Contactó a un joven a través de una aplicación de citas, lo drogó y le robó: lo detuvieron dos años después

Javier Antonio Herrera (39) fue capturado en San Justo. Se negó a declarar ante la fiscal del caso

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El acusado del robo fue
El acusado del robo fue detenido este martes (Télam)

A Javier Antonio Herrera (39) las autoridades lo venían buscando desde hacía tiempo. Acusado de drogar y robarle a otro hombre, a quien había contactado a través de una aplicación de citas, pasó más dos años prófugo. Hasta que esta semana agentes de la Policía Federal Argentina (PFA) lo encontraron y detuvieron en la localidad bonaerense de San Justo.

Herrera está ahora alojado en una celda, imputado por el delito de robo. La víctima también lo había denunciado por abuso sexual, hecho que para la Justicia no pudo ser probado. El detenido se negó a declarar ante la fiscal de la Unidad Funcional de Instrucción N°3 de Morón, Valeria Courtade.

El caso comenzó a investigarse el 14 de enero de 2022, cuando un joven oriundo de Merlo denunció que había conocido a un hombre a través de la app Grindr, con quien pactó un encuentro en un bar de Ituzaingó. De acuerdo al relato del denunciante, se reunió con el acusado en ese lugar y luego ambos se trasladaron hasta una plaza de Merlo. Allí continuaron la conversación y comenzaron a consumir algunas bebidas. Eso fue lo último que recuerda la víctima.

Según su denuncia, el joven perdió el conocimiento y se despertó al día siguiente en su casa. Aseguró que su madre posteriormente le contó que había sido llevado hasta allí por un remisero, quien a su vez declaró que tres sujetos habían llevado al joven hasta la remisería y, mostrándole el DNI de la víctima, le habían pedido que lo trasladase hasta su vivienda.

Cuando se despertó, el joven se dio cuenta de que le faltaban objetos personales, más precisamente su teléfono celular y la billetera. Ante esta situación, decidió ir a un hacerse ver a un hospital de la zona y luego formuló la denuncia de lo sucedido mediante un mail que envió a la fiscalía de Morón, que inició una investigación.

Con el correr de los días se conoció que el imputado utilizó benzodiazepinas (medicamentos psicotrópicos con efectos sedantes) para drogar a la víctima. “Me sentí mareado. Pensé que era por el alcohol, porque nunca había tomado”, contó sobre aquel día en algunas entrevistas televisivas que dio para reclamar la detención del viudo negro.

Una vez que se libró la orden de arresto, detectives del Departamento de Inteligencia Contra el Crimen Organizado de la PFA finalmente ubicaron a Herrera el martes pasado en la vía pública de San Justo, partido de La Matanza. Al parecer, el acusado nunca supo que la Policía estaba tras sus pasos y siguió activo en la aplicación para citas, lo que permitió que fuera localizado y detenido.

Voceros judiciales dijeron a la agencia Télam que, en el marco de la causa, se investiga si Herrera, además, cometió otros hechos similares y si integraba una banda criminal que contactaba a sus víctimas por aplicaciones de citas.

Modus operandi

Desde el fin del confinamiento por la pandemia de coronavirus, este tipo de ataques fue en incremento, casi en su totalidad con mujeres como protagonistas del delito. El modus operandi en sí, es viejo y repetido, un clásico del delito a lo largo de los años. Sin embargo, y sorprendentemente, siempre hay nuevas víctimas que caen en la trampa.

La Unidad Fiscal Especializada en Investigación Criminal Compleja (UFECRI), a cargo del fiscal José María Campagnoli, identificó a más de 60 posibles viudas negras, aseguraron fuentes judiciales a Infobae. Sus víctimas suelen ser hombres mayores de 40 años y turistas extranjeros. Los detectives notaron que, cada vez más, estudian a los hombres que harán caer en la trampa. “Hacen inteligencia antes de seducirlos, porque buscan botines en dólares”, detallaron.

Se cree que el número real de casos es más elevado, pero muchos hombres no denuncian por vergüenza o para no aumentar la herida en su ego. Se trata de una cifra negra en las estadísticas. Ellas, mujeres de entre 19 y 25 años, nunca usan su nombre verdadero, pero eligen un apodo del que no se despegan, si no es necesario.

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