El auto avanza por la angosta calle de tierra de la manzana 99, dominio de los temibles Sampedranos. Un “campana” nota la presencia de los extraños y hace un gesto con una mano a otro hombre sentado en el ingreso a un pasillo. En ese momento, comienzan los silbidos y gritos con palabras en código. Pero el vehículo no se detiene, sigue su recorrido por los rincones más turbios del Barrio 31, de Retiro, donde conviven narcos, “chorros” y “carreros”.
El asentamiento volvió a sonar en los medios tras el crimen de Mariano Barbieri y el asalto a un diplomático turco en Palermo. En diferentes sectores del barrio se refugiaron el homicida del ingeniero y el “pierna” (compañero) del ladrón muerto tras el robo.
Nadie con exactitud sabe bien cómo, pero los capos de la droga lograron un acuerdo sobre los sectores en los que imparten las órdenes a sus soldados, entre capillas, escuelas, plazas y canchitas de fútbol renovadas por el gobierno porteño.
Los puntos de venta de dos organizaciones criminales diferentes, ubicados a escasos metros uno del otro, dan testimonio de esa nueva realidad que envuelve al barrio, donde la urbanización avanza y el delito se agazapa en diferentes recovecos de zonas bien delimitadas.
“Los pibes de esquina” son los encargados de mantener los límites invisibles. Cuando algún integrante de una banda ajena los sobrepasa, se generan incidentes y enfrentamientos armados. Pero no son tan frecuentes ni violentos como en el pasado.
El recorrido continúa por los sinuosos caminos que dejan las edificaciones que se elevan por encima de la Autopista Illia. De repente, un soldado de “Ruti” (Alionzo Rutillo Ramos Mariños) aparece en la penumbra de uno de los pasillos laterales, da el aviso y se desvanece detrás de una puerta. A esta altura, el velo de los vidrios polarizados poco puede hacer para ocultar la cámara del fotógrafo de Infobae.
Un hombre se asoma y vocifera: “Están grabando”. Otro, golpea la puerta y se coloca por delante del auto en el que se trasladan los visitantes desconocidos, como si se tratara de un escolta. Al mismo tiempo, intenta disimular las señas -se saca la gorra- que hace casi con desesperación para que los dealers dejen los puntos de venta. La advertencia no llega al ya célebre “pasillo de los zombis”, donde las filas permanecen intactas detrás de los vendedores del Loco César (César Morán de la Cruz).
Ya no es tan sencillo encontrar aguantaderos de armas: los constantes allanamientos de la Policía de la Ciudad, que cuenta con unos seis destacamentos en la 31, representan un riesgo para el armamento que, una vez perdido en los secuestros, debe ser recuperado.
Como la venta de platos típicos, los búnkeres tapiados con bolsas de cemento y mobiliario son parte del paisaje, pero el narcomenudeo evoluciona a modo de Hidra de Lerna. La mano de obra de los narcos es cada vez más barata, incluso, son cada vez más los adictos que prestan sus servicios a cambio de bolsitas de cocaína. Los arrestan una y otra vez, pero apenas permanecen unas horas detenidos.
Los consumidores más comprometidos se esconden en rincones oscuros y deambulan como “zombis”. Otros, consumen en plena vía pública o en plazas, donde el pasamanos es común. Los arrebatadores entregan celulares, cadenitas de oro o cualquier objeto con algún tipo de valor a cambio de algunas dosis. Con celular en mano, satélites de los narcos se camuflan entre vendedoras al ingreso a la villa, por la estación de trenes de Retiro.
Mientras este medio transitaba por la manzana 28, dominio de “los chorros”, la Policía Federal afinaba los detalles de un operativo para arrestar al cómplice del ladrón que murió abatido por oficiales en Salguero y Gelly, luego de escapar en la camioneta que se trasladaban el secretario del embajador de Turquía y su chofer. Ambos, el fallecido y el detenido, contaban con un amplio prontuario.
No es casualidad que las pistas hayan llevado a los investigadores hacia ese sector de la Ciudad. De acuerdo a fuentes que conocen la dinámica del barrio, se aglutinan ladrones que comenten golpes más organizados, como el asalto al funcionario turco. En la 31 no existe el viejo enfrentamiento entre “chorros” y narcos. Solo se mantienen separados. No se mezclan.
La estación Saldías, del ferrocarril Belgrano norte, ubicada entre los barrios porteños de Recoleta y Palermo, es clave en la cotidianidad de la villa, en la que -se estima- viven alrededor de 80 mil personas. Sucede que esa es la entrada de los “carreros”, las personas que juntan cartones y metales para vender en las chatarrerías de la villa. Son unos 200, un número que crece.
Cerca de las 8 comienza su jornada laboral. La mayoría no tiene carro, por lo que debe alquilarlo. El valor es de mil pesos por el día, otro negocio para los chatarreros que se ubican sobre el sector de la ex “Containera”, donde Hans Huamani Zambrano -el narco de la ametralladora- y su familia mantienen su influencia.
Años atrás, los containers se agolpaban sin control en esa zona, rodeados por viviendas precarias. Desde 2018, las pesadas cajas de metal se “mudaron” a un predio cerrado y los habitantes fueron trasladados a los nuevos edificios construidos por el gobierno de la Ciudad. La medida llevó orden, aunque no logra evitar que se expanda el campamento que los carreros levantaron para pasar la noche, sobre un paredón de las calles Chejolán y Ciervo de las Pampas.
Muchos son del conurbano y se alojan en esas carpas precarias hechas con chapas, telas, plásticos y maderas. En ese mismo sitio, rodeado de desperdicios, Isaías José Suárez les contó a sus compañeros que una de las víctimas de sus robos “se trabó y luchó”. Les confesó que lo había enfrentado y que le había dado un puntazo. Es posible que el asesino del ingeniero Barbieri desconociera el fatal desenlace de su ataque en la Plaza Sicilia de Palermo. O no le importaba: acumulaba al menos 14 causas en la Justicia porteña.
Fue capturado días más tarde, con su carro a cuestas, cuando regresaba, por la calle Saldías, a ese sector de la villa. Está detenido con prisión preventiva por el delito de “homicidio criminis causa y robo agravado” y embargado en 60 millones de pesos.