Grace Geraldine Gessy Samaniego no tiene apodos, pero sí varios nombres de fantasía. “Liliana Pardi” y “Vero”, son algunos de ellos. La mujer de 43 años, que nació en Asunción del Paraguay, cuenta con estudios universitarios incompletos y, en su CV, anota experiencias como “empleada administrativa” y clases particulares de matemática, física-química y lengua. Decía ser, además, “neuropsicoeducadora”.
Días atrás, Grace Geraldine fue procesada por el magistrado Jorge Rodríguez, titular del Juzgado Federal N°2 de Morón, por reclutar “mulas” o “correos humanos” para enviar cocaína perteneciente a una banda narco internacional a países como Emiratos Árabes, Tailandia, Malasia y Etiopía, entre otros.
Hasta ser detenida, la acusada vivía junto con su esposo, en un departamento de Ramos Mejía, donde fue allanada. El marido, identificado como J.P., que también fue procesado, pero un cuadro psiquiátrico que le diagnosticaron no permitió que sea indagado, hasta el momento.
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Hábil para los engaños, la profesora de matemática legó a captar a un policía de la Bonaerense que fue su víctima. Así lo hacía:
“Juan, te llamamos de Rodríguez Logística. Queríamos saber si mañana a las 13 podrías tener una entrevista con nosotros en Avenida Libertador, Vicente López. Esperamos tu confirmación, estamos hasta las 21 hs”.
La comunicación, del 26 de octubre de 2022 y realizada por Samaniego bajo el nombre falso de Liliana desde una línea brasileña, fue para el receptor el inicio de una serie de episodios desafortunados que lo enviaron a una prisión tailandesa.
¿En qué consistía el trabajo ofertado por redes sociales? Se trataba de realizar viajes al exterior para intercambiar Bitcoins a través de billetes entregados en sobres a los “choferes administrativos” reclutados por Samaniego, de acuerdo a la investigación de Patricia Cisnero de la PROCUNAR y el fiscal federal de Morón Sebastián Basso.
La cifra que aceptó el policía bonaerense Juan por esa actividad era de tres mil dólares. A otros, les prometían sueldos de entre 200 mil y 300 mil pesos mensuales. Les hablaba de pasajes de avión, alojamiento, viáticos, vacunas, pasaporte a cargo de la empresa y un descanso proporcional al tiempo que pasaban en el extranjero completaban la oferta laboral.
Entregaban, además, un celular que cumplía la función de localizador. ¿Los países a visitar? Dubai, Etiopía y Sri Lanka, entre otros destinos exóticos. Antes de viajar, los postulantes debían firmar un contrato de confidencialidad.
Una vez en el extranjero, los monitoreaban, les decían qué hacer, les prohibían entablar contacto con otros “empleados” de la firma y se encargaban de los viáticos y alojamiento. Los investigadores creen que toda la estructura estaba a cargo de la profesora.
En el caso de Juan, tras una estadía en Brasil, tomó un vuelo a Phuket, Tailandia, donde no pasó los controles locales, sumamente estrictos. El bolso en el que llevaba los sobres, que pesaba unos 12 kilos, tenía cocaína impregnada. Hoy sigue detenido en tierra tailandesa.
Juan no tuvo la fortuna con la que contó Agustín, otra mula, que partió el 18 de marzo de Sao Paulo con un bolso entregado por la organización. Fue apresado en París con poco más de 2 kilos de cocaína impregnada en la ropa que llevaba dentro del bolso.
El joven permaneció detenido e incomunicado hasta que, el 22 de mayo, fue absuelto y logró regresar a Argentina. Ese mismo día, reconoció a físicamente a “Verónica” y a su esposo en un artículo publicado por Infobae que adelantó la existencia de la pareja narco.
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Agustín no fue el único que se dio cuenta de la trampa. Algunos lo hicieron tarde, otros a tiempo. Tal es el caso de Darío Bruno que, luego de leer la noticia del arresto en los medios argentinos, abandonó la valija en un hotel de un país extranjero, escapó y logró regresar al país.
Hasta que los agentes de Operaciones Antidrogas de Gendarmería les pusieron las esposas, “Vero” continuó operando y aún había personas que continuaban en el exterior con una valija de su banda.
Incluso, en el allanamiento al departamento de Ramos Mejía en el que vivían se encontraron carpetas con pasaportes de potenciales mulas y los contratos de “confidencialidad” de aquellos que ya tenían la valija de la organización en sus manos.
“Nunca sospeché que la organización para la que laboraba se dedicaba a actividades ilegales”, escribió en un descargo Samaniego, que se negó a declarar en su indagatoria. Su nombre real había surgido en la investigación porque usó su tarjeta de crédito para pagar el pasaporte express de dos jóvenes captados.
En su declaración ante el juez Rodríguez, reconoció que se hacía llamar “Vero”. Incluso, admitió haber creado las publicaciones en distintas plataformas de búsqueda de empleos, encabezado las entrevistas, tramitar pasaportes y estar a cargo del manejo del dinero de la organización para el reclutamiento. Sin embargo, intentó despegarse de la etapa posterior, los viajes con droga.
Los investigadores no le creyeron: probaron que seguía dando indicaciones a las mulas en el exterior para concretar el cambio de maletas con otros partícipes de la banda, en un rol de intermediaria.
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“Si te generan problemas pedí un intérprete en español, hace valer tus derechos… Tenes derecho a una llamada… No te dejes intimidar”, aconsejó a uno de los jóvenes detenidos antes de que lo apresaran. A una familiar de otra persona arrestada en Brasil le prometió un abogado que nunca llegaría.
Los detectives descubrieron, al mismo tiempo, que fue cambiando su nombre y el de la “empresa” de la que formaban parte, aun valiéndose del apellido de las personas captadas.
Los investigadores sostienen que ella y su marido recibieron importantes sumas de dinero con remitentes de Emiratos Árabes Unidos, Tailandia, Brasil, Sudáfrica, Alemania y Ecuador. Creen que de esta manera cobraban por sus servicios a la banda narco internacional dueña de la cocaína.
Ahora, Grace Geraldine cumple prisión preventiva por el delito de organizador de actividades ilícitas vinculadas al contrabando de exportación de estupefacientes bajo la modalidad de captación de personas humanas para que actúen como “mulas o “correos humanos”. El juez Rodríguez la embargó por 50 millones de pesos.
El envío narco de mulas atraviesa un nuevo boom. El viernes pasado, la PSA detuvo a un hombre de 33 años, en su domicilio de la calle Migueletes al 700, en Palermo que estudiaba Economía y se dedicaba a reclutar couriers. El caso trascendió tras la impactante imagen de escáner de una joven que supuestamente controlaba el hombre. Llevaba 67 cápsulas de cocaína en su estómago y otras once en su vagina.
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