Primer acto: nueve internos “fajineros” salen de la Unidad Residencial N°3 de la cárcel de Devoto. Segundo acto: uno de ellos lleva arrastrando, mediante una cuerda de fabricación casera, un tacho mediano de color azul, repleto de basura y cubierto por una manta oscura. Tercer acto: con la ayuda de otro preso, el interno arroja el bulto en uno de los dos contenedores ubicados en el patio del penal. El fin de la obra: Mauricio “Caníbal” Laferrara, jefe de sicarios del capo narco rosarino Esteban Alvarado, logra escapar.
La escena es real y ocurrió el martes 17 de octubre de este año, a las 18:20, según marca el reloj de las cámaras de seguridad -con un desfasaje de 34 minutos- de la única prisión del Servicio Penitenciario Federal ubicada en territorio porteño. Los investigadores indicaron a Infobae que creen que así se fugó el killer sin que los guardias lo notaran, hasta que los despabilaron los gritos de los compañeros de encierro del fugado. “Se te fue uno y nadie se dio cuenta”, vociferaron los internos el 20 de octubre a las tres de la tarde. El conteo de rigor confirmó la advertencia que les llegó en tono de burla.
De acuerdo a los informes que constan en la causa y que analiza la PROCUNAR, a cargo de Diego Iglesias, “Caníbal” se escondía en posición fetal dentro del tacho azul, tapado por la manta y basura para engañar a los penitenciarios que monitoreaban la secuencia. Según datos que pudieron conseguir dentro de los muros, el protagonista de esta historia -condenado dos veces a prisión perpetua- llevaba naranjas, agua, galletitas de agua para alimentarse durante los días que permanecería en la basura hasta ser “rescatado” por sus cómplices en el exterior.
Pero el reo pensó también en su salud física y mental. Llevó un barbijo, una manguera para respirar y un celular para mantenerse comunicado. Tuvo en cuenta, además, el control que realizan los penitenciarios sobre la basura en los volquetes, a la que “pinchan” con una especie de lanza para asegurarse que nada vivo llegue a los camiones. ¿Cómo habría evitado salir lastimado de esa rutina de control? Sus compañeros habrían colocado colchones -que también se ven en las imágenes a las que tuvo acceso este medio- sobre él, a modo de “escudo”.
Las fuentes indicaron que no está comprobado que el escape haya ocurrido de esta manera, pero destacan que, al llegar a los contenedores, tres fajineros hicieron falta para subir el tacho en cuestión hasta el borde de la enorme caja metálica y arrojar su contenido dentro. En un momento, uno de los implicados arroja la manta “probablemente intentando interferir la visión”. Unos minutos más tarde, todos vuelven al pabellón 11 en el que están alojados.
Dos días más tarde, es decir, el jueves 19 de octubre, a las 7:25, ingresó por control vehicular un camión volquete de la empresa Transporte Olivos para retirar los residuos. A las 9 se retiró. El servicio de recolección está a cargo de la empresa “TODSE”. Esa misma jornada, el vehículo regresó a las 10:35 y volvió a salir a las 10:50. Fue el único día de esa semana en el que se presentó dos veces en el penal.
Hay una segunda hipótesis, de menor fuerza, que apunta al día siguiente como fecha de la fuga. Una requisa del 20 de octubre en la Unidad Residencia N°2 mantuvo ocupados a los guardias y creen que pudo aprovechar ese momento para fugarse por el mismo sector de tachos. Sucede que en esa fecha las cámaras del patio donde se encuentran los contenedores, cerca de la rampa de la cocina central y la reja de acceso vehicular del complejo, no funcionaban.
Desde el 9 de octubre, Laferrara no se presentaba en el Centro Universitario de Devoto y recibió por última vez visitas el 28 de septiembre, entre las 11:00 y 15:30, cuando se reunió con su concubina y una amiga en el patio de la cárcel destinado a tal fin conocido como “armado de carpas”. El sicario tenía asignadas otros encuentros los martes 3-10-17-24 y 31, los jueves 5-12-19-26 y los sábados 7-14-21 y 28 de octubre. Visitas que nunca se presentaron.
