Una de las conclusiones a las que llegó el juez Diego Slupski para procesar con prisión preventiva a Guillermo Germán Berjeli (45), el podólogo acusado de asesinar a su marido mientras estaba internado en un hospital porteño para quedarse con una herencia de más de USD 300 mil, es que ideó un plan macabro para lograr su objetivo. Lo envenenó con alcoholes pesados —como metanol o etilengliclol— que él mismo le suministró a través del suero y sin que ni un solo médico se diera cuenta.
Sin embargo, cometió un error. No se percató que una cámara de seguridad ubicada dentro de la habitación en la que estaba su esposo y presunta víctima —el chileno Roberto Alfonso Aquiles Guzmán Jaque (58)— lo filmó cada vez que manipuló la bolsa conectada a las venas de su marido.
De acuerdo con la investigación, que llevó adelante el magistrado junto con la División Homicidios de la Policía de la Ciudad, el podólogo manipuló el suero por lo menos 13 veces. En el auto de procesamiento al que accedió Infobae, se detalla cómo fue cada una de las manipulaciones que hizo el imputado para envenenar a la víctima. Los videos, aportados por el Sanatorio Anchorena, son la prueba clave que lo tiene a Berjeli hoy acusado de un delito muy grave: homicidio cuádruplemente agravado por el vínculo, la alevosía, el envenenamiento y la codicia.
La víctima, empleado en ese entonces en un call center de una aerolínea, murió el 12 de enero de 2020 en el sanatorio, luego de que su salud empeorara a raíz de una insuficiencia renal. Su familia y el propio sanatorio, al confirmarse el fallecimiento, manifestaron dudas sobre lo ocurrido y radicaron una denuncia ante la Justicia.
De acuerdo con la investigación, las 13 manipulaciones ocurrieron en un período de sólo 10 días. Con una búsqueda simple en internet es posible saber que ingerir alcoholes pesados en cantidades importantes puede ser mortal para cualquier persona. Si se considera el breve lapso de tiempo del suministro que hizo Berjeli, el resultado era inevitable. El podólogo hizo un trabajo con prisa pero al mismo tiempo ejecutado con paciencia.
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Según el procesamiento, la primera vez que intervino fue el 2 de enero de ese año, a las 18.47, cuando intercambió un suero que se encontraba en una mesa de insumos médicos por otro que llevó él. Un día después, a las 17.39 apoyó un suero que había llevado en su mochila en la mesa de insumos médicos. El 4 de enero a las 18:02 aproximadamente, intercambió el suero que tenía colocado Guzmán Jaque. Al otro día, a las 12:56, cambió el suero del damnificado. Ese mismo 5 de enero, entre las 14.22 y 14.30 manipuló las válvulas de las vías que tenía colocadas su esposo.
El 6 de enero, a las 16.28, maniobró otra vez el suero, mientras que 24 horas después, a las 16.42, intercambió el suero que tenía colocado su marido. El 8 de enero, a las 19.26, cambió el suero que tenía puesto el paciente por uno que había llevado Berjeli en su mochila. El 9 de enero, a las 13.45 intercambió nuevamente el suero que tenía colocado la víctima por otro que tenía en su mochila.
El 10 de enero fue uno de los días que más dedicación le puso al plan. Entre las 12 y poco antes de las 22, manipuló el suero tres veces. Todas las veces lo cambió por uno que traía él. Finalmente, el 11 de enero a las 15.56 cambió el suero que tenía la víctima por uno que traía él. Esa sería la última de sus manipulaciones. Al otro día, a las 7 de mañana aproximadamente, Guzmán Jaque murió. En total, el material fílmico estaba en 10 discos compactos que fueron incorporados al expediente.
“El imputado manipuló e intercambió los sueros que poseían la medicación que la víctima necesitaba, por otros que había llevado él con sustancias nocivas para su salud”, dice el procesamiento.
El hombre de 58 años estaba internado desde el 16 de diciembre anterior. Era un paciente con HIV controlado y en el sanatorio le diagnosticaron “deterioro del sensorio, insuficiencia renal, desorientación, trastorno en la marcha y alteración en el habla”. Estuvo en terapia intensiva hasta que el 23 de diciembre mostró una mejoría. Tres días después, nuevamente su salud se complicó. Desde ese momento nunca más volvió a estar bien.
