Yucheng Chen, de 46 años, dedicado en los papeles a los rubros de dietética y almacén, recibió tres tiros en el cráneo ayer domingo por la noche a metros de su pequeño supermercado en la calle Pichincha de Balvanera. Su pareja estaba junto a él.
Así, fue trasladado por personal del SAME al hospital Ramos Mejía, donde se le diagnosticó la muerte cerebral. Las balas habían atravesado su cabeza, con orificios de entrada y salida.
De vuelta en la calle Pichincha, personal de la Comisaría 3C de la Policía de la Ciudad se entrevistó con la familia de la víctima. Por lo visto, según la versión de sus allegados, Chen no solo se dedicaba a su mercadito: también actuaba como cambista alrededor del Casino de Puerto Madero, un punto popular para ciudadanos chinos en el AMBA.
La Policía de la Ciudad también cruzó sus propios datos. El 3 de mayo, descubrieron, Chen había sido víctima de otro intento de homicidio, un caso investigado por la Comisaría 1E.
El ataque que terminó con la muerte cerebral de Chen está a cargo de la Fiscalía N°15 con el fiscal Santiago Marquevich, que determinó las pericias de rigor con la Unidad Criminalística.
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El crimen sicario tiene netamente un estilo mafioso, aunque podría estar motivado por deudas económicas o por rencillas interpersonales. Por lo pronto, se desconoce si Yucheng -que tuvo domicilios previos en un supermercado de Bernal y también en Quilmes- es o fue parte de las diversas tríadas que operan en la comunidad china.
Los registros a nombre de Yucheng en la Cámara Criminal y Correccional no apuntan a imputaciones previas. Vive en la Argentina al menos desde 2003, cuando denunció haber sido víctima de un robo a mano armada que recayó en el Juzgado N°12.
Sin embargo, su nombre resuena en los chats del hampa: ya había sido investigado y seguido años atrás por detectives de fuerzas de seguridad, pero sin resultados claros que llevaran a una acusación formal.
Mientras tanto. el fiscal Marquevich espera los resultados de las pericias ordenadas e intenta certificar el intento de homicidio de comienzos de mayo.
La ferocidad del ataque y la posible motivación financiera resuena con uno de los crímenes más oscuros que marcaron a la comunidad asiática: la muerte de Ai Ru, asesinado de 15 tiros en agosto de 2020.
Su cadáver ensangrentado fue hallado por la división Homicidios de la Policía de la Ciudad encontró en la cocina del restaurant Aroma China en la calle Paraguay al 2700. . En el restaurant funcionaba algo relativamente común para ciertos lugares del circuito de la comunidad asiática en Buenos Aires: un garito de poker. Tres hombres, también chinos que vivían en el restaurant fueron detenidos; se encontró una pistola Ruby calibre 9 milímetros entre la basura con varias balas.
La narrativa del hecho parecía simple, un juego de cartas clandestino que se acaloró hasta la muerte, y no mucho más. Un testigo incluso había declarado que vio a salir a dos sospechosos con rasgos orientales tras el estruendo de disparos. Todo tenía sentido. El cadáver tenía un DNI en el bolsillo, con domicilio de Villa Ortúzar.
Luego, la historia comenzó a cambiar. El DNI resultó ser falso. Tiempo después, alguien se presentó en la Morgue Judicial para retirar el cuerpo. Llevó un pasaporte que pertenecía al hombre muerto, pero ese pasaporte no le pertenecía al hombre de Villa Ortúzar, sino a alguien mucho más importante: el cuerpo correspondía a Yang Ye Hui, nacido el 6 de diciembre de 1986 en Fujian, comerciante según su actividad declarada a la Justicia, con domicilio en la calle Directorio Mataderos. Sin embargo, era mucho más famoso por su alias en el mundo criminal: Ai Ru, lo llamaban.
Y Ai Ru fue mucho más que un simple pesado: fue de los más pesados, un mafioso extorsionador y traficante de mujeres, el segundo al mando de Pi Xiu, la mafia china más poderosa de la Argentina.
Tras ser condenado por tráfico de personas en la Justicia de San Martín y pasar por la cárcel, Ai Ru cayó en desgracia con sus viejos jefes. Se cree que terminó como prestamista en el garito de poker, tras intentar fundar sin éxito su propia mafia.
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