En los últimos días, tres miembros de una banda narco que operaba en la villa Fraga de Chacarita, fueron detenidos por la Policía de la Ciudad, con un expediente a cargo de la UFEIDE de Cecilia Amil. Martín.
Los operativos terminaron con tres detenidos, ciudadanos argentinos y peruanos. Les incautaron lo usual: armas y balas, teléfonos, balanzas, cocaína, marihuana.
También, les encontraron siete ampollas de fentanilo, un poderoso anestésico administrado bajo estricta receta, altamente adictivo y potencialmente fatal, una rareza en el mundo dealer, usualmente ligado a médicos desleales que lo roban de hospitales para drogarse.
Kiara Jazmín García Santos, de 21 años, fue arrestada en un departamento de la avenida Triunvirato, dentro del complejo habitacional de la zona. Allí, le encontraron el sello de un anestesista.
En la manzana 32, en un domicilio allanado, se halló un chaleco refractario de policía, remeras de la Policía de la Ciudad, algunas balas y pasta base. También, las cinco ampollas de fentanilo, de producción médica, industria argentina, y siete de efedrina. A quién le vendían el fentanilo, si es que lo vendían, es un misterio.
La banda seguía los pasos de Karla Yanireth Magde Sarmiento, alias “Shakira”, una joven peruana de 22 años que desempeñaba un papel clave en el negocio ilegal en el barrio. Sarmiento fue detenida en septiembre pasado en otra redada de la fuerza porteña a cargo de la UFEIDE, y condenada a cuatro años de prisión efectiva. Además, ese mismo mes, cayó otra organización narco que competía en el territorio, liderada por dos hermanos peruanos.
De esta manera, con los jefes de ambas organizaciones detenidos, la nueva banda empezó a ganar terreno en la zona.
Según informaron fuentes policiales a Infobae, tenían dos puntos de venta: uno en el playón que conecta la manzana 1 con la manzana 3, y otro en un gazebo frente a la manzana 7. Contaban también con un plan de escape que incluía sectores de ocultamiento y puntos estratégicos de huida en caso de que llegara una redada. En la organización, además de los traficantes y proveedores, había “soldaditos” y “satélites” encargados de custodiar los alrededores y dar aviso ante la presencia de personas “sospechosas” en el lugar. “Beatriz”, la líder de la organización, suegra de Kiara, no caminaba sola: tenía seguridad personal y siempre la acompañaban dos hombres armados.
En Estados Unidos, el fentanilo es el centro de una epidemia de adicción que sacude a la salud pública: el fentanilo es vendido en forma de pastillas, originado por laboratorios clandestinos en China, contrabandeados por cárteles mexicanos y comerciado por dealers callejeros.
La epidemia es general: el Center for Disease Control and Prevention (un organismo estatal norteamericano que apunta a prevenir y controlar enfermedades) calculó 81 mil muertes por sobredosis de drogas entre mayo de 2019 y mayo de 2020. Y de todo el menú de opioides que se convirtió en la vanguardia del narcotráfico en los Estados Unidos, el fentanilo es el peor. “Los opiáceos sintéticos, principalmente el fentanilo manufacturado ilegalmente, aparecen como los impulsores primarios en las muertes por sobredosis, que aumentaron en un 38,4% desde el período de 12 meses” estudiado en el último análisis del CDC, que reportó también un uso cruzado de cocaína y analgésicos, otro aumento alarmante.
En Argentina, sin embargo, el fentanilo es parte de otro circuito, netamente médico. Está entre las 222 páginas de la condena de 14 años al anestesista Gerardo Billiris por el bestial episodio que dejó a Belén Torres al borde de la muerte. Según la causa llevada a juicio en el Tribunal Oral Federal N°8, Billiris retiró al menos una ampolla de remilfentanilo del Hospital Militar en mayo de 2012, según los registros relevados. La sustancia se emplea en cirugía junto con anestesia general. Hubo, al menos, un presunto adicto a nivel local, según registros, un técnico en computación con un pasado turbulento ligado a grupos de ultraderecha, condenado por un homicidio en territorio porteño en 2015. Testigos aseguraron que se inyectaba varias veces al día. El mismo acusado lo reconoció en su indagatoria, aseguró que consumió la droga en la mañana del crimen. Cómo la conseguía, no se sabe.
El Tribunal N°14 condenó tres años atrás a un enfermero del Hospital Fernández por robar la sustancia.