Capucha, barbijo, gorrita, conjunto de gimnasia y zapatillas. Al principio, fueron siete los que se enfrentaron a los narcos enfundados en esa armadura de tela, armados con “tres 9, una 45, un 22, un 32 y un 38″, según enumera uno de los integrantes de la guardia urbana villera de Las Antenas, el barrio de Lomas del Mirador que se levantó contra una importante organización narco criminal que ya hizo pie en otras zonas de La Matanza.
Esa madrugada, la del 1° de mayo, “los pibes” -jóvenes de entre 16 y 22 años- le hicieron frente a la furia de “una ametralladora, varias 9, 45 y 40″. “Ellos tenían chaleco, nosotros no″, dice un segundo miembro. Fueron dos horas en los que los tiros no cesaron. Las orificios de las balas decoran paredes y ventanas frente a la Capilla San Jorge y en “El Medio”, entre otros sectores de la villa que recorrió Infobae.
“Me subí a un techo y les di desde ahí. A uno le pegué”, recuerda otro de sus protagonistas, un menor de edad que podría ser catalogado de “peso pluma” si se tratara de una contienda de box. “Yo ya estoy jugado, no me importa nada”, reconoce. Uno de sus compañeros celebra la proeza: “Todavía no entendemos cómo hiciste para subirte ahí”. En la oscuridad, los propios lo confundieron con el enemigo. “Les grité: ‘Soy yo’, casi me tiran a mí”, rememora.
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Los tres se ríen distendidos pero saben que el peligro no pasó. Ese arrojado acto de “defensa” fue impulsado por “verdugueos” cotidianos de los soldados de “Chaky Chan”, identificado como Nicolás Nahuel Guimil, el jefe narco al que aún pretenden repeler.
Los invasores habían llegado semanas atrás y habían logrado asentarse en un “campamento” en el corazón de Las Antenas. Durante su estadía, se dedicaron a robar, golpear y amenazar a su antojo, denuncian. Cruzaron el límite de la tolerancia vecinal cuando uno de “ellos” intentó abusar a una joven del barrio. Un audio que relata el momento se viralizó e indignó, especialmente, a las mujeres. “En otros lados, tienen fama de violines, no los queremos acá”, sentencian ellas al unísono mientras caminan por Almirante Brown, una calle de tierra que se impone con la arteria principal.
“Los pibes” dejaron de lado pequeñas rivalidades y se unieron al pedido de las madres, preocupadas por el destino de sus hijos. La resistencia se dividió, entonces, en dos grupos, bajo el ala de un líder de 20 años al que vecinos saludan con una venia. Por un lado, unos 20 “pintas” hacen guardia en los ingresos al barrio, sobre todo, en O´Gornam y Fraga, por donde habría hecho su entrada “Chaky”, el 22 de abril al mediodía, “en dos 4x4 con unas 15 personas armadas”.
“Tenemos que estar atentos. Cero escabio, cero todo. No podemos estar sentados y, como estamos toda la noche hasta el amanecer, los vecinos nos ayudan trayéndonos un mate, un café o un mate cocido”, cuentan mientras empiezan a cerrar la calle con postes de luz tirados sobre la vereda. Las fogatas improvisadas en el asfalto persiguen el mismo fin y también sirven para calentarse durante la guardia hasta que la campana de la capilla anuncia el cambio de turno hasta las 9 de la mañana.
“Todo que quiera entrar o salir nos tiene que pedir permiso. No podemos dejar pasar a extraños, si se mete un auto desconocido, le apuntamos. Nosotros no matamos, pero nos tenemos que cuidar”, se justifica el líder de la resistencia luego de que un anciano le reprochara la medida que evita que ingresen móviles ante una emergencia. El joven explica que no confían en la policía ni en los médicos de las ambulancias.
“Pueden ser soldados de Chuky disfrazados o enviados por él”, indica con un barbijo puesto. “Nos tapamos la cara porque sabemos que hay drones de la bonaerense vigilando”, explica.
Desde “la invasión”, los comercios cierran a las ocho de la noche. “A esa hora están todos adentro, no sabemos qué puede llegar a pasar y están todos alertados sobre posibles tiroteos”. Ante un sonido o movimiento extraño, suena como alarma vecinal la campana de San Jorge. Frente a la humilde estructura religiosa, impactaron varios balazos del último enfrentamiento.
La plaza de armas de la guardia urbana villera creció gracias a la colaboración comunitaria. “En el barrio hicieron una colecta para comprar balas y ahora tenemos más de 100 fierros y chalecos”, aseguran. Sin embargo, no llevan armas encima: desde el jueves y tras el robo a periodistas de C5N y LN+, cuatro patrulleros de la policía y gendarmes a pie recorren el barrio y hacen requisas al “voleo”.
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Y, este punto, se hace vital la acción del segundo grupo de la guardia urbana de Las Antenas. Al igual que “los pibes”, “las mujeres” también se paran en las esquinas en plan de vigilia. Su misión está relacionada a los allanamientos sorpresivos y nocturnos de las fuerzas de seguridad: deben evitar que los uniformados detengan a los jóvenes que actúan como escudo del barrio. “A nosotras no pueden tocarnos. Les tiramos ladrillazos para que retrocedan”, admiten.
Las vecinas se pusieron a prueba durante un operativo de la UTOI, a mediados de la semana pasada. “Se llevaron a dos menores, los liberaron, pero perdimos dos 9 mm”, se lamentan. “Parece que estamos viviendo una película”, dicen todavía incrédulas sobre el rol que les toca jugar.
La guardia urbana no niega que cuida a los “transas” del barrio que fueron amenazados. “No responden a nadie, venden para ellos”, alegan. Chuky Chan -un hombre de baja estatura, morrudo y morocho- llegó a conversar con ellos. “Primero los sedujo con plata, después les dijo que si no se unían a él, los mataba”, revelaron. “Los soldados de Chaky nos advirtieron: ‘Nosotros somos cero corazón”, agregaron para contrastar la actividad de los dealers propios y el terror que buscan imponer los nuevos narcos.
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En los ‘90, Las Antenas era un barrio de una alta peligrosidad. Con el tiempo, ese sector de la zona oeste del conurbano se fue apaciguando. Años atrás, una disputa territorial entre “Los de Las Heras” y “Los del Medio” volvió a ser un foco de violencia. “Desde que ese conflicto terminó, nadie sacaba las armas”, cuentan.
Esa serenidad fue, aseguran, la que atrajo al narco también conocido como el “Patrón de La Matanza”. “Se pensó que no iba a encontrar resistencia, pero la hubo: los echamos y no vamos a dejar que vuelvan”, avisan los guardianes de Las Antenas, que están dispuestos a todo, incluso a morir, por el barrio emplazado a unos 30 minutos del Obelisco.
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