A los investigadores del asesinato de Roberto Eduardo Wolfenson (71), quien fue hallado golpeado y ahorcado en su casa del country La Delfina de Pilar, aún les llama la atención y, a la vez, los desconcierta la prolijidad que hallaron en la escena del crimen y en la propiedad, teniendo en cuenta las diversas lesiones que presentaba el ingeniero. “Pasaron las luces forenses por la cama que está en la habitación donde apareció el cuerpo 5 ó 6 veces y no hay nada”, contaron ante Infobae para graficarlo.
Sí, dijeron a este medio, se hallaron apenas una “manchitas” hemáticas en la base del radiador, justo donde estaba la cabeza de la víctima, más allá de la sangre alrededor del cuerpo. Luego, todo impecable. “Sin rastros de lucha, pese a que el cadáver presentaba signos de defensa”, contaron.
Hay que recordar que el cuerpo de Wolfenson tenía un tajo en la frente de 3 ó 4 centímetros, otro en un pómulo, un corte en la parte interna de la boca, en la mejilla izquierda; hematomas en el pecho, una lesión en el dedo pulgar, las yemas con lesiones compatibles con su intento para que no lo ahorquen, y una marca en el meñique, como también de contusiones en las manos.
Pero también tenía un corte de 7 centímetros en la nuca que, luego se supo, que el asesino se lo hizo al ahorcarlo con una tanza, lazo o cable, en un mecanismo constrictor, en base al informe de la forense que recibió el fiscal Germán Camafreita, de la UFI N°3 de Pilar. “La médica legista consideró que el asesino es una persona de gran fuerza muscular y grande. No descartó que pudiera ser una mujer, pero es difícil”, dijeron.
Además, por el poco espacio que hay en donde se halló el cuerpo, consideraron raro que haya habido más de un homicida. Tampoco es factible que lo hayan trasladado en una bolsa para depositarlo en donde lo encontró el profesor de piano ese 23 de febrero, a las 17, cuando ingresó a la propiedad junto a un guardia y a un vecino porque no recibía respuesta del ingeniero.
Con todos estos detalles ya tienen un perfil del homicida, en cuanto a su contextura, pero también su metodología: no fue una persona desorganizada.
Por ello, entre todas las líneas que investigan -la familiar, la de la seguridad de La Delfina, la de los empleados de mantenimiento y parquizado, la de los inquilinos y propietarios del barrio- también “se analiza si alguno de los vecinos tiene contacto con alguna agencia de seguridad, o ese estilo”, contaron. Y agregaron: “La prolijidad de la escena del crimen es extremadamente llamativa”.
En ese contexto, se analiza minuciosamente una cámara de seguridad encontrada cerca del lote donde ocurrió el asesinato, los DVD de tránsito de ese día y se esperan las pericias de laboratorio, sobre todo, al pelo largo y negro hallado en la escena del crimen y de lo que encontraron debajo de las uñas de la víctima. También el toxicológico, que dirá si estaba drogado. Y ya se pidió la colaboración con la fiscalía de Ciberdelitos. Sí, se sabe que el perímetro del lugar no fue violentado.
El arma homicida es también un misterio. En principio, pudo haber sido una tanza, lazo o cable. “El tema es que hay tres tipos de tanza: la simple que se usa en las cañas de pescar, las de las desmalezadoras y una que es de alambre, que se utiliza en otro tipo de pesca”.
Por lo pronto, y mientras se pidieron los informes económicos de toda la familia, dos amigos muy cercanos a Wolfenson, al final, declararán en las próximas horas sobre la vida del ingeniero, cuyo crimen sigue siendo un misterio.