Cuatro años después de que el joven Vicente Suárez Wollert se animara a denunciarlo, primero en Twitter y luego en la Justicia, el sacerdote y ex capellán del Ejército José Miguel Padilla escuchó este miércoles, sentado en el banquillo de los acusados dentro de los Tribunales de General Pico, La Pampa; un pedido para que sea condenado a 10 años de prisión efectiva por el delito de abuso sexual con acceso carnal agravado contra la víctima, un ex seminarista de su orden religiosa.
La jueza a cargo del debate, María José Gianinetto, escuchó los argumentos finales presentados en sus respectivos alegatos por los fiscales Andreína Montes y Luciano Rebecchi, ambos de la Fiscalía temática de delitos de género, y la querella, representada por Mauro Fernández, en nombre de la víctima. En contraste, los abogados defensores de Padilla, Jorge Salamone y Florencia Boglietti, solicitaron su absolución al considerarlo inocente.
El juicio, que se llevó a cabo a puertas cerradas debido a la naturaleza del delito contra la integridad sexual, se extendió desde el 2 de mayo, en la Sala de Audiencias 1 del Edificio Judicial de General Pico. Ahora, la jueza Gianinetto tiene un plazo de 10 días hábiles para comunicar el veredicto.
Te puede interesar: Una casa en el country donde viven los padres de Messi, el nexo entre la lavadora narco acribillada en Rosario y Alvarado
Durante el debate, Suárez Wollert declaró y detalló los presuntos abusos ocurridos entre 2015 y mediados de 2016. Durante aproximadamente cuatro horas y media, relató los pormenores de los hechos denunciados. La víctima ingresó al seminario en La Plata y luego se trasladó a la congregación Fraternidad de Belén, en la localidad de Intendente Alvear, bajo la tutela de Padilla.
“Ingresé en noviembre de 2015 y salí en mayo de 2016. Las situaciones empezaron en Villa La Quebrada, en San Luis, durante un viaje y después continuaron en La Pampa. Hablo de manoseos, de pedirme que lo penetre. Y llegamos a golpes, maltratos físicos, verbal, sobre todo el último tiempo donde le dije que iba a contar esto. Yo tenía 20 años”, reveló a Infobae Suárez Wollert.
En el primer día de juicio, Padilla declaró y negó los hechos. Dijo que estaba sorprendido ante las acusaciones formuladas por alguien que consideraba “inteligente”. Y aseguró que se sentía “fusilado” desde el momento en que se presentaron las denuncias.
Suárez Wollert asegura que Padilla miente. Cuenta que la primera vez que el sacerdote abusó de él fue en una casa de retiro en San Luis. “Me llama una noche. Yo sentía el llamado de Dios, pero me costaba porque era la orden era estricta en reglas, y yo extrañaba a mi familia. Le cuento esto y ahí fue la primera vez que comenzó a tocarme. Primero, me abrazó y luego empezó con besos y a tocarme. Quedé extrañado. Uno no entiende si es una prueba para ver si es casto, si se condice con los votos religiosos, era un cúmulo de cosas que pensaba, pero no imaginaba que me iba a hacer daño la persona que me guiaba”, recordó la víctima en una charla con este medio.
El joven cree recordar que el segundo ataque sexual fue en la sede de la orden religiosa en Intendente Alvear, durante una visita de sus padres. “No les pude decir nada a mis papás. No me atreví. Después me entero en 2019, charlando con ellos, que él les había dicho en esos días que yo tenía un odio profundo a mi familia y que no quería vivir con ellos. Y al mismo tiempo me decía que mis papás no me soportaban. Intentó distanciarnos, fue muy perverso”, contó.
Durante el juicio se tomó testimonio a tres obispos a través de videoconferencia, uno de ellos fue Héctor Aguer, ex prelado de La Plata. Fue la primera vez en que las autoridades eclesiásticas no pudieron evitar responder a las preguntas de los fiscales y querellantes. Antes se les permitía declarar mediante presentaciones escritas.
La semana pasada, los obispos Raúl y Luis Martín, titular y auxiliar de la diócesis de La Pampa, declararon de forma remota sobre los hechos denunciados en esa provincia. Asimismo, monseñor Héctor Aguer dio testimonio sobre los abusos presuntamente ocurridos en La Plata. Los religiosos negaron conocer las circunstancias denunciadas por Suárez Wollert, pero él tiene muy fresco en la memoria lo que ocurrió.
