siempre es preciso el horario de una muerte.