Con todo, el sicario puso un pie por delante de su jefe al lograr huir del encierro. Alvarado lo había intentado en marzo. Su plan era mucho más espectacular e incluía un helicóptero comprado en España y ensamblado en Paraguay. Su ladero, en cambio, apostó a la sencillez y -por ahora- ganó.
El equipo conformado para encontrarlo está integrado por agentes de la División Búsqueda de Prófugos de la Policía Federal, la división equivalente de la Policía de la Ciudad y la Unidad Especial de Investigación del Crimen Organizado de Santa Fe, cuyos agentes fueron los encargados de la detención del pistolero el 18 de octubre de 2019 en el macrocentro de Rosario.
Claro está que la empresa de recolección de residuos, penitenciarios y los propios internos están bajo sospecha de complicidad.
Quién es Mauricio “El Caníbal” Laferrara
Después de haber sido buscado en varios procedimientos en Rosario, Laferrara cayó el 18 de octubre de 2019 en una casa del barrio Echesortu, en un allanamiento hecho por la Tropa de Operaciones Especiales de Santa Fe, que por entonces lideraba el propio Bertolotti. En ese operativo se incautaron 435 gramos de cocaína, 6.000 dólares y 1.400.000 pesos.
Mauricio era, según fiscales provinciales e investigadores policiales, el sicario preferido de Alvarado y quien coordinaba los ataques a tiros para la organización rival a Los Monos. El año pasado, en dos juicios diferentes, la Justicia provincial le dio la pena a prisión perpetua. Uno de ellos, que terminó en abril de 2022, por haber matado a un joven en un comercio. El otro, que culminó dos meses después, por haber cometido otros cinco homicidios. Por su parte, el Tribunal Oral Federal Nº 2 de Rosario le dio sus 5 años por narcotráfico.
La primera sentencia fue por una violenta irrupción de un grupo de gatilleros ocurrida el 7 de septiembre de 2019 en una distribuidora de gaseosas ubicada en el barrio Plata de la zona sudoeste de Rosario, donde Laferrara asesinó a Cristian Beliz (27) e hirió al dueño Oscar César García y a otro hombre que estaba en el lugar. Según figura en la investigación, el propietario del lugar, conocido como “El manco” o “El gitano”, había tenido relación con Los Monos y usaba ese local como “pantalla para otros negocios”. García ya era conocido en el radar policial y judicial, puesto que en mayo de 2019 había recibido una condena a 3 años de prisión condicional por asociación ilícita, estafa, defraudación, usurpación y lesiones calificadas.
La otra causa por la que afrontó una condena a prisión perpetua es la que impulsaron los fiscales Luis Schiappa Pietra y Matías Edery contra la organización liderada por el capo narco Esteban Lindor Alvarado, donde Laferrara fue imputado por asesinar a cinco personas.
Los fiscales le atribuyeron haber sido el autor del triple crimen de Gerardo “Abuelo” Abregú (40) y los hermanos Ezequiel “Parásito” (38) y José Horacio “Grasita” Fernández (30), presuntos integrantes de Los Monos que fueron acribillados en el interior de un auto el 16 de abril de 2018 en la vecina ciudad de Granadero Baigorria.
Schiappa Pietra y Edery también acusaron a Laferrara de cometer el secuestro, tortura y asesinato de Cristian Enrique el 23 de octubre de 2018. El cuerpo de la víctima fue hallado tres semanas después en un zanjón en la ruta 14. El crimen fue cometido, aparentemente, en venganza por un ataque que había sufrido un familiar de “Caníbal”.
El último de los crímenes que le endilgaron fue particularmente brutal, el secuestro, tortura y ejecución del prestamista Lucio Maldonado, ocurrido el 11 de noviembre de 2018. El cadáver de la víctima fue encontrado dos días después en la zona de Circunvalación y Oroño, donde nace la autopista Rosario-Buenos Aires, con un cartel entre su ropa que decía “Con la mafia no se jode”. Luego, los fiscales Edery y Schiappa Pietra explicaron en el juicio en contra de Laferrara que Alvarado utilizó ese sello característico de Los Monos para atribuirle a su enemigo delitos que en realidad había cometido su banda, una muerte de falsa bandera.