En sus dos semanas en el country Villa Golf de Córdoba, Inda Mariela Penarrieta Tuárez hizo, como dice un investigador que la persiguió, “vida normal de gente con plata”. Jamás se ocultó desde que llegó el 5 de enero a las 6:50 en un vuelo de LATAM desde Lima. Una hora más tarde, ingresaba a la propiedad que había pagado en dólares junto a su hermano junto a dos de los hijos que tuvo junto a su marido, “Fito” Macías, el narco ecuatoriano y líder de Los Choneros, hoy prófugo y acusado de causar un baño de sangre en su país, con un séquito que se completaba con dos hombres, al parecer custodios. Uno de ellos decía ser jardinero. Una de sus hijas llegó desde Europa una semana después.
Inda iba y venía. Nunca ocultó su cara. Iba a los principales shoppings de la capital cordobesa, con detectives de elite de la Superintendencia de Drogas Peligrosas de la Policía Federal que le siguieron el rastro durante días. Había ido y venido del país también, principalmente junto a su hermano. Visitó la Argentina varias veces al menos desde agosto, sostienen investigadores, con un viaje confirmado en noviembre, al parecer, para escoger la casa de 6 ambientes con pileta que luego ocupó, “bonita, pero no ostentosa”, dice una fuente policial clave.
Durante los últimos días, Inda, de 43 años, se dedicó a equipar la casa. Planeaba hacerle reformas, ingresaba material de construcción desde corralones, compró plantas en viveros. Así, pasó varios días bajo el radar de las autoridades, hasta que dos alertas la delataron.
Primero, el Gobierno ecuatoriano contactó a las autoridades argentinas, con registros de su salida, una pista que siguió el Departamento de Inteligencia contra el Crimen Organizado de la PFA. Luego, sus propios vecinos del country la botonearon, con un mensaje anónimo a la Policía de Córdoba. Resulta que a Inda y su séquito no les gustaba usar las tarjetas magnéticas de ingreso al country. Tampoco les gustaba que le revisen sus autos: se movían casi siempre en taxi o remise. El llamado anónimo nunca habló de la mujer de un narco, ni siquiera sabían quién era. Apenas se trataba de una vecina problemática. Luego, se cotejó su identidad.
Así, la Policía Federal, con el área de Drogas Peligrosas primero y la de Asuntos Migratorios más tarde, salió el lunes último hacia Córdoba para comenzar una investigación que incluyó filmaciones con drones y seguimientos. La fuerza provincial cordobesa hizo lo propio. Ayer, la casa recibió una redada. Inda, su familia y sus colaboradores fueron deportados de la Argentina tras una orden de Migraciones. En pocas horas, fueron enviados hacia Buenos Aires, luego de vuelta a Quito, en un avión militar argentino.
Hoy, están libres. No fueron detenidos, ya que no están acusados de delito alguno. Tampoco fue una deportación por orden judicial, como, por ejemplo, la de “Marcos” Estrada, oriundo de Perú, el histórico jefe criminal de la Villa 1-11-14 y el narco más poderoso de CABA, condenado a 24 años de prisión y echado del país en 2022.
Los datos originales de la PFA se volcaron en un informe que la PROCUNAR, el área de la Procuración que investiga delitos de narcotráfico, presentó a la Dirección Nacional de Migraciones. El informe se convirtió en la herramienta principal para justificar la expulsión. La presentación, de tres carillas, sin más información que la presencia de la familia, sus nombres y el lote comprado, fue enviado a Sebastián Seoane, cabeza de Migraciones, el jueves por la mañana.
Por su parte, la PROCUNAR, con el fiscal Diego Iglesias, inició una investigación preparatoria orientada a una sospecha de lavado, por la compra de la casa del country. Pero no hay mucho más que eso contra la familia del capo “Fito”, que según estiman autoridades tiene una tropa de 12 mil guerreros narco a disposición, con estrechos lazos con los dólares del narco mexicano. Solo una familia en un country, haciendo “vida normal de gente con plata”.
“Celebro la decisión de echarlos, no me parece mal”, dice una fuente judicial de suma importancia en la materia: “Si no, tenés viviendo acá a las mujeres de todos los capos del continente”.