“Los abusos ocurrieron, la Iglesia no colaboró nunca. En 2016, cuando estaba regresando de mi casa en Entre Ríos a La Pampa, Padilla me echa por mail y acudo al obispado de La Plata, donde estaba Aguer. Le comenté esta situación y me ofreció dinero para volver a mi casa. Y cuando lo contactan para corroborar esta audiencia dice que no se acuerda”, explica la víctima.
Lo mismo le pasó con el obispo de La Pampa, Raúl Martín. “Le conté y él me respondió que lo iba a tener en cuenta y que iba a rezar por mí, pero nada. Tiempo después le mandé capturas de pantalla con las cosas que me decía Padilla”, detalló.
De acuerdo con la versión de Suárez Wollert, Padilla lo echó del monasterio porque él ya no quería acceder a los abusos. “Viendo que yo no cedía, me invitó a pasar unos días en casa de mis padres, en Entre Ríos. Me sacó el pasaje uno de los frailes y él se fue de retiro a Mendoza. Cuando me encontraba de viaje, me escribió un mail donde me pedía que por el bien de la comunidad deje la vida religiosa. Para mí fue difícil, me recomendaba ir a otros lugares. Yo trataba de priorizar lo que creía que era un llamado de Dios y eso no me dejaba ver otras situaciones totalmente irregulares”, contó el joven, que ahora trabaja como docente de una escuela de educación especial en la ciudad de Santa Fe.
Un cura cómplice de la dictadura
De acuerdo con lo que denuncia la Red de Sobrevivientes de Abusos Eclesiásticos, Padilla tuvo un rol en el Grupo de Artillería de Defensa Antiaérea (GADA) 141 de San Luis durante la última dictadura militar argentina. Claudia Giacobbe, autora del libro sobre el caso llamado “La verdad los hará libre”, detalla que fue capellán del Ejército entre 1980 y 1983 y que, después, estuvo en San Luis con el obispo Juan Rodolfo Laise, acusado en juicios por delitos de lesa humanidad de haber cooperado con los genocidas.
Giacobbe cuenta en su libro que Padilla tuvo participación activa en el levantamiento carapintada y también en abril de 1987, cuando bendijo las armas de los enemigos de la Patria. “También calificó el Día de la Memoria como una fiesta ideológica y consideró al genocidio de los ‘70 como una guerra contra la subversión y las minorías rebeldes extremistas. Al mismo tiempo, caracterizó como patéticos y deplorables a los militantes de derechos humanos”, remarcó la autora.
“El cura decía que yo tenía problemas psiquiátricos y yo le creí porque me habían dicho en el convento que me hicieron un estudio y decían que era esquizofrénico. Pero después se hizo una pericia en la Justicia y determinó que no había ningún tipo de trastorno. Sí, de estrés postraumático. Claudia Giacobbe lo clasifica como estafa emocional”, contó Suárez Wollert.
La víctima aseguró que hay más como él, caídas en las garras de Padilla: “Algunas personas declararon como testigo durante la pandemia, pero finalmente el juez de control no hizo lugar a que se incorporen estos testimonios. Son cinco personas de Mendoza, otra de Buenos Aires, otra de Córdoba. Son testimonios cruciales para delinear el perfil de abusador”. Y amplía que “son testimonios de distintas épocas, desde la década del 90 hasta estos últimos años, y todos son todos varones”.
A pesar del infierno que le tocó vivir, Suárez Wollert siente que se sacó un peso de encima tras la denuncia y el juicio. “Estoy tranquilo. Estuve casi cuatro años esperando. Conozco cómo son los procesos por acompañar a otros en la Red de Sobrevivientes y eso me dio fuerza y aguante. Cuando denunciás por primera vez, te sacás un peso. Fue un proceso muy largo, muy desgastante. Con muchas dilaciones, reprogramaciones. Necesito cerrar ese ciclo, independientemente de la pena. Padilla tiene casi 70 años, va a poder acceder a privilegios, pero cerrar ese ciclo es importante. La condena no es garantía de nada”, comentó, con cierta piedad.
Seguir leyendo: