Guillermo Germán Berjeli tejió un macabro y casi perfecto plan para asesinar a su esposo, el chileno Roberto Alfonso Aquiles Guzmán Jaque que, indefenso, yacía en la cama de una clínica porteña por una insuficiencia renal aguda.
Guzmán Jaque, empleado de una aerolínea, no imaginó que el podólogo que había conocido por una app de citas sería su verdugo; como así tampoco Berjeli previó que las cámaras de la sala de terapia intensiva del Sanatorio Anchorena lo registrarían manipulando el suero del paciente de la cama 11, 13 veces en 10 días.
Guzmán Jaque, que había ingresado el 16 de diciembre de 2019 con un cuadro de “deterioro del sensorio, insuficiencia renal, desorientación, trastorno en la marcha y alteración en el habla”, falleció el 12 de enero de 2020, tras un deterioro de salud tan veloz que despertó sospechas en el centro de salud de Recoleta.
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Los médicos y enfermeros, que notaron irregularidades en los rótulos de los sueros, no se equivocaban: Berjeli lo había envenenado con alcoholes pesados, como metanol o etilengliclol, a través del goteo que ingresaba por sus venas.
El método era simple: el podólogo intercambiaba la medicación que su marido necesitaba, por otros envases que había llevado él con sustancias nocivas, de acuerdo al procesamiento del juez en lo Criminal y Correccional 19, Diego Javier Slupski, que sospecha que el envenenamiento habría comenzado días antes de la internación.
Detectives de Homicidios de la Policía de la Ciudad, comandados por Luis Álvarez, fueron los encargados de analizar el contenido de 9 dvd´s de las cámaras de seguridad. Lo que vieron confirmaron las sospechas de la familia de la víctima: su pareja lo había asesinado de forma premeditada, cruel y con una frialdad que asombra. Gota a gota.
El acusado fue registrado por primera vez el 2 de enero de 2020, a las 18.47, cuando intercambió un suero que se encontraba en una mesa de insumos médicos por otro que él mismo había llevado.
Un día después, a las 17.39 apoyó un suero que sacó de su mochila sobre la mesa de insumos médicos. El 4 de enero, a las 18:02 aproximadamente, intercambió el suero que tenía colocado Guzmán Jaque. Al día siguiente, a las 12:56, cambió nuvamente el suero del paciente. Ese mismo 5 de enero, entre las 14.22 y 14.30 manipuló las válvulas de las vías que tenía colocadas su esposo.
El 6 de enero, a las 16.28, maniobró otra vez el suero, mientras que 24 horas después, a las 16.42, volvió a sustituiŕ el suero. El 8 de enero, a las 19.26, cambió el que tenía puesto el paciente por uno que había llevado en su mochila. El 9 de enero, a las 13.45 intercambió nuevamente el suero que tenía colocado la víctima por otro que tenía en su mochila.
El 10 de enero, entre las 12 y poco antes de las 22, manipuló el suero tres veces. El último intercambio ocurrió el 11 de enero a las 15.56. El lento y siniestro método tuvo el resultado esperado: Guzmán Jaque fue declarado muerto a las 7 de la mañana del 12 de enero.
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¿Qué perseguía el podólogo con el homicidio de su esposo? Una herencia millonaria. O al menos, a esa conclusión llegó el juez, puesto que, antes de fugarse a Mendoza, había comenzado gestiones legales para heredar los bienes que Guzmán Jaque tenía Chile: un fondo común de inversión por 100.000 dólares, dinero de una cuenta bancaria y un departamento en Santiago de Chile valuado en 200.000 dólares.
La familia de Guzmán Jaque y su abogado, Diego Carbone, coinciden con el magistrado sobre el móvil del crimen.
Sin embargo, la dedicación de Berjeli no rindió los frutos esperados: la legislación chilena no convalidó la unión civil y se quedó con las manos vacías. El 18 de julio pasado fue detenido en su provincia natal y el 1 de agosto procesado con prisión preventiva por “como autor de un “homicidio agravado por el vínculo, por haber sido cometido con alevosía, por el suministro de veneno y por codicia”.
El expediente aún no cuenta con la versión del podólogo que se negó a declarar y espera en una celda el juicio en su contra.
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