El 28 de abril de 2020, en pleno comienzo de la pandemia y el aislamiento obligatorio, Adrián Darío Rowek —apodado “Pipi” por sus alumnos— envió su última directiva a sus estudiantes de la Escuela N°23 de Villa Devoto: que entreguen la tarea de Lengua, escribir un pequeño ensayo sobre la novela clásica de Oscar Wilde, “El Fantasma de Canterville”. Había intentado mantenerse en contacto con sus estudiantes, particularmente los de séptimo grado, los de 12, a pesar del encierro. Rowek, que daba clases en la N°23 al menos desde 2015, era un docente popular, lograba rápidamente trabar relaciones con los padres de los chicos, que se convertían, si Rowek era lo suficientemente habilidoso, en relaciones con los chicos.
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Durante la cuarentena, uno de ellos cumplió años. Rowek llamó a su mamá, le preguntó cómo estaba, si su hijo tenía un teléfono. Ella le dijo que no, pero que podía hablar con el suyo. Así, Rowek y el menor hablaron a solas.
Luego, Rowek chateó con otros alumnos por video, a través de una aplicación. Todos decían extrañarse. El profesor de Lengua planteó la solución: “A fin de año, hacemos un campamento todos juntos”.
Poco después, en mayo de 2020 la Policía de la Ciudad y personal del Cuerpo de Investigaciones Judiciales lo arrestaron en su casa de Villa Real, acusado de grooming y abuso sexual, con una causa en su contra a cargo de Daniela Dupuy en donde se identificaron ocho víctimas. La causa comenzó luego de que los padres de un chico de 12 años denunciaron que “Pipi” le había enviado una foto de un pene erecto, probablemente el suyo. Al momento del allanamiento, dos días después de esa denuncia, los policías encontraron a Rowek con un alumno en su cama, un chico de la N°23 que había repetido grados.
Hoy, más de tres años después, Rowek fue condenado a 20 años de cárcel por el Tribunal Colegiado del fuero Penal, Contravencional y de Faltas porteño.
La Unidad Especializada en Delitos y Contravenciones Informáticas de la fiscal Dupuy —que depende de la Fiscalía General de la Ciudad, a cargo de Juan Bautista Mahiques— pidió 40 años de prisión para Rowek en sus alegatos.

El chico de 14 dio una señal. Compartió una story fugaz de Instagram en un perfil marcado como privado que alguien cercano al colegio recuperó. Fue una prueba clave en el caso, que Infobae reproduce en esta nota. Se ven botellas de alcohol, cigarrillos. Se ve a un hombre adulto, con el mismo equipo de gimnasia que Rowek vestía cuando lo detuvieron.
Tras ser arrestado, Rowek se negó a declara.
Mientras tanto, los padres de la Escuela N°23 se reunían en la institución de Villa Devoto, con distancia social ante la pandemia. Fueron citados por las autoridades: hubo varias reuniones para diferentes grados, con la presencia de personal del Ministerio de Educación porteño, para el cual Rowek trabajaba desde 2011 según registros previsionales. Su empleo con el Gobierno porteño se terminó tras su detención.
En el colegio, las madres hablaban entre ellas, hablaban de hijos “fascinados con el profe copado”, de estrategias similares, el juego de seducción a chicos que se sienten aislados, solos, inadaptados. Es lo que ocurro en la inmensa mayoría de los casos de docentes presos por pedofilia: el tipo canchero, la imagen inmaculada, y después el fin.

En paralelo, la historia de Rowek salía a la luz. Se hablaba de problemas con alumnos que le costaron el puesto en un primario de Palermo a mediados de la década pasada, supuestas actas en su contra en su período como preceptor en el Nacional Buenos Aires, quejas de alumnos, pedidos expresos de que no vaya a viajes de egresados.
Un hombre que fue alumno de un colegio tradicional de la colectividad judía hace 25 años atrás aseguró a Infobae en ese entonces: “Adrían Rowek era maestro de nuestra primaria en 1995 y nos llamaba por teléfono a mi y a mis amigos a las casas para contarnos historias de sus supuestas aventuras heterosexuales, mientras nos preguntaba si estábamos excitados y si nos estábamos tocando. Fue uno de los maestros responsables que nos llevó de viaje de egresados de séptimo a La Falda, pudo haber pasado cualquier cosa”.
Poco después del comienzo del caso, se le dictó la prisión preventiva a Rowek y fue enviado a una cárcel común.
La investigación de la fiscal Dupuy identificó otras víctimas más allá de los ocho por los cuales fue imputado en el actual juicio. Sin embargo, no pudo ser acusado por estos casos. Los posibles delitos ya habían prescripto por el paso del tiempo.
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