Diego Eduardo Correa es uno de los tres prófugos buscados por el bestial crimen de Gabriel Izzo, el empresario de San Antonio de Padua el viernes 2 de este mes. Un grupo de ladrones, cree la Justicia, forzó una de las persianas de su casa para entrar y robarle. Izzo, supuestamente, intentó defenderse con una de sus armas. Hirió de un tiro a uno de los delincuentes. En represalia, lo mataron a tiros y puñaladas. Luego, le clavaron un cuchillo en el ojo derecho a su pareja, Silvana Petinari, que perdió el órgano poco después, un caso investigado por los fiscales Claudio Oviedo y Ana Monti.
Normalmente, uno supondría que semejante ferocidad en un ataque le correspondería a asesinos endurecidos y temibles reincidentes. Pero Correa -identificado por sus huellas dactilares que estaban en la puerta del Volkswagen Gol Power que se usó en la fuga del asalto y que fue encontrado en la pizzería “Lo De Cata” de Castelar Sur, el principal aguantadero de los sospechosos- no encaja en el papel. Tiene 24 años, un domicilio registrado en Villa Urquiza, un paso por las cárceles federales y una cobertura de la obra social de su madre, que percibe planes sociales hasta hoy y tuvo varios empleos en empresas como cadenas de comidas rápidas para mantener a su familia.
También, Diego tiene un par de condenas a su nombre por el mismo delito cometido en San Antonio de Padua: intentar ingresar a un domicilio para robarlo, escruche, con un cómplice de 16 años, un hecho ocurrido el 27 de febrero de 2019.
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Tal como en Padua, forzó junto al cómplice condenado y otro joven desconocido la reja frontal de una casa en la calle Conde al 1300 en Belgrano. Luego, lograron trepar hasta la azotea. Insólitamente, un perro los acompañaba en el hecho. No lograron robar nada al final porque un vecino los delató. Así, llegó un patrullero al lugar. Correa y el tercer ladrón pudieron escapar al ver las sirenas. El menor quedó varado en la azotea. A Correa y al otro ladrón los encontraron en la esquina de Conde y Olaguer y Feliú, mientras hacían que paseaban al animal.
Luego, a Diego y al menor les imputaron otro delito, un intento de robo en banda ocurrido en mayo de 2019. El menor y otro ladrón robaron a punta de pistola un supermercado Carrefour de la calle Roosevelt al 3000. Encañonaron en las costillas al encargado y se robaron apenas mil pesos de la caja registradora. Diego fue encontrado en el asiento de acompañante del auto de la fuga, que terminó frenado por la Policía de la Ciudad.
Así, el 27 de abril de 2021, el Tribunal Oral de Menores N°2 le dio dos años de prisión por robo agravado por haber sido perpetrado mediando escalamiento. Su cómplice menor de edad recibió un año y seis meses. Por otra parte, la pena que recibió Diego fue unificada a una pena anterior que le había dado el mismo tribunal en agosto de 2019 por un intento de robo en poblado y banda. Así, quedó un monto final de tres años y seis meses.
El 26 de agosto del año pasado, según documentos judiciales a los que accedió Infobae, la Sala 1 de la Cámara Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional de la Capital Federal, integrada por los jueces Gustavo Bruzzone, Mauro Divito y Jorge Luis Rimondi, ratificó la decisión.
Los ingresos a domicilios para robar, conocidos como escruches en el hampa, son un delito de moda. Una alta autoridad cuenta cerca de cinco por semana en la jurisdicción de La Plata, con bandas altamente profesionales dedicadas al rubro que fueron desbaratadas en las últimas semanas. Sin embargo, ninguno de estos hechos termina en un homicidio a tiros y puñaladas. La ferocidad del caso de Gabriel Izzo tampoco encaja en los guiones usuales del hampa.
La banda investigada por los fiscales Oviedo y Monti tampoco es una típica banda de escruchantes bonaerenses. Víctor Fernández Galarza, el nuevo prófugo por el hecho cuya captura nacional e internacional fue pedida esta mañana, sí tiene antecedentes por robo y una estadía en un penal federal hace siete años atrás. Pero Gustavo Mac Dougall, quien alquilaba la pizzería “Lo de Cata”, tiene un perfil algo más diverso. Lo condenaron por estafa y por menudear cocaína que le compraba al por mayor a una mujer peruana. También, puso su nombre para fundar una curiosa serie de empresas junto a una viuda de Ciudadela.
Sin embargo, los investigadores descartan por lo pronto otra hipótesis que no sea el robo. El teléfono de Gabriel Izzo fue analizado de forma forense. Sus contenidos no indican ninguna conversación que apunte a, por ejemplo, un vuelto o venganza.
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