Los agentes del Servicio Penitenciario Federal que recorren los pasillos del penal de Ezeiza se sorprenden: pocas personas se adaptaron tan rápido en tiempos recientes a la vida tras las rejas como Aníbal Lotocki.
Lotocki, condenado a 8 años de prisión por lesiones graves sufridas por cuatro de sus pacientes -entre ellas Silvina Luna- y procesado por un homicidio simple, se encuentra preso hace 55 días en la cárcel más célebre de la Argentina. Comenzó su recorrido en el Hospital Penitenciario. Luego pasó al área psiquiátrica, por una cuestión de practicidad y, desde principios de noviembre, está en un pabellón común. “Ahí empezó a sentir lo que significa estar preso”, explica una fuente que conoce de cerca su encierro.
Lotocki se encuentra alojado desde los primeros días de noviembre en el pabellón B del módulo 1 del Complejo Penitenciario 1 de Ezeiza. Allí fue recibido por distintos reclusos que le dieron la bienvenida. “Lotocki es un preso con plata y eso en la cárcel es muy codiciado”, dice un ex detenido que pasó por el mismo lugar.
A pesar de que muchos se le acercaron, el cirujano comenzó a formar su ranchada” con uno en particular: el falso abogado Marcelo D´Alessio, según la Justicia, el engranaje central de una banda dedicada a la extorsión y el lavado de dinero.
El caso D’Alessio sacudió a la política en el verano de 2019. Mientras la diputada Elisa Carrió denunciaba una operación para voltear el caso Cuadernos y aportaba las transcripciones de lo que fue la base de la causa conocida como Operativo Puff, el entonces juez de Dolores Alejo Ramos Padilla avanzó con una investigación y las pistas se profundizaron durante el allanamiento a la casa del falso abogado. Cuando a D’Alessio le tocó declarar, dijo que fue todo “una cama” y que él estaba haciendo una “operación” que le había encomendado un expolicía vinculado a la AFI. A cambio, le prometieron nombrarlo director de Asuntos Complejos de la AFI.
D’Alessio está preso desde aquel entonces. Muchas veces se especuló con que pudiera convertirse en un arrepentido. En el interín, fue condenado a cuatro años de prisión por intento de extorsión en el llamado “caso Traficante” por el Tribunal Oral Federal N°2, el mismo que juzgó a Cristina Kirchner. En sus últimas palabras, en aquel juicio, D’Alessio afirmó: “Lo ideal era que me suicide”. Durante gran parte de su detención D’Alessio estuvo aislado. Incluso, en su celda le habrían dejado una soga.
Volviendo a Lotocki, su tiempo lo pasa mayormente leyendo y charlando con D´Alessio. Recibe visitas permanentemente. Quienes más se acercan a verlo son sus abogados, Diego Szpiegel e Ileana Lombardo, y también su mujer, María José Favarón.
“Su familia le empieza a mandar dinero a través del sistema de cantina, es la forma que tienen los familiares de hacerle llegar comida del exterior a los presos”, explican desde Ezeiza. Ese mecanismo existe hace ya mucho tiempo y consiste en que, desde el exterior, los familiares del preso le “carguen” dinero en una especie de cuenta corriente y luego los detenidos tienen la posibilidad de pedir productos en base a la plata que les fue depositada.
En el plano judicial, Lotocki sabe que le esperan meses y, posiblemente, años tumultuosos. Tiene pendiente el juicio oral por la muerte del empresario Cristian Zarate, quien falleció luego de que el médico lo operara dos veces seguidas en un quirófano alquilado de Caballito a mediados de 2021, hecho por el que estuvo detenido pocos días. Aquella vez, cuando la Policía de la Ciudad llegó al lugar, encontró a Lotocki in fraganti borrando documentación sensible. En ese expediente la pena en expectativa puede llegar a los 25 años, ya que se trata de un homicidio con dolo eventual.
A esa causa se le suman la de la muerte de Silvina Luna, la de Mariano Caprarola y decenas de otras denuncias realizadas por expacientes suyos.
Para pasar el tiempo, Lotocki hace algo de deporte en el patio del pabellón, pero todavía no se anotó en ningún curso dictado por el Servicio Penitenciario Federal. No se descarta que pueda hacerlo en un futuro. Sabido es que la realización de esos talleres, les permite a los detenidos reducir algunos meses sus penas. Un día menos en la cárcel vale oro.