Para el capo boliviano Jorge Adalid Granier Ruiz su estadía en la cárcel de Ezeiza con los jefes narco de Rosario puede ser obra del karma. Días atrás pidió ser trasladado a un penal del norte argentino, para estar más cerca de su familia y, a la vez, escapar de las duras restricciones que cayeron sobre sus compañeros de pabellón a raíz del cambio de gestión y una serie de homicidios “al azar” en la ciudad santafesina. No pudo ser: Julio Bavio, a cargo del Juzgado Federal N°1 de Salta, rechazó la solicitud.
Los abogados del preso, al mismo tiempo, habían alegado que desde su ingreso al Servicio Penitenciario Federal, no cuenta con autorización de llamada alguna. Indicaron, además, que el narco, también conocido como “Nono” y “narcofantasma”, no tiene antecedentes previos, a diferencia de “la gran mayoría de los presos de alto perfil que comparten alojamiento con él, siendo una verdadera contradicción el alojamiento de un primario con individuos de alta peligrosidad y condenados a prisión perpetua”.
Los fiscales del caso sentaron su posición en un escrito. Creyeron que no era recomendable su traslado.
Argumentaron que, tras permanecer más de un año prófugo, lo detuvieron en Brasil, país en el que se había instalado con documentos truchos y desde donde se trasladaba a Paraguay y a Bolivia de manera clandestina. Asimismo, alertaron el riesgo de fuga latente en una penitenciaria con menores restricciones, tales como a las que pretendía ser trasladado, de seguridad media (C), en Salta, Jujuy o Chaco.
Ezeiza es de clasificación “A”, es decir, de máxima seguridad. En ese sentido, pusieron el ejemplo de Mauricio Laferrara. El jefe de sicarios de Esteban Alvarado, ambos rosarinos, se fugó de la cárcel de Devoto (de categoría B), en octubre de 2023, penal al que logró desembarcar con similares argumentos que los que presentó Granier.
Recordaron, a la vez, que Granier fue catalogado, según el Reporte de Sistema de Identificación de Categoría de Seguridad del SPF, con “Muy alto riesgo de fuga / Muy alto riesgo comunitario”.
La investigación del fiscal Eduardo Villalba de Salta y la PROCUNAR lo sindican como el jefe de una organización trasnacional integrada por la salteña Adelaida “Reina Titi” Castillo y el temible rosarino Fabián Gustavo “Calavera” Pelozo que asomaba, hasta su detención, como el próximo gran capo de la región.
Los tres juntos descargaban desde avionetas entre 300 y 400 kilos de cocaína en campos para ser distribuidos en centros urbanos de Santa Fe y Buenos Aires. Granier, con vínculos con el Comando Capital de Brasil, se encargaba de la logística aérea, por la que cobraba 300 mil dólares de comisión. Alvarado estaba dentro de su cartera de clientes.
La cocaína que ofrecía “El Nono” tenía una pureza poco vista en los ladrillos que circulan por Argentina. La “Reina Titi” -investigada durante años por los fiscales de la PROCUNAR como una proveedora fuerte en Santa Fe, ligada al clan Loza, condenado por exportar droga a España- le había pasado un mensaje de los compradores. “Hola, ya estoy con las personas. Ya lo miraron todo, son sintéticos. ¿Qué hacemos?”.
“Yo tengo de exportación”, insistió el hombre de las avionetas. “O sea, cómo me van a decir que son sintéticos si son de Perú. O sea, lo mismo que nada”, completó el narco ante la vacilación de su socia salteña.
“El Nono” no mentía: la cocaína que trasportaba desde Bolivia, con escala en Paraguay, tenía una excelente calidad. El peritaje químico al secuestro arrojó un grado de pureza promedio de 93,29%, sin sustancias de corte y contaba con la capacidad de obtener más de dos millones de dosis umbrales, un grado de pureza que solo es visto en microenvíos de contrabando por correo a Asia.