El jueves 8 de junio, un vecino del partido bonaerense de Moreno circulaba en bicicleta por la Ruta Provincial 24 cuando se topó un cadáver con una bolsa atada al cuello y una remera. Rápidamente, dio aviso al 911.
Al llegar al lugar, la Policía Bonaerense constató que se trataba de un hombre que había recibido al menos dos tiros en la cabeza. El cuerpo no solo estaba desnudo, sino también maniatado con cinturones y amordazado. La identidad del cadáver se desconocía.
Personal de la División Casos Especiales de la fuerza provincial trabajó en la escena bajo las órdenes de la UFI N°3 de Moreno. Peritos de Policía Científica determinó que la data de muerte sería de entre 18 y 24 horas previas al hallazgo. La autopsia dijo lo evidente, que el hombre había muerto por los dos tiros que recibió en la cabeza. El estudio reveló otro detalle: el asesino, o los asesinos, lo asfixiaron antes de dispararle.
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Fuentes del caso precisaron que al lado del cuerpo había una frazada, que al igual que el resto de los elementos, fue incautada por la Policía Científica. Por la escena con la que se encontraron, se cree que el homicidio se produjo en otro lugar y que luego el cuerpo se descartó allí. Solo faltaba ponerle un nombre al cadáver.
Luego, las huellas hicieron el resto.
Un día después, gracias al cotejo dactilar, se determinó finalmente la identidad de la víctima. Se trata de Cristian Maximiliano Cejas, de 34 años, oriundo de José C. Paz: un delincuente con condenas menores por robo simple y por hurto. Así, la Justicia comenzó a buscar a su familia. Infobae difundió la imagen de la víctima: se enviaron patrulleros para encontrarlos.
El viernes pasado, su familia finalmente declaró. Aseguraron que Cristian era un adicto, que estaba en situación de calle, pero no pudieron explicar por qué lo habían matado.
Por lo pronto, la Justicia tampoco tiene una hipótesis, una teoría de por qué Cejas, por lo visto un ladrón menor, fue asesinado con una saña que se compara a la de ciertos crímenes de la industria rosarina del sicariato.
Hoy, la UFI N°3 busca también a quienes acompañaban a Cristian en la calle. Hay diferentes versiones que apuntan a “un tema de drogas” -se esperan las pericias toxicológicas de la autopsia, todavía sin fecha, para determinar un consumo reciente de estupefacientes- o a que “le robaba a los vecinos”. Pero de nuevo, desnudar a una víctima, maniatarla, asfixiarla y dispararle dos veces en el cráneo, para un supuesto fisura y ratero, parece demasiado.
Un caso similar en Rosario
El mes pasado, un adolescente de 15 años que caminaba por la avenida Uriburu, a la altura de Circunvalación, en el extremo oeste de la ciudad, encontró el cadáver de otro hombre asesinado. En este caso, los restos se hallaban en el interior de una bolsa de arpillera plástica de color blanco, que suele utilizarse para almacenar arena. El cuerpo también estaba maniatado, atado de pies y manos, y amordazado. Posteriormente, se supo que había recibido tres balazos.
El menor advirtió la situación cuando vio que sobresalía una mano de la bolsa que estaba al costado de avenida. Tanto el Comando Radioeléctrico como la Agencia de Investigación Criminal (AIC) le tomaron el testimonio al chico y a su padre.
En las horas siguientes, por medio de una pericia dactiloscópica, los investigadores lograron identificar a la víctima. Se llamaba Elio Orlando Romero, tenía 40 años y estaba desaparecido desde la madrugada del pasado 18 de mayo, según publicaron familiares y allegados a través de las redes sociales.
De acuerdo a los datos a los que accedió este medio, Romero, a quien apodaban “Indio”, trabajaba como changarín en el Mercado de Concentración de Fisherton, de Mendoza y Wilde, y solía ser visto en el barrio Tango, cercano a su casa.
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