Murió finalmente por un cuadro de acidosis metabólica que no pudieron revertir, arritmias, trastornos en la conducción cardíaca. El envenenamiento fue severo. La sospecha es que el podólogo habría suministrado las mismas sustancias tóxicas a su pareja los días previos a su internación.
En base a lo que establecieron lo expuesto por profesionales del Cuerpo Médico Forense, para el juez es presumible “que las sustancias que Berjeli suministró a la víctima eran alcoholes pesados, particularmente, metanol y/o etilengliclol”, ya que, según explicó una médica en declaración testimonial, “eran los únicos que podían causar efectos tan graves como los asentados en las constancias médicas”.
En ese sentido, señaló que quedó probada la presencia de esos alcoholes en su cuerpo, mediante el análisis de laboratorio que arrojó la presencia positiva de metanol, como así también por “la existencia de cristales de oxalato en orina, que da cuenta de la presencia de etilenglicol”.
Fueron también importantes las declaraciones del personal, tanto médicos como enfermeros, que atendió a Guzmán Jaque en el sanatorio. Varios contaron situaciones en las que observaron salir de la habitación a Berjeli. Incluso, una enfermera contó que en una oportunidad notó que una de las bolsas del suero que ella misma le había colocado había sido cambiada. Todas estas situaciones fueron informadas a sus superiores. De hecho, tras la muerte de Roberto, la jefa de Terapia Intensiva notó irregularidades en la muerte y denunció el hecho para que fuera investigado.
Le pareció extraño que el paciente haya mostrado una repentina mejoría entre el 23 y el 26 de diciembre para luego decaer de forma abrupta. El análisis posterior de las cámaras corroboraron el horror. Hubo otro elemento que finalmente confirmaría las sospechas. Apenas dos días después de la muerte, Berjeli autorizó la cremación del cuerpo de su marido. Fue una decisión que no consultó con nadie y sorprendió a toda la familia. Para los investigadores es indicio de que quería ocultar las pruebas de lo que había hecho.
Otro detalle revelado por el personal médico fue que Berjeli les transmitió que, si su esposo quedaba imposibilitado o con secuelas de lo que le estaba pasando, prefería que se muriera. Fue una charla que en ese momento pasó inadvertida. Hoy, con lo que se sabe, estremece.
La ambición de quedarse con la herencia y cómo comenzó la relación
Tal como informó este medio ayer, Berjeli intoxicó a su marido para quedarse con una herencia de 300 mil dólares, aunque su plan fracasó porque en Chile la unión civil no está reconocida. El objetivo era quedarse con un departamento en Santiago de Chile valuado en USD 200 mil y con un un fondo común de inversión por un valor estimado de USD 100.000, dinero que estaba en cuenta bancaria que poseía en Banco Security. Lo único que pudo conseguir Berjeli fue cobrar un seguro de vida por un monto de poco más de 68 mil pesos, que estaba a nombre de su suegra.
Además de las filmaciones de la clínica, el juez ordenó allanamientos del domicilio de Berjeli, ubicado en el barrio porteño de Villa Crespo, donde se secuestraron bolsas con medicación, carpetas de recetas médicas a nombre de su esposo, una computadora portátil y un teléfono celular.
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También allanaron en Recoleta el consultorio del acusado. Allí, secuestraron elementos de interés para la causa. En 2020 se le prohibió salir del país, pero decidió fugarse a la ciudad de Mendoza, donde tras una larga investigación -que incluyó análisis de redes sociales- finalmente fue detenido el 18 de julio pasado por las autoridades porteñas, en colaboración con sus pares de Mendoza.
Según indicó Claudio, el hermano, la víctima y Berjeli se conocieron a través de una aplicación de citas para personas gay. Esto lo supo en base a lo que le contaba Raquel, su mamá, y L.A., un amigo de Roberto que le manejaba el dinero en Chile.
Aclaró que con su la víctima estaban distanciados y que se enteró del casamiento -ocurrido el 16 de septiembre en un CGPC de Recoleta- cuando ya había pasado. Al recibir la noticia de la muerte, tomó el primer avión que consiguió a Argentina y luego se dirigió directamente a la clínica para reconocer el cuerpo. Allí vio a Berjeli por primera vez.
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