Esta semana, la Dirección Nacional de Aduana, a cargo de Guillermo Michel, entregó 6400 piezas fósiles a la Provincia de Río Negro, un lote de un valor incalculable. La colección incluye un esqueleto completo de hadrosaurio, huevos de dinosaurio, un amonite de 20 centímetros y una flor fosilizada, de la familia de las margaritas, que data de al menos 47 millones de años. También encontraron almejas de gran tamaño, un nautilus -un molusco marino prehistórico que sobrevive hasta hoy en el Océano Indico-, gran cantidad de piezas de ámbar con insectos en su interior, tal como en la película Jurassic Park.
“Estamos ante el mayor secuestro de bienes culturales de la historia argentina”, afirmó Michel en el acto de entrega que se realizó en el Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia.
La colección proviene del Museo de Geología y Paleontología del Lago Gutiérrez en Villa Los Colihues, hoy cerrado, una reconocida atracción turística. El Museo, cerrado en los últimos años, fue objeto de una polémica con la Municipalidad barilochense, que le exigió una habilitación comercial. Rodolfo Corsolini, quien halló la mayoría de los fósiles, decidió cerrarlo.
Hoy, su hijo Julián, que trabajaba junto a su padre en el Museo, se encuentra en la mira de la Justicia. Hay una causa en su contra en el Juzgado Federal de Bariloche, que habría intentado retirar fósiles de la colección familiar de la Argentina con la excusa de realizar una mudanza a Murcia, España, en septiembre de 2020.
Hay, por ejemplo, un pedido de procesamiento en la Justicia federal rionegrina contra Julián Corsolini, de 43 años, firmado por el fiscal Rafael Vehils Ruiz por “la exportación ilegal de piezas pertenecientes al patrimonio arqueológico y paleontológico argentino, protegidas por la Ley Nacional 25723 y la Ley provincial 3041″, afirma un documento judicial al que accedió este medio.
La Aduana es querellante en este expediente. Tras los primeros reportes del caso, alertó a sus pares españoles, que realizó una revisión de contenedores en el puerto de Valencia. Para esconder los fósiles en un container que partió desde Bariloche, Julián Corsolini supuestamente montó un sistema de dobles fondos y revestimientos de yeso y otros materiales, de manera que no fueran discernibles a simple vista.
“Había una caja de bombones con un doble fondo donde escondió algunas piezas. En cajas de herramientas habían camuflado fósiles de muy pequeño tamaño. Había latas con clavos que tenían un doble fondo. Tenían lajas con impresiones fósiles a las que taparon con paños para hacer pasar por soportes para piedras. Encontraron ollas y pavas que en su interior había más restos envueltos en trapos”, asegura una fuente oficial.
Mientras tanto, otros fósiles como un nautilus y un ejemplar de amonite fueron cubiertos con yeso, algo que Corsolini intentó explicar en su descargo. “Había declarado algunos bultos como “adorno de dino” cuando en realidad eran huesos de dinosaurio reales revestidos en yeso”, continúa la misma fuente.
“Acá no hubo intención de llevarse nada escondido”, aseguró Corsolini hijo en su descargo al comienzo de la causa. Afirmó que varios fósiles fueron cubiertos con yeso para protegerlos del deterioro. A lo largo del texto, intentó exculpar a su padre, al que comenzó a acompañar en sus búsquedas de fósiles a lo largo de la Patagonia desde sus doce años.
Luis Cappozzo, director del Museo Bernardino Rivadavia, hoy a cargo de la colección, resaltó “el aporte, cuidado e investigación del equipo de científicos y científicas del Museo en la restitución de este material totalmente valioso”, en un operativo en el que intervino, por ejemplo, el área de Interpol de la PFA.