Esta semana, el buque carguero Chemstar Sapphire se convirtió en un problema internacional cuando la Aduana argentina y la PROCUNAR, el área de la Procuración dedicada a investigar delitos de narcotráfico, relataron en un anuncio conjunto que había sido detectado en Australia con 200 kilos de cocaína.
La alerta había llegado a través de la Federal Police australiana y, en respuesta a ello, la PROCUNAR decidió iniciar una investigación y detectó que el Chemstar Sapphire, de 145 metros de eslora, hoy amarrado en New Orleans, pasó por los puertos de San Lorenzo en Santa Fe, Necochea y Campana, estos dos últimos con un reciente historial de cargas de droga.
La Aduana tomó una nueva política de intensificar controles en la ruta hacia Australia con su tecnología de scanners. Hoy por la tarde, PROCUNAR mantendrá una reunión con el área de Inteligencia de la Prefectura.
Sin embargo, todavía no hay ningún imputado o una certeza de dónde se cargó la cocaína. El Sapphire también amarró en Santos, Brasil, así como en Montevideo, antes de cruzar el mundo hacia Oceanía. Ambos puertos también son puntos frecuentes de cargas clandestinas. Esa droga pudo haber entrado en cualquier punto.
Este problema no es nuevo. En junio pasado, la Australian Federal Police ya había informado el decomiso de más de 800 kilos de cocaína hallados en el carguero Saint Pinot, que en abril pasado había pasado también por el puerto de San Lorenzo, cercano a Rosario, tras un complejo operativo realizado frente a las costas occidentales de Australia.
De vuelta en nuestro país, se comenzó un relevo de cámaras para intentar establecer el momento en que la cocaína fue ingresada al buque, que cargó 40 toneladas de soja en San Lorenzo. Antes, según autoridades argentinas, había pasado por Montevideo. Las cámaras argentinas no mostraron nada incriminante. Pero, otra vez, se desconoce si la droga entró al barco aquí o allá.
Todavía no hay un gran jugador del negocio de la droga imputado por estas maniobras hacia Australia, alguien como, por ejemplo, Erwin Loza, ex dueño de la Ferrari Spider que Maradona conducía a mediados de los 90s, condenado a diez años de jaula en 2022, uno de los principales exportadores narco en barco y uno de los mayores clientes del financista y lavador Diego Guastini, muerto a tiros en 2019.
En todo caso, se trata de una danza de grandes y chicos. Los megaenvíos ocultos en cargueros ocurren junto a pequeñas encomiendas enviadas por correo público o privado con droga inteligentemente simulada. Aquí, no hay lugar a dudas: la droga sale desde Argentina.
Fuentes en el negocio narco lo analizan de una sola forma: “Plata amigo, plata. Solo necesitás a un chabón del otro lado y a alguien lo suficientemente gil para no verlo”. En Bolivia, un kilo puede venderse a 2 mil dólares como precio mayorista. En Australia, según investigaciones oficiales, ese precio puede crecer a 270 mil dólares, una máquina de multiplicar dinero.
En todo 2022, según números oficiales, la Aduana argentina incautó otros 15 envíos, al menos 22,4 kilos, disimulados en envíos tipo courier o postales en formas muy creativas: tapas y contratapas de libros, en mangos plásticos de utensilios y doble fondos de marcos de cuadros, impregnada en ropa o hasta dentro de un calefón.
Uno de estos envíos tiene una historia curiosa. El 15 de septiembre último, Claudia Ino Suárez, oriunda de Guayaramerin, Bolivia, presa en el penal de mujeres de Ezeiza, fue condenada a cuatro años y diez meses de cárcel por el Tribunal en lo Penal Económico N°1.
Claudia no fue difícil de identificar: fue quien despachó la caja por Fedex, con el nombre falso de una remitente en Ituzaingó, hacia una casa en Princhester Street, en el West End de Brisbane. Luego, dentro de un calefón, despachó en octubre de 2022 otro kilo hacia Queensland, siempre con la misma remitente de mentira. Luego de que la Aduana advirtiera la maniobra, terminó detenida por la Policía Federal. Otro hombre de nacionalidad boliviana y un argentino oriundo de Misiones que operaban junto a ella terminaron detenidos y recibieron penas similares.
La droga enviada a Australia suele ser de altísima pureza. La de Claudia tal vez sea una excepción, 76 por ciento de acuerdo al test de laboratorio, de todas formas, muy por encima de la media callejera.
El 31 de mayo de este año, C.E, argentino, oriundo de Rincón de Milberg, de 31 años, ex empleado de una automotriz, fue condenado por enviar un paquete por DHL en noviembre de 2021 hacia Campsie, provincia de New South Wales, poco más de 200 gramos disimulados dentro de cajas de una popular marca de bombones. El peritaje llevado a cabo por la División Estupefacientes del Departamento de Drogas de Abuso de la Dirección Criminalística y Estudios Forenses de Gendarmería reveló una pureza superlativa para el mercado nacional: más del 91%.
C.E no fue difícil de identificar: puso su nombre y su dirección literalmente en el paquete, que entregó en la sucursal de DHL de un conocido shopping de la zona norte. Al final, admitió su culpa al negociar un juicio abreviado en el Tribunal en lo Penal Económico N°3. C.E, tal vez, fue un prestanombre, una figura que es la norma en el negocio del microtráfico internacional por correo. En el fallo, el tribunal citó atenuantes. Le impusieron realizar un curso en la SEDRONAR sobre consumo y adicción a las drogas.
Lin Lifeng, el llamado “rey de la noche” de la comunidad china, regente de garitos y karaokes para fumar metanfetamina en pipa, es otra historia. El mismo TOPE N°3 lo condenó a más de cuatro años en septiembre de 2022 por enviar un kilo de cocaína al suburbio de Victoria, en Melbourne. Para la Justicia y para la PSA que lo detuvo en 2021, Lifeng habría sido el encargado de entregarle las cajas al encargado de enviarlas a Australia: fue visto por las autoridades en el seguimiento encubierto al correo privado.